El 31 de agosto de 1963 falleció en París Georges Braque, el pintor que, junto a Pablo Picasso (quien dejó este mundo una década más tarde), generó una de las rupturas más importantes de la historia del arte moderno: el cubismo.

En 1949, la ciudad recibió una obra del maestro francés dentro de la muestra “De Manet a nuestros días”, un gesto de modernidad pocas veces visto en historia local.

El 31 de agosto de 1963 falleció en París Georges Braque, el pintor que, junto a Pablo Picasso (quien dejó este mundo una década más tarde), generó una de las rupturas más importantes de la historia del arte moderno: el cubismo.
A 62 años de su partida, el artista francés está presente en los grandes museos europeos, pero también en la memoria cultural de Santa Fe, por donde una obra de su autoría pasó al promediar el siglo pasado.
En junio de 1949, la ciudad recibió, a través de la exposición "De Manet a nuestros días", un fragmento de la modernidad europea. Entre Renoir y Modigliani, apareció también Georges Braque.

Que Santa Fe haya podido tener en sus salas una obra del maestro cubista habla de la ambición cultural de aquellos años. Y de un gesto de apertura hacia un lenguaje que todavía era una incógnita para buena parte del público.
Braque siempre fue consciente del carácter compartido de su gesta. "Si nunca hubiéramos conocido a Picasso, ¿habría sido el cubismo lo que es? Creo que no. El encuentro con él fue una circunstancia en nuestras vidas", dijo en 1954.
Entre 1907 y 1914, Braque y Picasso trabajaron en la misma dirección. El crítico Miguel Calvo Santos sostiene que Braque, primero fascinado por el fauvismo conoció la pintura de Cézanne, y sobre todo la carismática figura de Pablo Picasso "lo que hizo cambiar definitivamente su estilo".

"Entre Picasso y Braque -agregó Calvo Santos- consiguieron que el cubismo se asentara como una de las vanguardias más sólidas y evolucionara hacia otros caminos".
Si Picasso se inclinó por la figura humana, Braque prefirió las naturalezas muertas. Fue él quien dio el salto hacia el collage, incorporando fragmentos de periódicos y papeles pintados en la tela, devolviendo a la pintura el contacto con lo cotidiano.
Como apuntó Brigitte Léal, "su obra es muy colorida, desde sus primeros cuadros fauvistas vemos que Braque es un gran colorista, incluso cuando utiliza colores austeros. Hay siempre una tensión dramática y un logro luminoso".

La biografía de Braque está marcada tanto por el oficio como por las heridas de la guerra. Hijo de un decorador de paredes, aprendió de niño el manejo de la brocha gorda.
En París, conoció a los fauvistas, viajó a Amberes y buscó las huellas de Cézanne. Allí empezó a romper formas, a geometrizar el paisaje y a buscar un nuevo idioma pictórico. Pero en 1914, la Primera Guerra Mundial interrumpió el diálogo con Picasso. Movilizado al frente, Braque fue herido en la cabeza.
Paloma Esteban Leal recuerda que, tras esa pausa forzada, su producción ya no volvería a caminar paralela a la de Picasso: "Cartes et dés (Naipes y dados) posee el valor añadido de ser una de las últimas obras realizadas durante el período en que ambos artistas comparten ideario estético".

La guerra, lejos de apagarlo, lo empujó a una pintura más lírica y matizada, donde la geometría se volvió más leve y el color comenzó a ganar terreno.
En mayo de 2019, el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires incorporó por primera vez una pintura de Braque a su patrimonio: "Nu assis à la corbeille de pommes" (1925), donada por el arquitecto y artista Alberto Churba.
"El Museo no poseía ninguna pintura de Georges Braque, y ello representaba una ausencia notable", destacó entonces su director, Andrés Duprat. Pero 70 años antes, Santa Fe ya había tenido la oportunidad de encontrarse con Braque, en la mencionada muestra "De Manet a nuestros días".

Inaugurada en Buenos Aires en 1949 y luego itinerante, incluyó a más de sesenta artistas de primer nivel mundial: Manet, Monet, Renoir, Matisse, Derain, Modigliani, Degas, Bonnard, Léger y Braque.
Para entender el contexto en que se produjo el paso de esa exposición por la capital santafesina hay que pensar en un clima cultural marcado por figuras como César López Claro, Ricardo Supisiche y Enrique Estrada Bello.
Braque murió en 1963, pero dejó como herencia una manera nueva de mirar. Su vida fue un equilibrio entre ruptura y reconstrucción: entre la geometría del cubismo analítico y la luminosidad de sus naturalezas muertas.
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