El coyote de Beuys: a 50 años de una performance provocativa
Medio siglo después de su presentación en la René Block Gallery de Nueva York, la obra “I Like America and America Likes Me” del artista alemán Joseph Beuys sigue siendo un hito en la historia del arte. Consistió en la interacción entre el artista y un coyote salvaje.
Beuys con el coyote en la galería. Foto: The Collector / Medium
Joseph Beuys fue un personaje controversial en la historia del arte del siglo XX. Un provocador en quien algunos vieron un genio y otros un creador demasiado críptico, imposible de codificar para la mayoría del público. Si en lugar de vivir entre 1921 y 1986 hubiese habitado estos tiempos contemporáneos, dominados por las redes sociales, su labor habría tenido un impacto significativo, muy acorde con la visceralidad que demandan los contenidos en esas plataformas. Lo cierto es que los trabajos de este artista alemán —sus esculturas, performances e instalaciones— no dejaron indiferente a nadie. Abordó temas de política, ecología, espiritualidad e incluso reflexionó sobre la propia función del arte en la sociedad, siempre desde una perspectiva incómoda y fuera de la zona de confort.
Galería Rene Block
“Todos somos artistas”, afirmó una vez. Cuando le replicaron que hablaba de todo bajo el sol excepto del arte, fue categórico: “¡Todo bajo el sol es arte!”. Con este espíritu, una de sus performances más famosas tuvo lugar en Nueva York en 1974 y se tituló “I Like America and America Likes Me” (“Me gusta América y a América le gusto yo”). El 23 de mayo de ese año, hace justo medio siglo, descendió del avión que lo había traído desde su país hasta Nueva York, fue envuelto en fieltro y trasladado en ambulancia hasta la René Block Gallery. Allí, en esta performance, Beuys pasó tres días encerrado con un coyote salvaje.
Galería Rene Block
La obra fue presentada como un “ritual de reconciliación” entre el artista y el animal, a través del cual Beuys trató de simbolizar la naturaleza y el espíritu de América. La propuesta se interpretó como una crítica a la sociedad estadounidense y su trato hacia la naturaleza y las culturas indígenas. Es interesante considerar el contexto: en esa primera parte de los setenta, tras la devastadora experiencia de la Guerra de Vietnam y el progresivo deterioro de la gestión del presidente Richard Nixon, Estados Unidos atravesaba un momento complejo y angustioso. Un ambiente que “parió”, por ejemplo, películas como “El exorcista”, “Tarde de perros”, “Barrio Chino”, “Contacto en Francia” y “Taxi Driver”, todas ellas reflejo del estado de cosas. Este contexto, evidentemente, tuvo eco en Beuys.
Galería Rene Block
Durante tres días, el artista alemán y el coyote convivieron e interactuaron en un espacio de la galería. Lo que se intentó exponer allí fue la relación entre el hombre y la naturaleza. Además de la manta de fieltro, Beuys utilizó un bastón de pastor y guantes mientras interactuaba de diversas formas con el animal en el espacio. Cada uno de sus movimientos estaba gestionado, ninguno era azaroso; todos cargados de simbolismo, en la creencia del poder del arte como eje para generar transformaciones en la sociedad.
Una mixtura extraña
Fulwood Lampkin escribió que a partir de esta acción el mundo del arte entró en éxtasis. “Ya no se necesitaban pinceles o lienzos para transmitir ideas complejas. Si tenía un concepto en mente, un tipo podía crear arte de la nada. La confrontación entre Beuys y el coyote simbolizó para muchos la reconciliación entre cultura y naturaleza. Los aullidos y las palabras teutonas del artista eran una especie de encuentro de culturas. La obra en general fue un intento por curar a América del trauma causado por uno de los genocidios más grandes de la historia hacia los nativos americanos”.
Galería Rene Block
Para aquellos que lo admiraban, Beuys era una especie de brújula. Alguien lo describió como “una obra de arte viviente”. Hasta el día de su muerte en los 80, fue partidario de causas como la liberación tibetana y el partido Verde alemán. Se ubicó fuera de los cánones y utilizó materiales no convencionales como grasa, miel y cobre, a los que atribuía propiedades simbólicas y energéticas. Pero también fue un constructor de su propio mito.
Archivo
Teresa Sesé, en un texto publicado en el portal La Vanguardia, afirmó que su vida y su obra son indisolubles y ambas están cargadas de simbolismo. “Gran fabulador, creó su propio mito al inventar que mientras combatía como piloto de la Luftwaffe en la Segunda Guerra Mundial, su avión se estrelló en Crimea. Una tribu de tártaros lo encontró inconsciente en la nieve y sobrevivió gracias a que cubrieron su cuerpo con grasa y lo envolvieron en fieltro para mantenerlo caliente. La verdad, mucho más prosaica, es que fue rescatado por un comando alemán y llevado a un hospital militar donde no había grasa ni fieltro”.
Aunque todavía polémica (podría haber sido integrada fácilmente en la paródica miniserie “Bellas Artes” protagonizada por Oscar Martínez), la obra de Beuys sigue encontrando eco en la escena artística contemporánea, desafiando las nociones preestablecidas sobre el arte y su rol como catalizador de cambios sociales.
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