El inesperado golpe bajo recibido en Bahía Blanca contra el inexistente Villa Mitre hace una semana podía curarse con un solo remedio: ganarle a los agrandados sanjuaninos, que venían de bajar a Olimpo en el último minuto y estaban invictos con “Teté” Quiroz. Porque los mismos jugadores de Trullet reconocían ayer, en medio del festejo, que la semana de entrenamiento había sido más dura de lo habitual por los efectos de una caída que no estaba en los planes de nadie. “Fue doloroso lo de Bahía para todos”, contaba el “Tato” Canuto a cada micrófono que se le acercaba. Es que fue así. Porque hace una semana Unión perdió contra el viento y contra la distancia en kilómetros. Y si bien está gastado el verso de “queremos la revancha lo más pronto posible”, el rival que llegaba a Santa Fe no era de lo más accesible que digamos: tercer mejor equipo de la tabla detrás de Olimpo y Rafaela, un puñado de partidos sin perder desde la llegada de Quiroz y el envión anímico por haber sepultado al puntero con la última pelota del partido que empujó Tonelotto.
Con máxima concentración, los dientes apretados, el corazón caliente y la mente fría, Unión salió al lastimado césped del 15 de Abril a buscar el antídoto para el veneno de Villa Mitre. Si algo no podía hacer en la búsqueda del tesoro era enloquecerse, porque el descontrol propio hubiera sido mortal. Salió a jugar sabiendo que tenía que ganar, pero también sabiendo que los partidos de fútbol tienen 90 minutos de duración.
Al partido lo empezó a ganar de atrás hacia adelante, porque Desvaux se lo metió en el bolsillo a Tonelotto, Yacob borró de la cancha a Sacripanti y el chiquito Acosta se hizo dueño del mediocampo con una tranquilidad asombrosa, a pesar de los poquitos minutos en Primera. Con pelota y -fundamentalmente- sin pelota, los tres le hicieron honor a una palabra: “anticipo”. Y como complemento, por afuera, los dos marcadores de punta adelantados (Fontana en la derecha y Ruiz a la izquierda) cerraron sus caminos casi siempre. Entonces, de no ser por un tiro de Sacripanti que lo obligó a volar como nunca y de esa distracción fatal en salir a festejar que pudo corregir sacándola por arriba del travesaño cerca del final, Nereo Fernández miró el partido desde un arco.
Zapata, Pereyra y Rosales
Unión, acostumbrado a jugar por abajo en Santa Fe, fue el más perjudicado por el mal estado del campo de juego. La zona más dañada era, justamente, la banda de la Techada, notándose claramente cómo quedaban las huellas de las pesadas estructuras de los escenarios que se montaron para que respectivamente toquen rock La Renga y Callejeros. Pero ese campo resbaladizo favoreció, por fisonomía física y contextura futbolística, puntualmente a un jugador de Unión: Martín Zapata. El “Chapa”, que viene sosteniendo un nivel de compromiso más que interesante en los últimos tiempos, se transformó en un verdadero todo-terreno. Fue por todos lados, gambeteó, entró y salió cuantas veces quiso.
Pateó varias veces al arco y sólo le faltó embocar una para completar una noche redondita.
Al insoportable ritmo de Zapata, se sumó otro exitoso invento del entrenador rojiblanco. Es que Trullet, esperando una marca tipo cerrojo sobre Rosales, invirtió los roles: arrancó César Pereyra un poco más atrás -casi como lanzador- y el habilidoso “10” fue más de punta. Esta sorpresita posicional descolocó a los sanjuaninos y a Unión le dio sus frutos a tal punto que el mismo Paulo Rosales apareció clavado en el punto del penal, como si fuera un “9” de área para cabecear al gol la jugada que armó Ruiz con un rodeo, Fontana con un desborde, Peralta Pino con la devolución de la pared para que el tucumano le pusiera un centro “como con la mano” en la frente al “10” de Unión.
Así, a falta de un delantero de área con gol tipo Bazán Vera, Tilger, Silvera o el “Loco” Marzo, Paulo Rosales se las ingenió en lo que va de la temporada para acumular 11 gritos. Pero, como dato más impactante aparecen los números de este torneo Clausura 07: el habilidoso Rosales ya lleva 7 goles en 15 partidos jugados, con una media de un gol cada dos cotejos. Y en este punto será fundamental, si el otro punta -ayer Peralta Pino- no se destapa, que Paulo Rosales y César Pereyra sostengan la cuota del gol de este equipo.
Los cambios: 10 puntos
Introducir modificaciones debe ser siempre un riesgo para cualquier entrenador. Para Trullet, en Santa Fe y debajo de la Techada, increíblemente ese riesgo se duplica. Es como que existe todo un karma entre el DT y algunos plateístas a la hora de sacar y poner los muñequitos del mete-gol.
Pero si la lupa sólo se fijara injusta y caprichosamente en las variantes de un entrenador para evaluar su capacidad, los incorformistas de siempre en cualquier estadio de fútbol se quedaron mudos ayer. Porque los tres cambios que hizo Trullet impactaron positivamente en el equipo y en el desarrollo de un partido complicado. Porque Weiner le dio aire a un ataque que tenía en Peralta Pino a un jugador extenuado -el desgaste del “Mono” fue brutal-, Battión ofreció más soluciones posicionales (se cerró al lado de Acosta) que de manejo y Marcos Torres por Fontana generó varias cuestiones: Zapata de “8”, el “Chavo” Ruiz de “3”, el ex Lanús de carrilero izquierdo y línea de cuatro atrás, porque San Martín había salido a quemar los maderos de San Juan con tres puntas.
Y si bien la reacción anímica de los cuyanos era obvio, Unión nunca perdió el control del partido ni el manejo de la pelota. Y si no lo liquidó antes fue porque con los tres cambios realizados, César Pereyra quedó prácticamente en una sola pierna, cansado y perdiendo varios balones.
El mismo puntero lo pudo cerrar, cuando después de un pase-gol de Weiner, quedó cara a cara con un Monasterio que había empezado a rezar: “cuchara” de Pereyra, sombrerito al arquero, un pique, otro pique y un defensor que llega para salvar sobre la línea.
Allí, el final fue cinematográfico. Unión vivió todos los géneros juntos: un poco de alegría y humor (cuando parecía que la vaselina de Pereyra entraba); algo de miedo y terror (cuando la pelota no entró y salió rebotada en el travesaño para la contra sanjuanina); mucho de suspenso (cuando Roth le pegó desde la mitad de la cancha y Nereo no estaba); bastante de drama (mientras el mismo Nereo retrocedía y la pelota se metía) y una acción total en el desenlace (salvó el arquero y los bancos se agarraron a trompadas, porque los sanjuaninos se molestaron por una “invasión de campo” del PF Guillermo Fernández).
El pitazo de Pittana frenó el boxeo, volvió al fútbol y desató el delirio. Fue emocionante ver el ramillete de jugadores tatengues, incluso con los suplentes -Assef y Barreto- en la montonera, y con los otros integrantes del plantel que ni siquiera juegan, como el “Flaco” Rami por ejemplo, en la misma sintonía.
Arriba, las tribunas se movían. Unión ganó anoche el partido que nunca gana, quedó a tres de la punta porque perdió Rafaela (potencialmente a cuatro si Olimpo le gana mañana en Bahía a Tiro Federal), se metió en el Reducido y sueña con el tercer puesto por un ascenso directo (quedó a tres de Tigre). Faltan 16 puntos y el sábado volverá a jugar de local frente a Talleres, en una cancha que reventará tanto seguramente como aquéllos cruces inolvidables del "79 y del "96.
En una hierba dañada, Unión sembró anoche la semilla de su ilusión. Este humilde equipo de Trullet pasó de la pesadilla en Bahía contra Villa Mitre al sueño de anoche contra los sanjuaninos después del festejado 1-0.
Su histórico campo de juego escuchó, en los últimos tiempos, la música más ruidosa. Primero La Renga... después Callejeros...Y anoche tocó Unión.







