Los grandes protagonistas del rally del oro 2025 no fueron los pequeños ahorristas como, ingenuamente, podríamos creer, sino los bancos centrales. China, Rusia, India, Turquía y Polonia salieron a comprar oro como quien guarda dólares debajo del colchón… pero a escala nación.
En un mundo de inteligencia artificial, monedas digitales y mercados hipersensibles, el oro volvió a decir presente.
Diversificar reservas y depender un poco menos del dólar sería la lectura. Nadie desafía, por ahora, al águila del norte a enterrarlo, pero sí a no poner todos los huevos en la misma canasta verde. El oro volvió a ser lo que siempre fue: reserva sin bandera, sin sanciones y sin riesgo de bloqueo.
Escasez real, no humo financiero
A diferencia de otras modas de mercado, en 2025 pasó algo concreto: faltó oro físico. Hubo más demanda que oferta, primas más altas y demoras en entregas. Cuando el problema es la escasez real y no el Excel, el precio se defiende solo. Eso empujó fuerte a las mineras, que le ganaron por goleada a muchos índices bursátiles. El mercado entendió que, si el oro vale más y escasea, el que lo saca de la tierra juega con ventaja.
Uno de los grandes ganadores de esta tendencia fue Barrick Gold, una de las compañías mineras más grandes del mundo, con fuerte presencia en Argentina. Actualmente, su cotización ronda los US$ 19,50 por acción, con una suba superior al 20% en el año, de la mano del rally del oro y de la estabilidad de sus operaciones en minas clave.
2025 dejó una enseñanza simple: cuando el sistema duda, el mundo vuelve a lo básico.
Barrick Gold: la historia de un negocio redondo
Pero mientras Barrick y otras mineras ganan miles de millones con la explotación del oro en Argentina, el fisco se queda con una porción muy chica de esa torta. Las retenciones a las exportaciones de oro son mínimas, casi simbólicas, en comparación con los márgenes que obtienen las empresas. La historia de la minería en provincias como San Juan es conocida: ingresos gigantes para las multinacionales y regalías, al menos para el Estado irrisorias.
Barrick explota yacimientos como Veladero y Lindero, dos de las principales fuentes de oro del país. Sin embargo, con la onza en máximos históricos, las retenciones a la minería apenas superan el 5%, dejando a las compañías con ganancias extraordinarias y al Estado con una tajada flaca.
La comparación es inevitable: mientras el agro argentino paga retenciones que en algunos cultivos superan el 30%, la minería metalífera tributa un porcentaje varias veces menor. Al campo se le cobra por exportar lo que produce año tras año; al oro, que es finito y no vuelve a crecer, se le pide poco y nada. Paradójicamente, el sector más renovable es el más castigado y el más extractivo, el más mimado.
En otros países, incluso con menos recursos naturales que Argentina, las regalías y cargas sobre la minería son más altas. Acá, en cambio, el oro sigue siendo un negocio de puertas giratorias, donde entra la riqueza y sale rápido, dejando poco en el camino.
El oro como poder (y no como nostalgia)
En un mundo de inteligencia artificial, monedas digitales y mercados hipersensibles, el oro volvió a decir presente. No porque sea moderno, sino porque no depende de nadie. No se imprime, no se licúa y no pierde valor por un tuit desafortunado. GLD es la denominación del ETF del valor nominal de la materia prima por el cuál y más allá del análisis político- ideológico, los pequeños podemos aprovechar el viento de cola.
Barrick Gold – CEDEAR: GOLD, Harmony Gold – CEDEAR: HMY, Agnico Eagle Mines – CEDEAR: EAEM, Kinross Gold Corporation – CEDEAR: RKGC, Novagold Resources Inc. – CEDEAR: ENG y Coeur Mining Inc. – CEDEAR: CDE, se han beneficiado por el efecto oro en 2025, las previsiones para 2026 son optimista con respecto a este metal y aún más con la plata (SLV -CEDEAR), ante la depreciación de las monedas “fiat”.
2025 dejó una enseñanza simple: cuando el sistema duda, el mundo vuelve a lo básico. Y ahí, como siempre, el oro aparece último… pero cobra primero.