Caracoles es un centro educativo autogestionario que se empezó a pensar y a gestar en 2015. Está orientado a construir e impulsar diferentes experiencias, enmarcando sus acciones en una perspectiva de trabajo “con otros” y no “para otros”.
Cuenta con espacios de formación en distintas disciplinas, los más concurridos son carpintería y textil. Asisten 130 niños, adolescentes y adultos en situación de vulnerabilidad social.
Caracoles es un centro educativo autogestionario que se empezó a pensar y a gestar en 2015. Está orientado a construir e impulsar diferentes experiencias, enmarcando sus acciones en una perspectiva de trabajo “con otros” y no “para otros”.
Situado en Facundo Zuviría al 7900, el Centro tiene una ubicación estratégica que permite el encuentro entre diversos barrios: Transporte, Villa Elsa, San José.
Se fundamenta en los ejes autogestión, cooperativismo, ayuda mutua e integralidad, y surge como una reacción frente a un contexto que fragmenta los lazos.
Ayelén Dutruel (29), Licenciada en Trabajo Social y una de las impulsoras de Caracoles, señala que frente a una realidad social cuanto menos complicada “se profundizó la necesidad de tejer redes con otros. Para pensar la política pública en términos de gestión colectiva, es fundamental poder repensar los derechos y los accesos a los mismos”, sostiene.
Más de 130 personas transitan Caracoles. Muchas de ellas se encuentran en situación de vulnerabilidad social, por lo cual posicionarse como comunidad educativa y popular resulta indispensable para luchar y resistir a los procesos de opresión, para imaginar otros futuros, otras posibilidades; soñar y resignificar las trayectorias de vida.
Caracoles cuenta con espacios de formación en distintas disciplinas, los más concurridos son carpintería y textil. Niños, adolescentes y adultos se reúnen no sólo para aprender, sino para construir desde el encuentro con otros. El Centro intenta articular los talleres haciendo partícipes de la toma de decisiones a todos los que se involucren en los mismos.
“No somos especialistas en oficios, vamos aprendiendo conjuntamente. El desafío es poder democratizar los saberes y resignificar los roles con los que salimos de la universidad. Cuando empecé a pensar en este espacio tuve que resignificar todo lo aprendido. Construir poder popular es una apuesta; que el conocimiento circule, que todos entendamos lo que se está hablando en una asamblea es un desafío”, destaca Ayelén.
En materia de producción, Caracoles ofrece servicios textiles y de carpintería, confeccionando o construyendo a pedido y a medida lo que el cliente solicite. Se intenta así que los espacios destinados a la elaboración tengan un desarrollo tal que permitan financiar, por ejemplo, el lugar físico en el que se encuentran.
Pero estos servicios no alcanzan para solventar todos los gastos. “Para seguir existiendo armamos un rompecabezas de recursos. Actualmente tenemos dos convenios estatales vigentes que ayudan a financiar nuestras actividades; con la Subsecretaría de Niñez en el marco de los Centros de Día y el programa “Nueva Oportunidad” que tiene como población objetivo los jóvenes en situación de criticidad social” señala Ayelén, quien destaca que la relación con el Estado, más allá de lo económico, es sustancial.
“En materia de niñez, hay muchas cosas que criticamos. Sin embargo, con el Estado provincial, abrimos el diálogo y nos encontramos en las diferencias” afirmó Dutruel, haciendo hincapié en lo necesario que resulta encontrar un punto medio entre lo que el Estado pauta como requisito para acceder al beneficio y lo que desde el Centro consideran beneficioso para la organización.
Para Ayelén, la tarea principal es “armar redes desde los distintos grupos dentro del territorio, de la salud, la educación, para ir ampliando la co-gestión en las políticas públicas. Que se pueda gestionar el recurso económico a través de marcos normativos en los que se involucre a quienes trabajamos en esto”.
También disputan con el Estado el recurso del trabajo; “hay muchas horas puestas resolviendo de algún modo lo que ellos no resuelven” sentenció, añadiendo que la autogestión no es por afuera del aparato estatal, sino en disputa con él.
“Más allá de la tarea que nos reúne, nos cruza la vida. La conciencia de participación se construye todo el tiempo colectivamente. No hay alguien que nos diga qué hacer ni resuelva los problemas” reflexiona Ayelén.
Isabel Romero (45) es educadora e integrante de Caracoles hace dos años. Asegura que el Centro es su segunda casa: “Conocí gente que me da muchas cosas positivas, no es fácil encontrar quien te contenga en momentos difíciles. No puedo expresar lo que significa para mí, más allá de los talleres y las asambleas: caracoles es corazón”.
Marcela Monzón (24) forma parte de la organización desde sus inicios, hace 4 años. Asegura que el verdadero desafío es construir colectivamente y pensando en un futuro mejor, teniendo claro que la herramienta es la educación popular.
Caracoles forma parte de la cotidianidad de muchas personas, la mayoría con necesidades imperiosas como un techo que los albergue. Lo idearon quienes día a día deciden arremangarse los privilegios y desaprender todo lo que les enseñaron. La fuerza que los moviliza es tan grande como el deseo de construir una realidad más justa y el camino que transitan está plagado de historias personales pero tiene un único destino: la reivindicación de lo colectivo.
Además de personas que estén interesadas en participar del proyecto, Caracoles necesita computadoras para poder activar el programa “Vuelvo a Estudiar” virtual y demás capacitaciones informáticas para la comunidad. Los interesados en realizar donaciones pueden contactarse vía mail: [email protected]