Nicolás Loyarte

Llega la Nochebuena y antes de definir el menú hay que decidir con quién brindar.

Nicolás Loyarte
@nicoloyarte
A días de celebrar la Nochebuena comienzan los preparativos familiares. Se definen el lugar, el menú y los invitados. Pero este año la mesa navideña tiene un condimento especial: algunas familias están divididas por lo que los anti kirchneristas llaman “la grieta” y los kirchneristas, división ideológica.
Esta contrastante mirada de la realidad política de nuestro país se agudizó durante ese año con un cargado calendario electoral que trajo cambios políticos en el país y, en algunos casos, provocó el distanciamiento entre personas que antes mantenían una al menos aceptable relación familiar, de amistad, o de compañerismo.
La Navidad, desde una mirada espiritual, es para los católicos la conmemoración del nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, que trae la esperanza de la nueva vida como símbolo de renovación. Es también una fiesta familiar, con banquete y regalos.
El problema empieza cuando la “sorpresa de la noche” es un comentario “fuera de lugar” o una discusión que lo arruina todo.

“Procurar el encuentro con los seres queridos debería ser una prioridad. Para ello es necesario muchas veces evitar los temas que pueden conducir a un conflicto entre los presentes”, opinó María Laura Divi, licenciada en Ciencias de la Familia, que trabaja de forma interdisciplinaria con psicólogos y otros especialistas en la atención e investigación en salud desde la perspectiva psicológica, en el instituto Me Salud, de nuestra ciudad. “Esto no quiere decir que se está negando la realidad, sino que, por el contrario, se valora la compañía más allá de las diferencias —reforzó—. Es importante tener en cuenta, en un año tan politizado, que las diferencias ideológicas no invalidan al otro como persona. Constituyen sólo un aspecto de toda la riqueza personal que mutuamente podemos ofrecernos”, agregó la orientadora familiar.
¿Cabe la posibilidad de no juntarse con ciertos familiares para evitar conflictos?
Llegar al extremo de no juntarse evidencia la incapacidad personal de no poder ponerse de acuerdo o aceptar las diferencias, el pensamiento distinto. El pensamiento ideológico constituye un aspecto de la persona. Dejar de reunirse por las diferencias políticas pone de manifiesto otras dificultades personales que van más allá de lo ideológico y sería bueno revisar. Reunirse puede ser un motivo para encontrarse nuevamente y replantear la relación, procurando superar las diferencias con cordialidad.
“Ser distintos es positivo. Pero también es cierto que en la actualidad la diferencia tiene una connotación negativa. Esto es una pena porque da lugar a la intolerancia, el rechazo y el distanciamiento, e impide el intercambio, que enriquece a las partes”.
¿Se llegó a esto porque quienes piensan distinto se cansaron de ser tolerantes con el otro?
Los seres humanos somos esencialmente diferentes. Hay diferencias que para muchos son difíciles de aceptar. Estas se manifiestan en todos los aspectos de la persona: valores y principios, creencias, personalidad, carácter, aspecto físico, modo de establecer las relaciones interpersonales, objetivos de vida. La dificultad está, a mi criterio, en la visión de esta cualidad como algo negativo. Los estereotipos a los que estamos permanentemente expuestos dificultan muchísimo la aceptación de la diversidad. Y esto es fundamental para la vida en relación. No se trata sólo de “tolerar”, sino de respetar y valorar estas diferencias procurando vivirlas como una forma de enriquecimiento personal mutuo.
¿Es una lucha a capa y espada por ser los dueños de la verdad?
Si esta aceptación de la que hablamos no es mutua, estamos muy lejos de ir progresivamente hacia un punto de encuentro con el otro, en efecto lo que se produce es un distanciamiento. Es necesario que los diferentes puntos de vista sean entendidos como lo que son, justamente: puntos de vista. El convencimiento personal de ser “portador de la verdad” y pretender que los demás así lo entiendan y reconozcan, conduce a un creciente disputa entre las personas, corriendo el riesgo de caer en un fanatismo ideológico que impide razonar y reflexionar juntos. Esto obviamente genera sentimientos que enfrentan a unos y otros.
“Dejar de reunirse por las diferencias políticas pone de manifiesto otras dificultades personales que van más allá de lo ideológico y sería bueno revisar”.
¿Cómo repercute todo esto en la familia?
Depende. Hay familias que pueden manejar saludablemente estas diferencias y otras que, lamentablemente, son víctimas de esta intolerancia. hay grupos familiares que prefieren evitar situaciones potencialmente críticas y otros que pueden manejarlas mejor, sin tener que evitar el encuentro familiar.
¿El estrés, el calor, las posibles frustraciones a la hora del balance, pueden contribuir a ser menos tolerantes con las personas que amamos?
Por supuesto que todo esto influye. Cuando llegamos a ésta época del año la evaluación personal de logros alcanzados y expectativas cumplidas suele ocasionar emociones y sentimientos muy variados. Cuando este balance resulta positivo es motivo de satisfacción y alegría, pero cuando los resultados no son los deseados, la frustración y malestar suelen ir acompañados de otras emociones y sentimientos como tristeza, enojo, desgano, bronca e irritabilidad.
Y si se le suma algunas copas de más puede envalentonarse...
El consumo de alcohol libera algunos frenos que uno activa previamente para evitar la confrontación, en ciertos momentos una conversación se puede tornar en una acalorada discusión. Un par de horas después de discutir no se calla nada. Por ello es importante realizar una preparación previa, interior, previendo que si se tocan determinados temas, hay que tratar de no perder el control.
“El convencimiento personal de ser portador de la verdad y pretender que los demás así lo entiendan y reconozcan, conduce a un creciente disputa entre las personas".
¿Es sólo una cuestión de descontrol?
Aceptar las diferencias es una gran dificultad que se observa en gran parte de la sociedad. Los seres humanos somos diferentes. Ello, lejos de confrontarnos debería enriquecernos. La dificultad está en la falta de tolerancia y aceptación de que el otro es diferente. No sólo en la mirada política sino en todos los aspectos de la vida. Tenemos personalidades diferentes.
Uno escucha el justificativo “y qué querés, si somos distintos”. Ser distintos es positivo. Pero también es cierto que en la actualidad la diferencia tiene una connotación negativa. Esto es una pena porque da lugar a la intolerancia, el rechazo y el distanciamiento, e impide el intercambio, que enriquece a las partes.
¿Por qué se busca la confrontación en vez de los acuerdos?
Principalmente porque existe una importante dificultad para comunicarnos adecuadamente. Paradójicamente, en la era de la comunicación, que es predominantemente digital, la comunicación humana, gestual, postural, de intercambio e interpretación de miradas, está cada vez más limitada y empobrecida. Comprender al otro implica conocerlo. Para ello es esencial la convivencia, el contacto personal con el otro, tiempo de calidad compartido en el cual se aprende a interpretar al otro y respetarlo. Cuando esa relación se encuentra invadida por lo digital —que tiene otros beneficios— impide conocerse adecuadamente y por ende alcanzar acuerdos.
¿Cuál es el primer paso que hay que dar para superar la intolerancia?
Insisto con que hay que estar dispuesto a aceptar al otro como es, con sus virtudes y defectos. Hablo aquí de la comprensión humana. Por lo general uno se forma una idea de lo que quiere que el otro sea y allí empieza el problema, porque el otro no es como yo quiero que sea, es como es. Sólo partiendo de esta aceptación genuina del otro podremos vincularnos de un modo constructivo con los demás, ayudándonos unos a otros a mejorar como personas y como sociedad. De lo contrario, caemos en la falta de aceptación de las diferencias y en un grado mayor en la intolerancia.
Por no hablar de nuestras diferencias la “bola de nieve” es cada vez más grande...
Hay una visión exageradamente individualista de la realidad. Pareciera que para muchos no existe otra forma de entender los acontecimientos: “Todo es como yo lo veo”. Cada uno circunscribe la realidad de un modo autoreferencial. Hay una enorme dificultad para ponerse en el lugar del otro. En cambio, si lo hacemos, si logramos empatía podremos ser mucho más comprensivos y tolerantes, estableciendo vínculos más saludables con los demás. Si no me muevo de mi lugar, de mi mirada, tendré mayor dificultad para entender al otro. Necesito ponerme en su el lugar del otro para comprender lo que le sucede, qué necesita, qué es bueno para él. Es esencial tener en cuenta al otro, porque no vivimos aislados, vivimos en sociedad y en relación constante con los demás.
