Por José Luis Pagés
Esta mañana alrededor de las 6.30 tres hombres armados irrumpieron en la tesorería del frigorífico Tacural, amenazaron de muerte a ocho empleados, los obligaron a echarse al piso y se fueron, segundos más tarde, con 50.000 pesos en billetes y una considerable suma en cheques y valores al cobro.
El delito perpetrado en el breve lapso que media entre el cambio de la guardia privada por el servicio adicional de policía puede ser calificado como golpe comando si se atiende, no al número de incursores o el tipo de armas empuñadas, sino por la planificación cuidadosa y la ejecución, fría y ajustada.
Los que entraron al Tacural -se desconoce todavía cuántos y quiénes los aguardaban en la calle- burlaron todas previsiones en materia de seguridad y vencieron, con recurso sencillo, todos los obstáculos que de otro modo habrían impedido o entorpecido su llegada al tesoro.
Del golpe se tuvo noticia en la misma tesorería de calle La Pampa al 6300 cuando un hombre que vestía de blanco, como todos en la planta, se acercó al tesorero y le apoyó un objeto frío en la garganta. "No jodás, Luciano", dicen que dijo el destinatario de la acción, pero la respuesta sería rápida y convincente. "No soy Luciano y esta no es una joda".
Así fue que el tesorero, con la cabeza lastimada por un golpe de culata, terminaría echado de boca en el piso y como él otras siete personas serían obligadas a hacer un inesperasdo cuerpo a tierra.
Otros dos delincuentes se sumaron al primero -como aquel vestían de blanco, chaqueta y pantalón, bota, gorro y hasta delantal, mientras cubrían naríz y boca con los cuellos de sus poleras oscuras-, entonces se tomaron el trabajo de cortar las comunicaciones, dejando teléfonos fijos y celulares fuera de servicio.
También contaron los malvivientes el número de víctimas y dijeron: "Acá falta uno". "Efectivamente -dijo el socio gerente Miguel Fenoglio-, la persona que faltaba era yo, así que mi hijo -"Luciano"-, les aclaró que yo acostumbro llegar unos minutos más tarde. Entonces no demoraron más, tomaron el dinero y se fueron por donde habían entrado, mezclados entre los operarios".
Vale decir que los tres ladrones volvieron sobre sus pasos, pasaron disimuladamente entre los trabajadores y, cuando todavía no había salido el sol, desaparecieron entre las sombras, hacia los fondos del terreno.
Allá, lejos de miradas indiscretas, los malvivientes atravesarían el tejido perimetral que minutos u horas antes habían abierto subrepticiamente -sin despertar sospechas-, con empleo de alicates u otras herramientas parecidas.
Luego, apenas el encargado de vigilancia -también él capturado en la tesorería-, logró dar aviso o pedir ayuda, varios móviles policiales llegaron al lugar, pero nunca tan rápido como para impedir que los integrantes de la banda huyeran con rumbo desconocido.
Miguel Fenoglio lamentó lo ocurrido y recordó que apenas dos semanas atrás otra banda asaltó y robó otra importante suma de dinero en el establecimiento que la firma posee en bulevar Zavalla, al sur de la planta urbana.
"También nos tienen acostumbrados a otros robos menores, pero no menos peligrosos, en las bocas de expendio como la de avenida Teniente Loza", agregó el empresario, para enseguida preguntarse si aún así vale la pena seguir invirtiendo en la región. Apuntamos finalmente que, sólo en la planta de calle La Pampa al 6300, trabaja un centenar de personas.









