Por Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Mar del Plata)
En algo no se podrá dejar de coincidir con Claudio Gugnali. Y es que el valor real de este resultado recién se podrá medir cuando termine el torneo. Si a Unión le faltó algún punto, muchos recordarán este partido; y si clasifica por uno, serán esos mismos quienes reconocerán la importancia de haber empatado ayer en Mar del Plata. Y esto es así porque lo único que tiene valor absoluto en el fútbol es el resultado, son las matemáticas. Todo lo demás adquiere carácter relativo (merecimientos, etcétera). Pero los números son totales e inmodificables. Y lo cierto es que Unión necesita meter una victoria de visitante. O por lo menos, esa es la sensación que uno tiene en función de cómo se están dando las cosas, lo que falta y de qué manera la viene peleando Unión, remándola desde atrás.
La pregunta es: ¿mereció ganar Unión? Y la respuesta es contundente: NO. ¿Jugó bien Unión?, y la respuesta también es contundente: NO. Entonces, Unión no puede quejarse del punto. Y si las circunstancias fuesen otras o se estuviera en la primera rueda o lejos del final, quizás le estaríamos dando otro valor al resultado. Y no es así porque Unión necesita ayudarse con victorias, ganando los dos partidos que le quedan en Santa Fe y metiendo algún triunfo de visitante. Si no, los números no le darán. Y esto es absoluto e inmodificable.
Lo aguantó la defensa
El 0 a 0 tiene una rápida explicación, a favor de Unión, y es el correcto trabajo defensivo; no tanto en el primer tiempo (aunque allí apareció el Turco Aseff con buenas intervenciones), pero sí en el segundo, donde el partido se aguantó a partir de un buen rendimiento, sobre todo de los dos centrales (Mosset y Vera), que disimularon las deficiencias de un Fontana que no anda bien y de un equipo que retrocedió exageradamente la línea media para permitir que Aldosivi manejase el partido a voluntad.
Unión se partió, se quebró y desapareció el mediocampo a medida que Aldosivi anticipó más, ganó las pelotas divididas y dominó los rebotes. Ni siquiera la dupla Sartor-Serrizuela que eligió Gugnali para tratar de recuperar protagonismo en el mediocampo, fue suficiente para evitar que el repliegue se hiciera, por momentos, exagerado.
Si bien el primer tiempo de Unión no fue bueno, al menos se paró veinte metros más adelante, con Jorge Torres más activo que Zapata en el manejo de la pelota. Unión no jugaba bien en esa etapa y hasta sufría por ciertas dudas defensivas, sobre todo en las pelotas aéreas, pero tenía momentos en los que dividía el trámite e insistía con los pelotazos para un Pereyra ambicioso y encarador. En esa etapa se produjo la más clara de Unión (mano a mano de Márquez que terminó con un zurdazo débil y a las manos de Campodónico), pero al menos se observaba una actitud más frontal y agresiva que desapareció por completo en el complemento.
Esos 20 metros de retroceso del mediocampo, más la decadencia total en la que entraron los dos volantes laterales, hicieron que el equipo quedara totalmente partido: un bloque defensivo metido cerca del área de Aseff, y los dos delanteros allá arriba, esperando algún pelotazo que llegó, generalmente, dividido.
Sin soluciones, adentro y afuera
Dentro de ese panorama, ¿qué podía hacer Gugnali? Primero, que el equipo avanzara esos 20 metros que había retrocedido en la cancha (obligación de los de adentro), y después, corregir algunos defectos con los cambios. ¿Qué defectos?, la falta de presión de los volantes, algo que hacía y bien Aldosivi para recuperar la pelota lo más cerca posible del área de Aseff, y el emparejamiento del trámite a través de un mayor control de la pelota.
¿Qué tenía Gugnali en el banco?, la posibilidad de incluir, por ejemplo, a un jugador como Urresti, con aire y piernas para salir a pelear el partido más arriba y para que se trabaje más en la presión sobre los volantes rivales. Sin embargo, el técnico prefirió otra cosa y fue cambiando pieza por pieza. Sacó dos puntas y metió otros dos, exceptuando el cambio de Fontana porque se fue golpeado y se trató de un cambio obligado.
El tema no era meter jugadores frescos arriba, porque el síntoma más grave estaba en la mitad de la cancha y en esa falta de control total del juego que tenía Unión. Lo explicó Gugnali después del partido, pero dando la sensación de que la idea fue la de apostar a alguna jugada individual que, evidentemente, era muy difícil que pudiera producirse ya que en ningún momento la pelota lograba salir lo suficientemente clara del medio para el aprovechamiento de los dos delanteros con piernas y pulmones que había arriba.
Mientras haya vida...
Está claro que hoy, a cuatro fechas del final y con 34 partidos jugados, existen cosas que a este equipo no se le pueden reclamar. Si Unión fue un equipo al que muchas veces superaron en el control de la pelota, si no tuvo suficiente capacidad de recuperación en el medio, si no presionó con firmeza y eficacia al mediocampo rival para que no se arme con espacios, pedirle que cambie todo eso hoy, que se convierta en un equipo agresivo para recuperar y convincente para jugar, es complicado.
Unión llegó hasta acá jugando así, con algunos puntos que supieron sacar sus defensores (el de ayer fue uno de esos partidos), con otros que se construyeron en función de cierta eficacia ofensiva y aprovechando el estado de mediocridad futbolística (no de competitividad) casi generalizado que abunda en este torneo.
Cuando Unión le ganó a Platense y también cuando lo hizo ante Almagro, dijimos que iba a ser complicado que Gugnali mantuviese el 4-3-3. Lo modificó y no sólo que no ganó, sino que lo que se intentó solucionar metiendo un volante de neto corte defensivo (Sartor) por un delantero (Zárate), tampoco se consiguió. La pregunta es: ¿qué debe hacer Gugnali? Y hoy, la respuesta es que debe pugnar por elegir el camino que más potencie a su equipo y que le permita sacar resultados. Unión tiene que tratar de jugar bien sin que esto implique que juegue lindo. Y para jugar bien tiene que asumir un protagonismo que ayer, evidentemente, no tuvo. Posiblemente porque Aldosivi fue más a la hora de la presión, del anticipo, del despliegue y hasta para arriesgarse; pero entiendo que más allá de reconocer que el rival también juega, Unión necesita asumir riesgos y mostrar una actitud más provocativa, sin desordenarse ni tampoco cayendo en la desesperación ni extralimitándose en las ansiedades, que a veces resultan malas consejeras, pero tampoco limitándose a esperar que pasen los minutos y pensando que el punto sirve cuando, en realidad, Unión tiene que jugarse la vida en estos cuatro partidos que restan simplemente por eso, porque todavía hay vida. Y se puede.




