José Curiotto
Desde Nueva Zelanda
“Es allá. En aquella puerta.”, nos dijo con una mezcla de amabilidad y timidez un pibe de veinte y pico de años, de pelo negro y largo, algo desalineado, vestido con una casaca azul con el nombre de un tal Macherano en la espalda.
Y estaba en lo cierto: allí, en la calle Courtenay Pl, a unos 200 metros de la bahía de Wellington, capital de Nueva Zelanda, se levanta el bar The Grand, donde la comunidad argentina decidió reunirse para seguir en pantalla gigante y con pasión latina el debut del seleccionado de fútbol en el mundial de Brasil.
Como en el Maracaná, nos sentimos locales por un rato. No sólo por los colores celeste y blanco, por el tan particular acento argentino y por el calor humano que allí se percibía sino, además, por un inconfundible aroma a mate cocido bien caliente.
Éramos unos 200. La mayoría muy jóvenes, que llegaron a estas tierras por la posibilidad de conocer nuevos horizontes y gracias a las “working hollidays”, becas que otorga el gobierno neozelandés y que les permiten realizar distintas labores a cambio de alrededor de mil dólares mensuales. No es mucho. Pero si se las ingenian como para evitar gastos supérfluos, alcanza para vivir.
Eso sí, uno de los requisitos es que el becario cambie cada tres meses de trabajo. La idea es que no eche raíces y que se vaya moviendo de una ciudad a otra.
Jimena Tejerina tiene 28 años, estudió en la Universidad Nacional del Litoral y en estos momentos realiza un doctorado en Biotecnología en la Universidad de Canterbury. “En algún lugar leí que había una delegación de la provincia de Santa Fe visitando Nueva Zelanda. Y mirá dónde me los encuentro”, dijo con inocultable satisfacción.
Hace tres años que está en Nueva Zelanda y poco más de uno en Wellington. Además de estudiar, trabaja en una empresa llamada Callaghan Innovation, vinculada con la industria lechera.
Jimena no está sola. Su hermana Azucena, de apenas 21 años, también se encuentra en este lejano país, trabajando por ahora de lavacopas.
- ¿Qué es lo mejor de Nueva Zelanda?
- La seguridad, la comodidad. Es fácil vivir en este país y darte los gustos, aunque ganes poco dinero. Yo cobro 2000 dólares al mes, que es lo mínimo como trabajadora. Y tengo un auto, no me privo de nada y hasta de vez en cuando voy al spa.
- ¿Y qué es lo peor que encontraste?
- Lo que menos me gusta es que acá no podés hacer realmente amigos. No comprenden la cultura de la amistad. No conciben que alguien te toque el timbre para tomar un café en tu casa y para saber cómo están tus cosas. Por eso se extraña.
El partido comenzó entre euforia y cantos futboleros. Enseguida vino el primer gol y todo parecía encaminarse hacia un trámite bastante sencillo.
No fue así. Un insulto por aquí. Un “¡jugá para adelante!”, más atrás. Hasta que llegó el gol de Messi y todos parecieron fundirse en un solo abrazo.
Al final, llegaron los aplausos y las despedidas. Algunos, sabiendo que el regreso a la Argentina está muy cerca. Otros, conscientes de que los espera una rutina al estilo neozelandés.
Por un par de horas, el bar The Grand de la calle Courtenay PL de la ciudad de Wellington, hizo que todos se sintieran como en casa.
A la distancia, el mate cocido huele de otra manera y las cosas simples de valoran diferente.







