Juan Manuel Sánchez
(Especial para El Litoral)
Héctor Iván Varisco llegó a Unión en 1989. Por vivir juntos en el mismo departamento, sumado a las horas de entrenamientos, Hernán René Solari se convirtió en uno de sus mejores amigos. Por mucho tiempo, Varisco, estuvo enojado con él mismo por no poder convencer a Solari que se quede a festejar en Santa Fe luego del clásico de 1993 y no se vuelva a su pueblo.
Aquél sábado 23 de marzo de ese año era especial para Santa Fe, una nueva edición del clásico paralizaba a la ciudad. A las 19, televisado para todo el país, Colón buscaba seguir siendo el puntero del Nacional B, campeonato que peleaba junto a Banfield; y Unión, aquél equipo de Hilario Bravi, no llegaba al Cementerio en las mejores condiciones futbolísticas, no era buena la campaña y un empate significaría un triunfo para el tatengue.
“A Colón íbamos a poner la cabeza. Veníamos muy mal, estábamos en una época de transición y después de mucho tiempo los juveniles del club teníamos la posibilidad de jugar, yo esperé dos años en el banco hasta que fui titular y el “Indio’, después de tanto luchar, parecía que encontraba su lugar”, contó Varisco.
“Llegué al club en 1989, ahí ya estaba Solari, él venía trabajando desde hacía varios años en las inferiores y el club me mandó a vivir a un departamento con Palet, Eduardo Magnín, el Flaco Saiz y el Indio, así comenzó nuestra amistad, compartíamos muchas cosas juntos todo el día, éramos todos juveniles y una época dura porque nos costaba llegar. En ese tiempo, por más que uno tenía condiciones futbolísticas, en el club era difícil confiar en los chicos de las inferiores”, cuenta Varisco, hoy radicado en Esperanza.
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