Por Darío Pignata - [email protected]
Las pocas ideas de Unión -que dependían casi en exclusiva de alguna fantasía de Marcos Flores- se diluían bajo la llovizna santafesina. Ni se notaba que hacía 25 minutos que el dueño de casa jugaba con un hombre más, porque antes del minuto del complemento los tucumanos se quedaron con diez cuando Serrano vio la roja. Es más, aun con uno menos, el puntero le había perdonado la vida a Unión en la propia nariz de Assef con tres llegadas seguidas: Campodónico solo de cabeza, Romano a las manos del "Turco" y Krikorián cabeceando alto.
Con el cielo partiéndose a pedazos con truenos y relámpagos, desde Cándido Pujato le empezaron a pedir a Gugnali que pusiera a Pereyra. Bueno, a esta altura, los futboleros ya saben cómo "piden" esas cosas los hinchas. Lo mismo con la impaciente Techada. ¡Cómo habrá sido la histeria que había en ese momento que Gugnali se metió adentro del techito del banco como para poder concentrarse y no escuchar! Después, más tranquilo, el propio entrenador explicó que él no se puede confundir por la necesidad de la gente. Es bueno que lo sepa. Porque Gugnali dirige un equipo que tiene miles de hinchas con corazones necesitados de alguna alegría.
En el calor de las masas que confluyen a una cancha de fútbol siempre se dan la mano el prohombre y el villano. Y todas las opiniones valen. "Tenemos menos que en el torneo anterior... no trajimos a nadie y se fueron Paulo Rosales y Canuto", se podía escuchar por los pasillos del 15 de Abril. Hasta que Leandro Zárate hizo callar todas las quejas con una media vuelta letal, impensada, sólo apta para goleadores. ¡Cuántas de esas pelotas se le habrán ido imaginariamente hasta la Ciudadela tucumana cuando vistió la camiseta de Atlético Tucumán en el Jardín de la República!
A la salida de un lateral, la paró teniendo la marca de Monge que le soplaba la nuca. En el mismo movimiento, de espaldas al arco, giró y pateó de zurda, supuestamente su pierna menos apta, clavándola junto al caño derecho bajo de "Tito" Caffa que todavía se está revolcando. En la corrida desenfrenada del gol más gritado en los últimos tiempos, buscando el banco para celebrar con los suplentes, la "Chancha" indicaba con los dedos de sus manos el número "9" que lleva en la espalda. Como diciendo "soy el 9, para esto vine...". Y a decir verdad, hacía tiempo que un gol no era tan propiedad privada de un solo jugador como el latigazo de Zárate. Rompió todos los cálculos el cordobés. Porque nadie esperaba que se diera vuelta y pateara. Menos de zurda. Y mucho menos desde tan lejos y con la marca en la espalda.
En el país de los ciegos...
Lo peor que le puede pasar a Unión jugando en la +B+ es... justamente... acostumbrarse a ser de la "B". Entonces, cuando las temporadas pasan sin poder cristalizar el retorno a Primera División, el pesimismo de algunos a veces puede más que la ilusión permanente de los otros. Frases como "tenemos menos que antes", "no trajimos a nadie" y "Talleres se come el campeonato con los refuerzos que compró" estaban a la orden del día. Pero el fútbol siempre será once contra once y en esa mágica hierba todo es posible durante 90 minutos en cuanto a resultados.
Unión, que tuvo algunas escasas ráfagas puntuales de fútbol, lo bajó al puntero sin evidenciar grandes mejorías de funcionamiento respecto del torneo anterior. Pero sí se notó una notable predisposición anímica para pensar en positivo. Eso se reflejó en la forma de pelear cada pelota. Entonces, la famosa actitud quedó a salvo.
En un receso de mercado donde Unión menos ruido hizo en los últimos años, anoche pegó el grito más importante en el ascenso. No sólo porque lo bajó al puntero, sino porque Quilmes y Chacarita también gritaron los goles de Unión, ya que son los escoltas que están al acecho.
Es posible que Unión no tenga un gran equipo. Y también es posible que las obligadas bajas de Paulo Rosales e Ignacio Canuto le quiten al entrenador posibilidades de recambios jerarquizados para determinados partidos de acá hasta el final, que es cuando se define todo.
También es real que San Martín de Tucumán es puntero, pero de 20 partidos que jugó ya perdió cinco. Unión, que le ganó anoche, apenas perdió uno más en el mismo tiempo. ¿Qué quiere decir esto? Que en el país de los ciegos, el tuerto es rey. Unión es un equipo discreto, pero los tucumanos sin Jota Morales -el refuerzo que vino a Colón y estuvo en el 15 de Abril viendo el partido- quizás no sean mucho más. Entonces, el griterío de todos los hinchas saltando bajo la lluvia y los bocinazos armando la caravana por las calles de Santa Fe tienen un sustento emocional.
Unión arrancó bien el año, lo bajó al puntero, se puso a cinco de los tucumanos y sumó tres puntos importantes para instalarse arriba. Hay un claro pócker de posibilidades: los cuatro primeros de la global tienen chance. Dos ascienden derecho viejo y los otros dos juegan la Promoción con los de Primera. Con más aprovechamiento de los defectos ajenos que potenciando virtudes propias, Unión está ahí. Mezclado en la discusión. Tiene un arquero que ataja más que bien, un "9" que la mete y un montón de voluntades.
Lo de la "Chancha" Zárate empieza a ser cada vez más importante: llegó a diez goles en veinte partidos. Es decir que festeja seguido. Y lo hace sin jugar con punteros al lado (como podría ser Pereyra) ni tener un segunda punta que lo acompañe (como podría ser Ferrer). Parafraseando una obscena ironía, Zárate hace los goles por "insistidor". Es todo fuerza, atropello, ganas. Es el jugador que hace menos de un año "nos vendió" Carlos Alberto Trullet. Lo pidió tanto cuando armó este equipo que hasta llegó a cansar. Su frase de "son 92 kilos de pura potencia lanzados en velocidad" retumbaba en todas las radios. Ese jugador que él pidió y por el que casi nadie pagaba nada, empezó a ganarse a la gente con sus goles. Esos mismos goles que fue a buscar Trullet pero que Zárate empezó a anotar con Gugnali. Suele pasar. Así es el fútbol.






