Hoy, 6 de mayo, se cumplen 121 años del nacimiento de Onofrio Pacenza. Pintor de rincones urbanos y testigo silencioso del paso del tiempo, cuya obra habita en la frontera entre lo concreto y lo poético.
Testigo silente del paisaje porteño, retrató la soledad urbana con un estilo poético y preciso que dejó una marca en la pintura argentina de la primera mitad del siglo XX.
Hoy, 6 de mayo, se cumplen 121 años del nacimiento de Onofrio Pacenza. Pintor de rincones urbanos y testigo silencioso del paso del tiempo, cuya obra habita en la frontera entre lo concreto y lo poético.
Pacenza, fallecido en 1971, fue una figura importante en el panorama artístico del siglo XX. En sus trabajos, la precisión del trazo convive con la melancolía del paisaje urbano y suburbano.
Ingresó en la Academia Nacional de Bellas Artes, donde obtuvo en 1928 el título de profesor de dibujo, y pronto viajó a Europa en busca de nuevas influencias.
Entre 1930 y 1940, se integró al grupo de pintores modernos patrocinados por la Asociación Amigos del Arte, consolidando una estética que lo diferenciaría para siempre del realismo tradicional.
Durante las décadas siguientes, expuso en numerosos espacios culturales del país. En 1960, recibió una distinción significativa al ser invitado a participar en la Exposición del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo, un reconocimiento a su madurez artística.
Su sensibilidad y técnica lo hicieron merecedor de numerosos galardones. En 1965 y 1968, participó del prestigioso Premio Palanza y del Premio Tres Arroyos, respectivamente, convocado por la Academia Nacional de Bellas Artes.
En 1965, sus obras fueron incluidas en "Gotán", cortometraje de Ricardo Alventosa, donde compartió espacio visual y conceptual con figuras como Carlos Alonso, Castagnino, Basaldúa, Rebuffo, Raúl Soldi y Torrallardona.
El film integraba imágenes de sus pinturas con música de Aníbal Troilo y textos de Ernesto Sábato, capturando la atmósfera de los suburbios porteños.
Ese mismo cruce entre disciplinas se dio en 1966, cuando Pacenza plasmó en un cuadro la letra del tango "Alejandra", escrita por Sábato y musicalizada por Troilo.
Un año después, en 1967, se filmó el documental "Onofrio Pacenza y sus calles", dirigido por Alberto Barbera, con textos de Romualdo Brughetti y música de Eduardo Rovira.
Según el sitio Arte de la Argentina, "la figura humana no aparece en sus obras sino ocasionalmente. La soledad es la verdadera protagonista de sus cuadros".
La Galería Zurbarán lo definió como "pintor de enfoque metafísico, refleja con cierto misterio sus temáticas predilectas, el norte argentino, el Riachuelo, puertos y barrios carenciados".
Para Graciela Limardo, curadora del Museo Sívori, "es un artista que se reúne con la bohemia de La Boca, aunque no está pintando especialmente paisajes de ese barrio. Sí paisajes urbanos y suburbanos".
Según la especialista, los despoja de la gente, de detalles ornamentales o anecdóticos. "Sin embargo, hay unos muros de ladrillos que se están destruyendo. De algún modo está contando el tiempo: una ciudad que nace y otra que muere".
La artista Diana Dowek agrega que, en cierto modo, sus pinturas reflejaban su personalidad: "era muy callado, tenía una personalidad muy seria".
El historiador Walter Caporicci Miraglia sintetiza su legado con agudeza: "Devoto del motivo urbano y arrabalero, Pacenza dedicó la mayor parte de su personalísima producción a la interpretación subjetiva de rincones líricos de Buenos Aires".
Y continúa: "Sus calles vacías de aspecto misterioso, las viejas casonas, fachadas de señalada expresividad, temas portuarios y de la ribera boquense, pletóricos de sugerencias, se manifiestan en la tela con la soledad casi como exclusiva protagonista y retrotraen al observador a la ciudad pretérita".
"Fino, sobrio, de técnica segura, poseedor de un dibujo preciso y arquitectónico, de sabio manejo del color con preferencia de registros bajos, sin estridencias que perturben el clima de emotividad y cierta melancolía que son la expresión característica de sus bellos motivos".
Tras su fallecimiento en 1971, su obra siguió siendo objeto de homenaje y estudio. El Museo Sívori organizó una muestra en su memoria ese mismo año.
Luego vendrían otras como Obras inéditas del último período (Galería Rubbers, 1973), una exposición en Martina Céspedes (1974) y la retrospectiva Síntesis en la Galería Palatina (1975).
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