Florencia Arri

Plomeros e ingenieros aseguran que cada dos días inspeccionan una vivienda con erosión de suelo.

Florencia Arri
Una pared con humedad que no alberga en su interior ninguna cañería; rajaduras evidentes en el revoque; baldosas que se separan, que devuelven un sonido hueco al golpe del puño. Estos son indicios de que un problema invisible comenzó hace tiempo: una pérdida de agua a nivel subterráneo que lavó el suelo y lo desgastó, afectando la capacidad portante de las paredes.
Todo indica que este problema que trascendió en los últimos meses por la presencia de socavones en seis casas de calle Dorrego al 3300 y al 3400 sucede en barrios del centro y sur de la ciudad. Plomeros e ingenieros visitan entre 3 y 4 casas por semana tras el llamado de un propietario preocupado por la detección de uno de estos síntomas.
“Esto sucede desde hace tiempo en diferentes barrios del centro y del sur por la edad de las construcciones”, contó el plomero Rafael Bugna, quien suma treinta años en la profesión y hoy preside la Asociación Santafesina de Sanitaristas. Bugna explicó que hasta la década del ‘70 se instalaban cañerías de material vítreo —barro cocido— o cañerías de plomo, muy sensibles a los movimientos de suelo. “Con las inundaciones las napas suben y después bajan, lo que puede generar fisuras en estos caños quebradizos y, con el tiempo, lavar el suelo hasta formar un hueco”, detalló el sanitarista.
Los entendidos señalan que no siempre es responsabilidad de la casa o de Aguas Santafesinas (Assa). “No se puede echar culpas, hay causas concurrentes (internas o externas) y otras en las que sí hay negligencia de Assa o de los propietarios; hay que hacer un peritaje y determinar qué pasa, todo es solucionable”, dijo Guillermo Rossler, quien preside el Colegio de Profesionales de la Ingeniería Civil de la Provincia de Santa Fe.
Según su experiencia, el origen del problema puede ser el crecimiento de las raíces de los árboles y el aumento del tránsito sumado al desgaste del tiempo: “Las cañerías tienen una vida útil determinada y sin mantenimiento se van deteriorando, pueden presentar fisuras”, explicó el ingeniero. Esto genera una infiltración de agua que hace un efecto en cadena: primero rompe el desagüe pluvial y después las cañerías cloacales, lo que va lavando el suelo —“el agua se lleva el material fino” aclaró Rossler—, afectando su capacidad de soportar peso, lo que provoca grietas en los muros.
“Es algo que pasó siempre, sólo que hoy trasciende más. La mayoría de la gente no hace un mantenimiento preventivo de las instalaciones, sobre todo en casas antiguas”, lamentó el ingeniero.

Roturas en las cañerías
Por lo general, el plomero es la presencia requerida ante el primer indicio: desagües pluviales o cloacales que rebalsan o se obstruyen, pérdidas de agua que se detectan en el medidor de Aguas Santafesinas. En esos casos, lo primero que hace Bugna es observar con ojo clínico la mancha de humedad. “Cuando es generada por un caño que lleva agua, la humedad es más virulenta, sucede rápido; y cuando la humedad aparece de abajo y avanza lentamente, hay que pensar en un desagüe”, explicó.
El diagnóstico se complejiza en la visita, al notar paredes rajadas y que el suelo de la propiedad se inclina, se hunde. “Si hay rajadura de pared seguramente hay una caverna debajo del piso. Al romper el suelo vemos que algunas veces es profunda, otras es más superficial pero extensa y pasa de una habitación a la otra, o del baño a la habitación antigua”, apuntó Bugna.
La mayor cantidad de consultas provienen de barrio Candioti, del microcentro y de barrio Sur, zonas que hace tiempo tienen cloacas y redes pluviales consolidadas. “A veces son las raíces de los árboles las que más rompen este tipo de cañerías”, explicó el plomero, quien también detectó esta patología en otras zonas donde las cañerías cloacales son más nuevas. “Ahí es un problema de mala praxis porque los caños de plástico son duraderos, si tienen pérdidas es por mala ejecución”, objetó Rafael Bugna.
El remedio, siempre, es reemplazar la cañería. “Pero para eso hay que romper, algo que a nadie le gusta”, reconoció el plomero. Muchas veces son cosas que se detectan cuando se vende la propiedad, “Al entrar en obra, en una casa de barrio Candioti Sur, al cambiar las cañerías encontramos la rejilla del baño a un metro de profundidad, porque una pérdida fue lavando el suelo y se la llevó con ella”, indicó.
Cuestión de peso
La reparación de las cañerías que causaron el problema es sólo atender a las causas. Al embeberse de agua, el suelo baja su capacidad de carga y la casa se deforma, hay puertas o ventanas que no cierran porque ya no calzan en su marco. Para fortalecer las paredes una opción es submurar, hacer una pared debajo del cimiento original. El ingeniero Roberto Contini aplica una solución alternativa: para evitar romper el piso, desde 2004 realiza inyecciones de cemento y construye micropilotes.
“La fundación de las paredes está entre los 80 centímetros y el metro de profundidad. Si el suelo se moja pierde capacidad de aguantar el peso de la pared. Las fisuras aparecen cuando el muro no tiene base, no tiene dónde transmitir su peso y lo que está cargado arriba”, explicó Contini.
Su intervención comienza con un diagnóstico. “Hay que ver dónde y cómo aparecen las fisuras y cómo son las cargas que puede transmitir cada pared”, explicó. El paso siguiente es estudiar los tres tipos de pérdidas (ver “Socavones según la cañería averiada”). Las inyecciones de cemento se realizan desde la superficie, con una bomba a presión. Por su costo, se recurre a esta opción para evitar romper pisos que no pueden ser reparados por su antigüedad o por falta de losetas. “Hacemos perforaciones de una pulgada —buscamos lugares donde no se vean—, inyectamos cemento. Con una cámara vemos si llega al hueco y sellamos por fuera la cañería. Ese trabajo es específico y sólo se puede hacer cuando la cañería no está dañada”, detalló el ingeniero.
Contini coincidió con sus pares en que el problema sucede en toda la ciudad, también en la vecina ciudad de Paraná, e incluso en el laboratorio de la planta de Aguas Santafesinas, sobre calle Ituzaingó.
“Fue sobre un diseño que hicieron los técnicos de Assa y que nosotros ejecutamos: el suelo había perdido capacidad portante por la rotura de una cañería que habían reparado pero que afectó al suelo”, contó Contini, y dejó su consejo: “Esto es parecido a los médicos: hay que ir y ver qué indicios aparecen en la casa según las fisuras, las humedades, el piso. Antes de intervenir hay que ver qué se detecta, entender el problema y analizar abordajes”.
Socavones, según la cañería averiada
El ingeniero Roberto Contini explicó que la infiltración de agua difiere en su intensidad según la cañería que la origina.
-Desagües cloacales. El inodoro descarga una cantidad de agua en poco tiempo. Al tirar la cadena se llena la cañería y si hay una fisura el agua sale por allí, embebe el suelo adyacente, y vuelve entrar al canal de agua pero con suelo. Así se produce el socavón: se va perdiendo suelo en la misma cañería de desagüe, el desgaste es más rápido porque el suelo se lava cada vez que se tira la cadena.
-Desagües pluviales. El desgaste es más lento porque sólo se produce cuando llueve y el caudal de agua es más parejo. Los desagües son más superficiales porque tienen que salir a la vereda, al nivel de la cuneta, y por eso pueden provocar fisuras en las paredes.
-Cañería de provisión de agua. El agua debe tener presión para subir al tanque y salir por la canilla. Si eso tiene una pérdida, eso embebe el muro por la presión que inyecta agua al suelo en forma permanente. Pueden producirse grandes socavones salvo que esa pérdida se conecte con un desagüe.