En agosto de 1973, Aymá presentó cuarenta dibujos en el Museo Municipal de Artes Visuales. Hoy, su obra resuena como un testimonio visceral de su tiempo.
Fragmento de una de las obras de Aymá, de 1974. Foto: Archivo
Nacido en Paraná en 1941, Federico Aymá se formó como artista desde muy joven. A los 21 años se recibió como Profesor de Dibujo en la Escuela Provincial de Artes Juan Mantovani. A los 23 realizó su primera muestra en la Alianza Francesa de Santa Fe, iniciando una carrera que se tradujo en diversas exposiciones locales y nacionales. Tras exiliarse en España en 1977 con su familia, falleció en Santa Fe en 1987, meses después de haber vuelto a la Argentina.
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Para Jorge Taverna Irigoyen, Aymá fue un artista que halló su voz en el dibujo. El dibujo, añade, fue su palabra: una palabra de encuentros, tanto como de confesión y de denuncia. “Sus trabajos revelaron, desde el inicio, las cualidades de quien sabe muy bien lo que hace, por qué lo hace y para quién. En este aspecto, Aymá fue un privilegiado. No se expuso a vacuidades de éxitos, ni tampoco asomó a vidrieras pasajeras y espurias. Su arte se ofreció (casi naturalmente) como una suerte de confesión en voz alta”.
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El 21 de agosto de 1973, Aymá expuso en el Museo Municipal de Artes Visuales cuarenta dibujos de la serie denominada “La Cabeza”.
El día 20 de ese mes, El Litoral publicó el correspondiente anuncio: “El mencionado artista, que expone desde 1962 en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, etc., participó en 1972 en el ‘Panorama de la pintura joven argentina’, organizado por la Fundación Lorenzutti, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, con tres óleos. Además, dibujos suyos figuran actualmente en una muestra itinerante de dibujantes americanos de la International Play Inc.”
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“Por otra parte, Burnichor Editor, de la Capital Federal, le publicó en 1970 ‘De los rostros', nueve dibujos. Trabajos de dicho dibujante se encuentran en colecciones particulares de Madrid, Nueva York, Roma y otras ciudades”, dice el vespertino.
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Evocar una muestra de este gran artista no es menor. Como señaló en 2005 Stella Arber, con motivo de una exposición en el MAC de la UNL, “su dibujo está enmarcado en el expresionismo lírico: una línea que va y vuelve sobre el papel, dejando una impronta única y una dinámica del movimiento ampliamente notoria y visible”.
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Para Arber, la de Aymá es una “obra artística testimonial, donde se puede ver su batalla personal hurgando permanentemente en la miseria y la arrogancia del poder. Sin concesiones y sin tolerancias, se refleja su mirada aguda sobre la época que le tocó vivir”.
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