(Enviado Especial a Doha, Qatar)
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Cuento rápido para ponerlos en conocimiento: los periodistas acreditados por FIFA tenemos una clave con la que ingresamos a un sitio y aplicamos para los partidos que queremos cubrir, situación que luego es analizada y aprobada o no por la organización.
Este trámite es sencillo antes de iniciarse el torneo, pero luego requiere atención y, en lo posible, no olvidarse que cierra 48 horas antes del partido. ¿Qué pasó?, lo que debía pasar: olvidé aplicar para Argentina-Australia y se cerró automáticamente el plazo. Claro, el partido con Polonia terminó a las 12 de la noche y había tiempo hasta las 22 del día siguiente. Eran 22 horas, suficiente para acordarse pero también factible de olvidarse.
Desesperación mediante, rápido al Centro de Prensa. “El día del partido a partir de las 9, a lista de espera”, me dijeron. El sábado, firme como granadero a la hora indicada. “No te hagas problema, los argentinos y australianos tienen prioridad y casi seguro tendrás tu lugar”, fue la frase que trajo un poco de alivio. Y dos horas después, tenía mi ubicación en el estadio para el partido de la noche.
Eso sí, me tocó entre un australiano y un japonés en el pupitre. El australiano, traductor de Google mediante, me advirtió que si había un gol de Australia lo iba a gritar. Le dije que no había problema… Y por dentro pensé: “Si Argentina hace un gol, yo también lo voy a gritar, pero no le digo nada”. Por eso, cuando Messi convirtió y, obviamente, lo grité, el tipo sólo me miró. Terminó el primer tiempo y se fue. El japonés sólo reía y hacía reverencia.