A 35 años de la muerte de Yente (seudónimo de Eugenia Crenovich) hay una pregunta que reaparece con la persistencia de los enigmas irresolubles: ¿cómo describir la obra de una artista que desbordó los límites de su tiempo?

Su obra anticipó debates sobre abstracción, género y experimentación. En la actualidad, nuevas miradas reconocen la centralidad de una artista que desbordó todos los marcos estéticos en un entorno atravesado por las vanguardias.

A 35 años de la muerte de Yente (seudónimo de Eugenia Crenovich) hay una pregunta que reaparece con la persistencia de los enigmas irresolubles: ¿cómo describir la obra de una artista que desbordó los límites de su tiempo?
La relectura contemporánea de su trabajo, desde una perspectiva en la cual la mujer ocupa ya otro lugar, permite dimensionar las cualidades de una creadora que dialogó con la abstracción, la figuración y la experimentación.

Nacida en Buenos Aires en 1905 en una familia judía proveniente del actual territorio ucraniano, Yente se formó en Filosofía y, en paralelo, desarrolló estudios artísticos con Vicente Puig en Buenos Aires y Hernán Gazmuri en Chile.
Entre los años 1933 y 1935 consolidó una base técnica que luego le serviría de base para su giro hacia la abstracción, una corriente completamente "hija" de los movimientos vanguardistas del siglo XX.

Según el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Yente "fue la primera artista mujer del país en adherir a esta corriente", realizando sus primeras abstracciones en 1937 y sosteniendo esas búsquedas durante más de cinco décadas.
Un breve inciso: Juan Del Prete, quien fuera su pareja, realizó a principios de la década de 1930 su obra "Abstracción", durante una estadía en París.

Se verifica en esa obra toda la "ebullición" vanguardista que se vivía en Europa. Es muy posible, a pesar de que no existen documentos que así lo ratifiquen, que esa obra en particular haya influido en Yente.
En efecto, el portal Arte de la Argentina remarca que su inclinación por la corriente abstracta comenzó tras conocer la obra de Del Prete: "al iniciarse en la abstracción, se convierte en la primera mujer argentina en practicar este estilo".

Esa decisión la colocó en el centro mismo de los debates estéticos de los años 30 y 40, en plena irrupción del arte concreto y de los movimientos de vanguardia.
Conviene aclarar que el arte concreto es una rama del arte abstracto que elimina toda referencia al mundo real y se construye con formas puras y estructuras geométricas autónomas.

Pero Yente no puede ser considerada como una artista "ortodoxa". Su obra se desvió sistemáticamente de la regularidad geométrica predominante, introduciendo texturas, trazos libres y materiales no tradicionales.
Laura Casanovas, en un artículo publicado por Clarín en 2018, señaló que "bastaría con esta sola afirmación -haber sido la primera mujer en dedicarse al arte abstracto- para situarla en un lugar destacado. Sin embargo, hay mucho más".

Ese "mucho más" que señala la periodista, definió una producción que atravesó constructivismo, abstracción libre, impresionismo abstracto y figuración expresionista, sin jerarquías entre disciplinas.
El Museo Moderno describió la suya como una obra que no reconoce bordes. "Dibujo, pintura, objeto, collage, ensamblaje, textil y numerosos libros de artista, conciliando, con frecuencia, abstracción y figuración".

Lo cierto es que su obra se caracteriza por una experimentación constante: desde papeles calados y materiales domésticos en collages hasta piezas de gran carga expresiva en los años 70 y 80.
Para trazar un paralelismo con Santa Fe, un artista reconocido de este medio como Richard Pautasso experimentaba en esa misma época con distintas derivaciones del collage.

Una revisión de su vida y obra permite observar las tensiones que atravesó su carrera. En un artículo publicado por La Nación en 2019, Celina Chatruc cita una anécdota que muestra esas fricciones, incluso en su relación con Del Prete.
"Son amanerados. Y, a pesar de las muchas rayas, vacíos", dijo él al ver sus dibujos premiados en Chile, en el inicio del vínculo que luego los uniría por muchos años. Lejos de desalentarla, ese juicio abrió un camino inesperado.

Según Chatruc, Yente confesó que "con la intención de abrir un nuevo camino, juntos destruyeron aquellas primeras obras que le habían demandado tres años de trabajo".
Esto habla de la tensión entre la admiración mutua y la desigual valoración histórica entre su producción y la del artista que fue su marido, desequilibrio que la crítica contemporánea, menos prejuiciosa, intenta revertir.

Hace poco, en esta misma sección se aludió a un caso similar cuando se puso el foco sobre Francoise Gilot, quien, a pesar de haber sido pareja de Pablo Picasso, logró generar una obra con ribetes personales.
La curadora Adriana Lauría, citada por Casanovas en el mencionado artículo de Clarín, enfatizó el valor actual de prácticas que, en su momento, no fueron centralizadas por el canon imperante.

"Los papeles recortados y calados, los materiales humildes, los tapices bordados o la confección de libros han sido reivindicados como centrales por la nueva crítica feminista".
Estas miradas reubican a Yente en un lugar preponderante en la historia del arte abstracto, pero también en la genealogía de prácticas que hoy sostienen el arte textil, el libro de artista y la experimentación material.

Su figura se puede leer como pionera, pero también como una creadora que desbordó su época, que amplió los límites de lo posible para una artista argentina a mediados del siglo XX.
Demostración de esto es que, en las últimas décadas, su producción se incluyó en exposiciones en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en el Centro Cultural Recoleta, en la AMIA, en el Centro Cultural Borges y en la Primera Bienal de Arte Geométrico, en el Museo de Arte Construido.