Enrique Butti
Enrique Butti
Nydia Andino es una artista plástica santafesina que crea dibujos, pinturas, serigrafías, grabados, cerámicas y objetos escultóricos empleando distintos materiales: óleo, acuarela, esmaltes sintéticos, pigmentos naturales e industriales, tinta sobre papel, telas y otros materiales utilizables para las obras. Desde hace dos años se dedica a desarrollar su producción en forma digital con tableta Wacom. Las imágenes digitales las imprime en papel, en tela o las destina a la creación de videos de arte.
“Cocinando panqueques” (2017) es una imagen digital creada por Nydia Andino, que puede reproducirse infinitamente en papel, telas, videos, redes sociales… En un espacio impreciso, indefinido, aunque doméstico, una mujer prepara panqueques mientras dos personas esperan ansiosas degustarlos. Son tres figuras caricaturescas y un poco reducidas a siluetas, que reflejan la “Joie de Vivre”. Sin perspectiva, la escena imaginaria y de una narrativa clara trata el tema de la comida cotidiana, resalta los colores intensos sobre fondo negro y expresa emociones jubilosas, con influencias diversas del expresionismo y del Pop Art. La protagonista cocinando: ¿es un ama de casa hacendosa? ¿es la representación estereotípica de la femineidad? No creemos que sea una diosa doméstica ni el ángel de la casa, sino simplemente una mujer libre que disfruta cocinando un plato delicioso. En la obra de Nydia Andino, las mujeres nunca tienen misiones sociales, políticas o feministas. Se trata de una escena centrada en la mujer como creadora, que sospechamos reivindica la historia de la mujer en el arte.
A partir de “cocinando”, gerundio del verbo cocinar, nos preguntamos : ¿qué decir de la palabra “cocinar” que no haya sido enunciado miles de veces? Cocinar está en el origen de la evolución humana, de su trayectoria en un universo dominado y domesticado de a poco. No podemos agregar nada a las páginas escritas sobre este tema inagotable que, desde las teorías antropológicas de Claude Lévi- Strauss a las recetas de Doña Petrona de Gandulfo, abarca tanto las cimas del pensamiento como actividades de la vida diaria. ¿Qué decir de la palabra cocinar, capaz de reunir lo sagrado y lo profano? Algún diccionario dice: “el arte de preparar los alimentos”. Pero preferimos: “cocinar es transformar la naturaleza en cultura”. La cocina puede ser popular, regional, nacional, etc. No importa el adjetivo que le agreguemos porque su única función es nutrir utilizando los productos de la tierra, y le debe mucho a las mujeres que cocinando aseguran su rol de Madre Tierra.
Pocos platos son tan antiguos y tan rústicos como los panqueques. Es una de las maneras más agradables y más digestivas de consumir cereales. Durante muchos siglos, los hombres se conformaron con comer los cereales en forma de papillas, de las cuales quedan vestigios en el desayuno de algunos pueblos como, por ejemplo, las gachas de avena de Egipto y de África del Norte, el porridge de avena irlandés y escocés, enriquecido con leche y, a veces, whisky, la sacierka de Polonia, el okayu japonés, etc. La papilla de sarraceno o de trigo con leche, manteca y huevos, cocida en una sartén o placa metálica es el origen de los panqueques argentinos, las crepes francesas, los blinis eslavos, los okonomiyakis japoneses, etc. Fue en las cocinas populares de Europa que empezaron a degustarse los panqueques, en ocasión de la fiesta de la Virgen de la Candelaria (2 de febrero), fiesta de la purificación y de la fecundación, en recuerdo de las galletas que los antiguos romanos comían durante las fiestas Lupercales, asociadas a los orígenes de la de San Valentín. Hace cinco siglos, los panqueques no figuraban en el menú de reyes y nobles. Pero desde fines del siglo XIX, las crepes aparecen en el universo de la alta cocina. Y en los grandes restaurantes se sirven las “crepes suzette", quizás el postre más refinado durante muchos años. Con respecto a su denominación, los mismos franceses no conocen bien la verdad histórica. Algunos sostienen que es una creación del gran chef Escoffier, otros creen que se inventaron en homenaje a Suzanne Reichenberg (1853-1924), propietaria del teatro de la Comedia Francesa. Sin embargo, la mayoría dice que las “crepes suzette” fueron creadas en el Café de París de Montecarlo en 1896, a pedido del príncipe de Gales, futuro rey Eduardo VII, en homenaje a una de sus conquistas femeninas. La receta, surgida en Mónaco, es la siguiente: las crepes deben ser muy finas y elásticas, rellenarse con manteca, azúcar, jugo de naranjas o de mandarina, eventualmente un poco de cáscara rallada de las frutas, rociarse con coñac, curacao o Grand-Marnier y flambearse en la mesa en calentador de plata.
“Panqueques con dulce de grosellas" (2017) es una naturaleza muerta, creada también en imagen digital por la artista Nydia Andino: el rincón de una mesa con parte de una servilleta a cuadros, dos cubiertos, una jarrita, un gran frasco con dulce de grosellas y una fuente con una pila de panqueques rellenos y decorados con la misma confitura de fruta. Es una obra fresca y alegre, que armoniza los colores intensos y contrastantes – beige-amarillo de la pared, marrón de la mesa, dos tonos celestes de la fuente, tres tonos rojos de las grosellas – con un efecto muy bello. Tanto los colores brillantes como la exaltación de la comida cotidiana nos remiten al Pop Art, aunque la autora imprime a su naturaleza muerta su propio lenguaje expresivo, donde conjuga la influencia de Matisse en un sueño de simplicidad y de gula. Desde la Antigüedad, los artistas reprodujeron escenas donde figuran frutas, animales de caza o crustáceos. Fue en Pompeya donde se descubrieron en mosaicos las primeras naturalezas muertas. Para los especialistas, esos frescos deben interpretarse desde la moral: la lucha del pulpo y de la langosta de la Casa del Fauno o la perdiz muerta junto a dos granadas maduras son, al mismo tiempo, una invitación epicúrea a gozar de la vida y una alegoría de la condición humana en su precariedad. Después de la Antigüedad, el género se pierde durante mil años hasta que, en el siglo XVI, los maestros flamencos recuperan las naturalezas muertas. Almendras y copas de fruta, quesos y jamones, panes y vajillas lujosas, cada pintor tiene su especialidad de Clara Peeters y Judith Leyster a Joachim Beuckelaer y Pieter Claesz. Sus producciones son muy apreciadas por la burguesía holandesa y flamenca de la época y, desde entonces, contribuyen definitivamente a jerarquizar el género. Poussin y Chardin, Manet y Monet, Picasso y Dalí también lo practicaron. Aunque las representaciones de éstos no eran todavía Pop Art ni Eat Art, tampoco design o fotos culinarias, pero todos son ejemplos que confirman que, desde Herculano y de Pompeya, la comida es tan importante para el hombre que merece ser representada sola.
En 1815 el chef francés Antonin Careme le sirve panqueques al zar Alejandro de Rusia según la siguiente receta: mezcla 60 g de harina tamizada, 120 g de azúcar, cuatro macarons bien molidos y unas gotas de agua de azahar. Agrega a esta mezcla dos vasos de crema doble y diluye todo con diez yemas de huevo. El resultado es una masa de panqueques… Pero podemos proponer una receta similar y más simple: Ingredientes: - 160 g de azúcar; - 10 yemas de huevo; - 75 g de harina; - 4 macarons bien molidos y tamizados, que se pueden reemplazar por amrettis o cualquier galletita dulce; - 1 cucharada sopera de agua de azahar; - manteca. Preparación: 1- mezclar el azúcar y las yemas; 2- agregar la harina y el polvo de galletitas; 3- agregar el agua de azahar; 4- dejar reposar como mínimo 2 horas; 5- poner un cucharón chico de la pasta en una sartén enmantecada, cocinando las tapas de los dos lados.
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