"También pudiera ser, que huyeramos hacia el azul, con rumbo a un atolón, perdido en los mares del sur". Así dice una estrofa de "Vailima", del cantautor Luis Eduardo Aute.
La pintura puso a Tahití en el mapa artístico global. Se trata de una historia de arte, viajes y belleza. Que también incluye el diálogo con una obra que descansa en Buenos Aires.
"También pudiera ser, que huyeramos hacia el azul, con rumbo a un atolón, perdido en los mares del sur". Así dice una estrofa de "Vailima", del cantautor Luis Eduardo Aute.
Las imágenes que evoca esa letra bien podrían unirse con los colores y las figuras de "Mujeres de Tahití", una de las obras emblemáticas de Paul Gauguin, el pintor que eligió la Polinesia Francesa para construir su paraíso.
En el aniversario de su nacimiento, que fue el 7 de junio de 1848, cabe evocar a esta figura del postimpresionismo, creador de una estética que dejó de lado las formas europeas para abrirse a "los mares del sur".
"Gauguin buscó siempre una pureza emocional en sus temas, predicando la armonía entre hombre y naturaleza. También le fascinó la intrusión de lo sobrenatural a la vida diaria, el folklore y el arte popular", señala el investigador Miguel Calvo Santos.
Una de las obras más conocidas de Gauguin, "Mujeres de Tahití" (1891), forma parte de la colección del Museo de Orsay en París. Pintada durante su primera estancia en la isla, muestra el influjo que el entorno tuvo en el artista.
Según el propio Museo de Orsay, "esta composición es típica de las obras pintadas a comienzos de su primera estancia en el Pacífico, cuadros que muestran a menudo a tahitianas ocupadas en sencillas tareas cotidianas".
La aparente quietud del cuadro esconde una compleja estructura formal. "Aquí, las pesadas siluetas hieráticas tienen cada una su propio espacio lo que permiten encadenar arabescos, en una armonía perfectamente orquestada", indica la misma fuente.
"Gauguin maneja su línea con una perfecta seguridad, la hace elegante o decorativa. Mediante la elección de poses un poco rígidas, ritma la composición según una misteriosa y armoniosa geometría, realizando de este modo lo que parece ser más una escena costumbrista que un verdadero doble", agrega.
Sebastián Hidalgo Sola refuerza esta lectura. "Lo primero que se destaca a la vista es la ausencia de perspectiva, figura y fondo se presentan a los ojos del espectador casi a la misma altura. Mujeres, arena y mar, todos en un primer plano, lo que acentúa su contraste".
La figura de Gauguin se volvió inseparable de la isla que lo acogió. "Gracias a Gauguin, Tahití se hizo famoso. Actualmente esta isla en medio del Pacífico es uno de los destinos de lujo más inadvertidos e interesantes del planeta", explica Karen Martínez.
Aunque "Mujeres de Tahití" se conserva en Francia, Argentina también guarda una obra del período polinesio de Gauguin. Se trata de "Mujer del mar", que integra la colección permanente del Museo Nacional de Bellas Artes en Buenos Aires.
El crítico Darío Gamboni interpreta esta pintura en clave simbólica: "la mujer dirige su mirada y su oído hacia el océano, más específicamente hacia el mar abierto que aparece entre dos rocas o islas".
"Igual que las figuras de David Friedrich vistas de espalda, ella actúa por lo tanto como mediadora entre la naturaleza y el espectador. Y parece realmente ser ‘del mar’, compenetrada con él, como una Venus tahitiana que es a la vez Anadiomene y Calipigia", añade.