(Enviado Especial a Salvador de Bahía, Brasil)
Los argentinos quieren dar la vuelta en el Maracaná que se negó hace cinco años y los colombianos se encargaron de frotarnos en la cara la peor goleada que la selección recibió en casa propia. Un clima previo en el que no faltaron los santafesinos: un grupo de amigos de Villa Cañás llevaron la bandera en la que muestran al Papa Francisco, a Messi y a Mirtha Legrand, nacida allí.
(Enviado Especial a Salvador de Bahía, Brasil)
No faltaron el “Brasil decime qué se siente...” que se popularizó hace cinco años, cuando estuvimos tan cerca de hacer historia, pero tampoco los colombianos se olvidaron de hacernos acordar aquella página negra del Monumental. “Volveremos otra vez, a ganarles 5 a 0, como en el ‘93” fue el “grito de guerra” de los colombianos. Todo esto a la vera del Lago Fonte Nova, a metros del estadio. No faltaron las ganas de cantar, de bailar y de divertirse. Lo que faltó fue gente. Porque la realidad, consabida y esperable, es que no tiene la Copa América la misma resonancia de un Mundial. Y es algo lógico y natural, aunque no por ello se le tiene que quitar trascendencia. Al contrario. Así como los europeos cada vez jerarquizan más su Champions y su Eurocopa, también tiene que pasar lo mismo en esta parte del mundo con la Libertadores y la Copa América. Mucho más teniendo países de profundas raíces futboleras como casi todos los que están por acá. Y el local, porque si algo se respira en este país, es fútbol. Pero algo pasa, porque ni siquiera el Morumbí tuvo, en la apertura copera, ese aspecto imponente que debió tener tratándose de un primer partido y con la presencia del local.
Los 28 ó 30 grados promedio a esta altura del año nos acompañaron durante toda la jornada. El presagio de lluvia fue eso, sólo un presagio. Los argentinos eligieron la zona del faro y la playa para consumir las horas previas antes de ir hacia el estadio. Y el imponente Lago que se ubica frente al estadio, al estilo de nuestro Lago del Parque Sur pero con edificaciones —generalmente favelas— en los cuatro costados, fue la escenografía de las horas previas al encuentro. Las puertas del estadio se abrieron tres horas antes, aproximadamente y al ratito se hizo un ensayo de la ceremonia previa de ingreso de las banderas. Había quedado todo preparado para vivir la gran fiesta.
Esta Copa América como cualquier Mundial otorga premios que a priori suenan importantes pero que no mueven el amperímetro de ganancias de jugadores que en su gran mayoría son millonarios y realmente no se ponen la camiseta de su selección para ganar dinero. Cada selección se asegura 4 millones de dólares por jugar y 8 millones se llevará la que salga campeona. Pero ya está dicho que ni siquiera el reparto total del premio entre los integrantes del plantel, hará más o menos rico a uno de los futbolistas que lo integra, salvo alguna rarísima excepción. Acá sí que se juega por el honor, por la gloria y por la camiseta.
Leandro Burtovoy es uno de los hijos del querido José Luis y hermano de Pablo. Estuvo trabajando en Ramón Santamarina de Tandil junto a Guillermo Pereyra y ahora esperan la oportunidad de seguir trabajando. Amante del fútbol como es, no dejó escapar la oportunidad de llegarse hasta Salvador de Bahía con su amigo Martín, otro santotomesino. Van a ver este partido y el del miércoles en Belo Horizonte. “Después veremos”, fue la respuesta de Leandro, quien le contó a El Litoral, en medio de los gritos de los argentinos y los colombianos, la “chochera” de la “Polaca” —su papá— con el libro que acaba de editar y que resume su pensamiento y todo lo que capitalizó en su excelente carrera como arquero, que se inició en Colón en la década del 60, tuvo un paso por Independiente y una consagración en Unión, cuando fue el arquero del “Campanazo” de 1974.
Como siempre ocurre en estos acontecimientos, no sólo nos cruzamos con colegas de todo el país sino también con aquellos que desparramaron garra y virtuosismo en una cancha y que ahora trasladan aquellas vivencias a través de un micrófono. Es el caso, entre otros, de Diego Latorre, Oscar Ruggeri y el siempre recordado Rubén Capria. “¿Me estás cuidando esa hermosa ciudad?”, le preguntó con una amplia sonrisa al enviado de El Litoral cuando nos cruzamos en el Arena Fonte Nova. Está trabajando para una cadena colombiana y quedamos en encontrarnos en Belo Horizonte, Porto Alegre y ojalá en las otras tres ciudades que faltarán, en la parte final, para llegar a la cima. “Voy a ir y venir para cada partido, siempre acompañando a Argentina”, nos comentó.
Hace un año se estaba jugando en Rusia el Mundial y, como era ya una costumbre, nos cruzábamos en cada cancha con Gustavo Alfaro. Inclusive, siendo técnico de Arsenal, “Lechuga” se animó a dejar a sus colaboradores mientras se disputaba alguno de estos torneos continentales, para trabajar para la cadena Caracol, en la que prestaba servicios desde hace varios años. El hecho de haber asumido hace medio año en un club como Boca, lo obliga a ni pensar en la posibilidad de cumplir con este tipo de trabajos. La ausencia del rafaelino se siente, porque era un abonado permanente en Mundiales y Copas América.
“Son 100 años, son únicos, es nuestro”. Con estas palabras, Fernando Marín, el coordinador de la postulación de Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile para organizar el Mundial de 2030, buscará convencer y encabezará la avanzada para que el día previo al comienzo del Mundial de Qatar en 2022, se designe a este cuarteto de países como organizadores del Mundial del centenario. La confianza se basa en cuestiones que tienen que ver con la historia, con el convencionalismo y, por qué no, el conservadorismo que siempre ha tenido como bandera la Fifa. Si alcanzará o no, está por verse. La realidad marca que más allá de las ganas y de que aquél primer Mundial de 1930 tuvo a Uruguay como anfitrión y campeón, y a la selección argentina jugando aquella final para la historia, hay otros motivos no menos importantes y decisivos que ponen en duda, no tanto la capacidad organizativa, sino fundamentalmente la infraestructura y la fortaleza económica para poner en marcha semejante “empresa”.
El año pasado, en Moscú, El Litoral entrevistó a Fernando Marín y allí pudimos transmitirle el deseo y la predisposición del gobierno provincial para trabajar denodadamente para que Santa Fe sea una de las subsedes elegidas. Se han hecho cosas muy buenas por el deporte en la provincia en estos últimos tiempos y fue por ello que, desde los mismos gobernantes, se impulsó la idea de que Santa Fe, de donde salieron muchos campeones del mundo y de donde es Messi, pueda cristalizar esta ambición.