El serbio Novak Djokovic se instaló como la amenaza más potente al duopolio de Rafael Nadal y Roger Federer al conquistar hoy el Abierto de Australia y, de paso, sumar una frustración más a la larga serie que arrastra el tenis británico.
Djokovic, número tres del mundo, batió al británico Andy Murray por 6-4, 6-2 y 6-3, en el segundo año consecutivo que el escocés se estrella en la final del Grand Slam que abre la temporada. El serbio, tras dos horas y 39 minutos de lucha, se llevó su segundo título de Grand Slam tras el de Australia 2008.
Se esperaba mucho más de la final, también de Murray, que no ofreció el tenis necesario para la difícil y a la vez seductora misión que encaraba: poner fin a 75 años sin que un británico gane un Grand Slam. Murray lleva tres finales de Grand Slam y tres derrotas sin haber siquiera ganado un set.
¿Se puede ver deportes desde el más allá? Si ése es el caso, Fred Perry habrá suspirado resignado, porque sigue siendo "la" referencia del país que se jacta de haber inventado y difundido mundialmente el tenis.
La historia fue otra: en el duelo entre dos jóvenes de 23 años que buscan meter una cuña entre Nadal y Federer, el que sacó ventaja fue Djokovic, cada vez más amenazante para la dupla dominante en su papel de "tercer hombre". No pudo derrotar a Nadal en la final del último US Open, pero esta vez no dejó pasar la oportunidad.
La de hoy era la segunda final entre las últimas 24 definiciones de Grand Slam sin Nadal ni Federer. Claramente, el público extrañó la presencia de los dos grandes, porque el nivel del partido fue desparejo, escasamente lucido en la calurosa pero agradable noche de Melbourne.
Es cierto, a diferencia de los duelos entre el "uno" y el "dos", no había grandes contrastes: reveses a dos manos desde ambos lados, saques poderosos, juego desde el fondo. En todo caso, sí hubo diferencias por el lado de un Djokovic parado sobre la línea dominando con su derecha y un Murray demasiado atrás, demasiado defensivo.
Pero ése es el estilo del escocés. Así se instaló con fuerza entre los cinco primeros, y así derrotó al español David Ferrer en semifinales. Murray tiene un estilo de contragolpe y una manera de impactar la pelota que puede adormecer al rival. En cuanto éste se despierta, ya es tarde.
El asunto es que Djokovic no se durmió ni un instante hoy. Con los ojos bien abiertos, ganó su primer juego en cero y después vio como su rival sufría 15 minutos para ganar su saque.
Promediaba el primer set y la maraña de golpes de Murray parecía capaz de desestabilizar a "Nole", ruidosamente alentado por decenas de serbios en el Rod Laver Arena. Judy, la madre y consejera de Murray, clavaba su exigente mirada en el número cinco del mundo.
Pero precisamente cuando Murray se asentaba, un par de errores y un Djokovic implacable le hicieron perder el set por 6-4 tras 59 minutos de lucha. Fue el "ojo de halcón" el que le terminó de demostrar al británico que su derecha había sido larga.
Murray tendría enseguida una gran oportunidad con dos break points para quebrar el servicio rival y situarse 1-1 tras haber perdido el suyo en el inicio del set. Pero fue entonces que probó el primer drop del partido. Mala idea, porque no le salió nada bien.
El set se fue veloz por 6-2. Murray se movía de manera extraña, con aparentes problemas en la pierna izquierda. "Nunca vi a Nole tan enfocado", comentaba en el medio de la final el serbio Janko Tipsarevic en su twitter.
Sorpresa. El británico comenzó el tercer set quebrando el servicio de su rival. ¿Iba a jugar? Quizás era su intención, aunque enseguida perdió su saque para 1-1, y un rato más tarde, en un juego en el que luchó hasta el final, otra vez cedió su servicio para darle al serbio una decisiva ventaja de 3-1.
¿Decisiva? Murray volvió a quebrar y se ubicó 2-3 con su saque. La brújula del partido enloquecía levemente, porque Murray fallaba tiros sencillos pero acertaba otros extraordinarios y volvía a entrar en la lucha.
Fue casi una ilusión óptica, porque el final ya estaba escrito desde hacía rato. Derecha de Murray aprisionada en la red y Djokovic campeón. Serbia, tras conquistar en diciembre por primera vez la Copa Davis, vuelve a ser una fiesta. Y Murray, entretanto, ya sabe que sufrirá dentro de cinco meses un Wimbledon con más presión que nunca.
DPA