Por José Curiotto
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Se puede estar a favor o en contra, del traslado de los boliches bailables a determinadas zonas de la ciudad de Santa Fe. Se puede apoyar, o no, la política municipal con respecto a cómo organizar la noche. Lo que no se puede hacer es dejar las cosas como están.
De hecho, los propietarios de pubs y restaurantes que hoy protestan sabían, desde diciembre de 2009, que la ordenanza 11.622 -que declaró la “emergencia nocturna”- establecía el 31 de agosto de 2010 como fecha límite para que adecuaran sus actividades con los rubros en los que están enmarcados. Pasaron ocho meses y nada hicieron por adecuarse a las nuevas circunstancias.
Es cierto que pueden quedar empleados en las calles. Es verdad que ganarán menos dinero con la readecuación de sus negocios.
Pero también es real que las normas están para ser cumplidas, que la discusión en este sentido se planteó el año pasado, que los vecinos de zonas residenciales tienen derecho a vivir con tranquilidad y que las normas de funcionamiento o de seguridad establecidas para un local bailable no son las mismas que las que se les exige a un pub o a un restaurante.




