“¡¡¡Tochi!!!”, retumbó en la Catedral sabalera. Entonces, el gol se dejó de jugar a las escondidas con Colón. Porque al “Manual de Estilo de los Goles Errados” ya casi no le quedaban más páginas. Incluso, este Colón de Leo Astrada había llenado todos los formularios de cómo despilfarrar situaciones y regalar puntos sin merecerlo en las dos primeras fechas contra Vélez, primero, y Arsenal, después. Lo escribimos en la semana: Ni el mejor Colón de Basile había generado tanto como hace diez días lo hizo este equipo en el Viaducto de Sarandí adelante de Cuenca y sus caños. Y más que los goles errados y los puntos regalados, los que metían miedo eran esos viejos fantasmas. Porque dos derrotas consecutivas parecen doce en el fútbol argentino, mucho más cuando el campeonato arranca. Y porque la jurisprudencia de Pizzi-Del Solar (duraron tres fechas) y Toresani (el “Huevo”, cuatro) siguen estando a mano en la mesita de luz.
Entonces, la nefasta racha metía miedo escénico por todos lados.
Sin embargo, a pesar de otra jornada climáticamente horrible, las tribunas estuvieron al palo. Y el aliento se hizo sentir desde el vamos. La gente le armó al equipo un clima impropio para las circunstancias: bombas de humo negras y rojas, muchos papelitos, banderas por todos lados y un griterío ensordecedor para empujar a un Colón que arrancó más quieto que nunca. Como Cabrero hizo hincapié en la charla técnica acerca de la sequía de los delanteros de Colón, el “Chiquito” Bossio se apiadó y se mostró predispuesto a dar una mano, esa que muchas veces parece faltarle cuando ataja: primero, se le cayó un centro de Enría de manera increíble, pero fue tan grosero el error, que nadie de Colón se animó a pensar en el error; después, salió mal con los pies y dejó el arco vacío con un Falcón que le pegó desde lejos con un Bossio volviendo de caravana desde un costado, como si nada pasara. Pero no había caso: ni con la colaboración estupenda de Bossio Colón podía abrir el arco. Hubo otra más, pero le quedó a un Juan Fernández que le reclamó penal a Abal.
Gol errado, gol de Sand
Si bien el repertorio no tenía, en cantidad y calidad, tantas situaciones como contra Vélez en Santa Fe y Arsenal en el Viaducto, a los 15 minutos Colón ya había despilfarrado tres llegadas frente a Lanús. Y, como lo había marcado el “Jefe” en la semana -”Llegamos mucho sin convertir y nos llegan poco pero nos convierten”-, en la primera aproximación de Lanús, fue penal y “doble gol de Sand”, que no lo gritó. Era ver la misma película de los partidos anteriores, pero con consecuencias evidentes: a Colón le empezaba a doler la racha. Porque el equipo no era el mismo de los otros dos juegos en volumen de fútbol ni tampoco en claridad para construir las llegadas. No hacía pie “Teté”, no la encontraba “Totono”, lo hacían correr sin sentido a Falcón y el único que podía inventar algo era Centurión, pero en soledad contra el mundo granate. Colón estaba “quebrado” y así se fue a los vestuarios: con el 0-1 y con una racha que empezaba a pegar duro en el ánimo. Parecía afectar más a la cabeza que a los pies.
Las caras de los hinchas y socios lo decían todo: “Otra vez sopa”. Para colmo, Grisales se fue a los vestuarios en una pierna y jugando mal. El panorama era más frío que la tarde. En una doble pared entre Acosta y Pelletieri se pudo terminar todo en el arranque del complemento, pero dio la sensación de que Dios se pegó una vuelta por el Fonavi para dar una mano. Ya estaba en campo el “Rulo” Romero por un desconocido “Teté” González, con una confirmación posicional: Juan Carlos Falcón rinde mucho más como volante interno que jugando por las bandas. Es cierto que, de a poco, fueron levantando varios, pero quien comandó la banda fue el zurdo Emanuel Centurión. El ex Vélez y fútbol de Alemania pierde los balones que pierden los habilidosos, cuando quiere pasar con una gambeta entre tres rivales. Pero también es cierto que desequilibra como sólo lo hacen los que saben, porque siempre acaricia el balón y trata de poner la bocha por el ojo de la cerradura.
Palo y a la bolsa
“El fútbol es así”, debe ser la frase más gastada de este juego. La más repetida, la más escrita. Ayer se escuchó multiplicada por miles de voces en el Cementerio de los Elefantes. Es que Gandín prácticamente no había tocado la pelota y, aunque él no lo viera, Leo Astrada ya había ordenado el debut del chileno Luis Ignacio Quinteros. Sólo faltaba que pasara el tiro libre para ordenar el cambio por Gandín. Con candidatos naturales como Grisales, Falcón y Centurión acomodando la pelota como pidiendo prioridad, el “Chipi” se las robó a todos y la colgó -fuerte, rápido y lejos- de la red del arco de Bossio. Fue tan impensado el 1 a 1 que el cambio se hizo igual, porque realmente hay que ser sinceros para reconocer que al “Chipi” la pelota ni siquiera le rebotaba, ya que ni cerca andaba del balón. Pero, como tantas veces se dijo, se escuchó y se escribió... “El fútbol es así”. Gandín usó la única y última chance que le quedaba en la fría tarde del Brigadier: la colgó de manera espectacular y calentó las gargantas como hace tiempo no se gritaba.
El empate era la señal que Colón estaba buscando y necesitaba. Porque, si bien no había un equipo ampliamente dominante sobre el otro, era evidente que Colón estaba mejor y que Lanús sintió el golpe. Astrada, obligado por la lesión de Juan Fernández, agotó rápidamente los cambios con el ingreso de Rivarola en la punta izquierda del fondo. El sabalero, empujado por el griterío de su gente, se paraba cada vez más cerca de Bossio. A esa altura, faltando 15, Lanús no quería más: Bossio le cambiaba los balones a los pibes que alcanzan las pelotas atrás del arco para demorar y hacer tiempo. Le gustaba el puntito al equipo de Cabrero en Santa Fe.
Hasta que Abal pitó una mano que fue mano un año después (en realidad, “cobró al grito” de la gente de Colón) y le quedó el perfil a Emanuel Centurión. Esta vez, no hubo cabildo abierto para ver quién pateaba. Era para Centurión o para Centurión. Y el zurdo ex Vélez no perdonó. El golazo de tiro libre fue un poema: Centurión la acarició, le dio la comba exacta con la cara interna del botín izquierdo y con tanta perfección que pegó en un caño y se metió en el otro costado de Bossio. Se venía abajo la cancha con tanta bronca atragantada por lo que había pasado en las dos primeras fechas y por cómo se había presentado este partido con Lanús por el gol de Sand.
Así, con el “palo y a la bolsa” del mago Emanuel, Colón volvió a ganar. Con un gol -golazo, también- de uno de sus cuestionados delanteros como el “Chipi” Gandín, que se lo fue a dedicar al castigado “Tito” Ramírez y con otra “joyita” para colgar de un cuadrito de Centurión.
“El fútbol es así”, se volvió a escuchar en la Catedral del Sur. Porque Colón embocó desde lejos con dos tiros libres lo que se cansó de errar desde cerca con más de 30 situaciones despilfarradas en el famoso “ping-pong” que llevan contabilizados los programas deportivos de TV. Es cierto que generó menos en cantidad y calidad. Pero arrancó perdiendo, lo dio vuelta y tenía que ganar como fuera. Porque una tercera derrota consecutiva, más allá de cualquier especulación posible en torno de Astrada, habría sacado a pasear los indeseables fantasmas de Pizzi-Del Solar y Toresani. Por más que en el fútbol nunca una cosa es igual a la otra.






