Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Viña del Mar, Chile)

Nuestro compañerito Enrique Cruz (h), anda haciendo desbarajustes allende Los Andes.

Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Viña del Mar, Chile)
En cuestión de horas, en el mismo día, dos chilenos elogiaron a los argentinos, hecho que me llena de asombro y me hace pensar que en algunos casos se está produciendo un cambio rotundo en este mundo en el que, sobre todo en esta parte, los argentinos somos mirados de reojo, nos tildan de engreídos, agrandadados, soberbios y los adjetivos varios que a usted se le pueda ocurrir.
Uno de los chilenos es el que nos tiene que cobrar el departamento que se ha transformado en nuestra segunda morada en esta permanencia en tierras trasandinas; o sea, no ha tenido experiencias malas con argentinos, no le han destruido el departamento, no se han llevado algo que no les correspondía y le han pagado; no es poco. Y el otro, a unos 300 metros del estadio Sausalito nos reconoció al toque —siempre me pregunto por qué nos reconocen tan rápidamente— y nos invitó a subir a su coche. De verdad que ninguno de los tres integrantes de este pequeño grupo tiene cara y aspecto de tipo en el que se pueda confiar ciegamente; pero nos invitó a subir al coche y enseguida nos dijo: “Acá en Viña los queremos a los argentinos, los de Santiago que piensen y hagan lo que quieran, ustedes nos caen bien, no como los peruanos”, tiró este samaritano que se nos cruzó en el camino.
Fue un buen presagio y veremos cómo nos tratan hoy en la cancha, porque en La Serena, todos los chilenos se hicieron hinchas de Paraguay y Uruguay, sucesivamente.
¿Cómo dice esa máxima de la justicia: a confesión de partes, relevo de pruebas?, ¿es así?... Pues bien. Entre Romina Santopietro, que sólo le interesa que le lleve el licor de oro sin importarle que su pobre y sacrificado compañero de trabajo anda por las noches tiritando de frío en las canchas; y una de las directoras de mi Diario, la señorita María Víttori, que me escribe mails para ordenarme que empiece a hacer notas en los viñedos chilenos, no tengo una sola palabra más para decir. A confesión de partes, relevo de pruebas. Está todo dicho. Y así, bien clarito, con nombre y apellido como para que no queden dudas.
El licor de oro solicitado irá para allá y espero que sea a precio de plástico y no de oro.
Y seguro que el día que vaya a los viñedos y me enganche en todas las degustaciones para comprobar las bondades de las uvas de estos lares, saldrán a decir que soy un tomador empedernido. No importa. Que sigan participando.
Derecho a Réplica II
Romina Santopietro
Estoy pensando seriamente en buscar un video con música de violines para que los lectores lean el texto plañidero de arriba con la música triste apropiada.
¡Basta de llorar, Cruz!
Si tenés frío es porque seguro que no miraste los mapas climáticos y no te llevaste suficiente abrigo.
Pero tenés razón, ¡no me importa nada! Sólo quiero, con mi frío, negro y retorcido corazoncito que vuelvas a poner un pie en la redacción... portando el licor, claro. Si no, no te molestes en volver.
Ah, aclara nuestra dire que no te mandó a hacer notas a los viñedos, si no a comprar el licor en una vinoteca.
¡El frío te afectó la entendedera!