Leo Madelón dijo luego del partido que necesita cinco refuerzos como mínimo para el año que viene. Lo dice en una temporada en la que, al comenzar, había señalado que “no tengo excusas, ahora los dirigentes me pueden echar tranquilos porque me trajeron todo lo que pedí”. Palabras más, palabras menos, eso fue lo que dijo. O lo que dio a entender.
¿Por qué ahora pide una buena cantidad de jugadores y, se supone, que vengan a jugar?. Porque quizás avizore algunas definiciones: 1) que algunos se irán; 2) que quizás alguno se pueda vender; 3) que algunos de los que él pidió no le rindieron de la manera esperada y no cree que pueda mejorarlos.
Madelón ha sido un experto en esto de potenciar jugadores, de sacarle jugo al plantel y llevarlo a rendir casi a la máxima expresión. La pérdida de potencialidad ha sido muy clara en esta oportunidad. Se fueron jugadores que no pudieron ser reemplazados. Y otros, caso Acevedo, no son lo que eran.
Ni los que llegaron hicieron lo suficiente para alcanzar el nivel de los que se fueron ni los que se quedaron son lo mismo. Conclusión: el equipo ha sido irregular y menos de lo que los dirigentes y el técnico se plantearon a la hora de reformar el plantel con la idea de mejorar la campaña y buscar algo superior (llámese pelear por entrar en la Libertadores). Por eso, este pedido que a algunos seguramente sorprenderá, de parte del entrenador, significan una lectura de una realidad que no conforma.