Por Sergio Ferrer
El sitio del nacimiento de Amílcar Brusa es nombrado generalmente como Colonia Silva, pero también se lo conoce como Desvío Kilómetro 140, Kilómetro 140 y Abipones, en el Departamento San Justo de la provincia de Santa Fe. «El pueblo tiene más nombres que habitantes», bromeó más de una vez el maestro. Siendo muy chico, para que pueda terminar la escuela primaria, lo llevaron a la casa de su tía Lucía, que vivía en Marcelino Escalada, de allí que en algunos documentos oficiales Brusa, erróneamente, figure que es nacido en ese lugar.
Amílcar Brusa no hizo campaña profesional como boxeador y sólo se desempeñó como amateur (consiguió ser campeón Guantes de Oro y de los Barrios en Buenos Aires, entre otros logros), con sólo 3 derrotas en 30 peleas. Pertenecía, como no podía ser de otra forma, a la categoría pesado. Sus únicas derrotas fueron con Mario Duvini y Rafael Iglesias, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948. Justamente, el segundo de sus traspiés con Iglesias es el que tuvo lugar en el torneo selectivo realizado para elegir representantes argentinos para la nombrada competencia internacional.
Con el tiempo, Brusa fue “diseñando” una modalidad de entrenamiento, en la que ha sumado los aportes de elementos tomados de sus distintas etapas como hombre del ring, incluyendo su paso por el catch-as-catch-can o lucha profesional, poco difundido por cierto. En dicha disciplina fue El Enmascarado Rojo, personaje con el que formó parte de la troupe de Martín Karadagián y el ruso Iván Zelezniak (El Hombre Montaña). De acuerdo a lo contado por Brusa, esta fue la etapa en la que aprendió cómo trabar y agarrar en forma eficaz al oponente, así como a manejarse inteligentemente con el público. Su participación en la lucha incluyó giras por Paraguay y Chile, donde sus actuaciones fueron aplaudidas y reconocidas por la gente. La temporada fuerte la hacían en el Luna Park. A su nombre como luchador, al principio lo teníamos anotado como Máscara Roja, tal cual aparece en apuntes nuestros de 1996.
«Entrenar y enseñar son cosas completamente distintas; por eso siempre digo que yo no soy profesor, soy entrenador; el profesor no siempre siente lo que le pasa al alumno, mientras que el entrenador sufre con su pupilo», le gusta decir a Brusa, quien ha sabido combinar, en un mismo ámbito, el boxeo académico (que muchas personas, de distintas edades, hacen como disciplina física) y el competitivo (el que sirve para formar a futuros boxeadores).
Nuestro primer contacto con Amílcar se dio a fines de 1988, en el Club República del Oeste, a raíz de su estadía en Santa Fe para poner a punto al colombiano Tomás Molinares –uno de sus quince campeones mundiales-, quien debía prepararse para la pelea revancha con Marlon Starling, que finalmente no se hizo. Recordamos haberle preguntado a Brusa cómo iba a hacer para evitar, con el calor insoportable que estaba haciendo, que Molinares no se tentara con alguna cerveza bien fría, a lo que el entrenador contestó: «Si fuera únicamente de eso que lo tengo que cuidar». La referencia implícita, tenía una única interpretación. A los pocos días, desesperado por la abstinencia a la cocaína, el púgil cafetero no soportó la concentración y se marchó de regreso a Colombia. Afectado por serios problemas de adicción, suspendió el entrenamiento y se “bajó” de la pelea, por lo que en 1989 terminó siendo desconocido como campeón mundial welter de la AMB. Inclusive, el resultado original del combate con Starling fue modificado y pasó de ser un nocáut a favor, a un combate “sin decisión”.
En su siguiente viaje a la ciudad de Santa Fe, Brusa –que por entonces trabajaba en Miami, la ciudad que junto a la de Los Angeles fueron sus destinos laborales tras la experiencia de Caracas con Rafito Cedeño-, recibiría la visita del boricua Carlos “Sugar” De León, quien vino a ponerse a sus órdenes, con vistas a una defensa de la corona de los cruceros del CMB, la que tenía que hacer en Inglaterra contra el local Johnny Nelson. El match tuvo cabida el 27 de enero de 1990 en el City Hall de Sheffield y resultó empatado, por lo que De León pudo retener el título. Algunos meses más tarde, el 27 de julio del mismo año, el puertorriqueño perdería la corona en Italia contra Massimiliano Durán, uno de los dos hijos de Juan Carlos Durán, el excelente boxeador rosarino que mencionamos en la introducción. El otro hijo, Alessandro, reinó en peso welter para la UMB y alguna vez estuvo cerca de combatir con Carlos Baldomir.
Así como confió ciegamente en las condiciones de Alejandra Oliveras, Amílcar espera que crezca y se desarrolle un novato, llamado Jorge Caraballo, a quien le dicen “Piedrita” y al que le nota un gran parecido con el Monzón de los primeros tiempos. A tal punto es así, que no hace mucho Brusa nos comentó: «De todos los pupilos que he tenido, este chico es el que más se parece a Carlos cuando era joven; sinceramente, cuando pega me hace acordar mucho a él».
En mayo de 2002, cuando se estaba organizando el festival de reapertura del Luna Park (que finalmente se produjo el 13 de julio con Omar Narvaes y el nicaragüense Adonis Rivas como match de fondo) se barajaba la alternativa de contratar a Omar Weis para el combate estelar de la velada, hecho que implicaría que se produjera el regreso de Brusa al Luna Park, en calidad de rincón del citado boxeador, que era su pupilo en Los Angeles. El entrenador descartó tajantemente tal posibilidad: «Ni borracho subo otra vez a un ring en ese estadio; con qué cara los enfrento a mis hijos, si después de tantos años de exilio, por culpa de haberme quedado sin trabajo en Argentina, ahora apareciera dirigiendo a uno de mis boxeadores en el Luna Park y encima en un homenaje a Tito Lectoure, que fue el culpable de que ello ocurriera».
«Qué le digo a Jacinto Fernández, a Rufino Cabrera, a Daniel González o a Ceferino Morales, que fueron algunos de los que sufrieron en forma directa mi partida; ellos eran mis pupilos y confiaban en mí, pero los tuve que dejar cuando me distancié del Luna Park; de ninguna manera podría traicionarlos ahora», sentenció el director técnico.
En determinado momento del reinado de Carlos Monzón, a don Amílcar le envían desde Italia un sobre conteniendo una nota con membrete de la firma del promotor penínsular Rodolfo Sabbatini. El escrito estaba en idioma italiano y no era otra cosa que la copia del común acuerdo que habían suscripto el 12 de noviembre de 1970 el referido empresario, el argentino Lectoure y el también italiano Bruno Amaduzzi, manager del púgil Nino Benvenuti, para dividirse en tres partes «todas las rentas derivadas» de la reunión pugilística en la que Monzón -coronado campeón mundial apenas cinco días antes- le daría la oportunidad de revancha al ex monarca. Según el texto original (del cual pedimos una traducción fiel al castellano, la que fue hecha por Stella Maris Corsano, solamente a los fines propuestos en este trabajo) las fechas tentativas para el desquite eran dos, 15 de marzo y 30 de abril de 1971, aunque se sabe que dicho combate terminó haciéndose en la ciudad de Montecarlo el 8 de mayo). La organización de la velada quedaba a cargo de Sabbatini, quien se reservaba el derecho al 40 por ciento de lo producido como ganancia, mientras que los otros dos socios tendrían acceso a un 30 por ciento cada uno.
Durante años, Monzón y Brusa ignoraron este reparto de dinero. De allí que para la segunda contienda con Rodrigo Valdez –ya consumada la ruptura con Lectoure-, los números del campeón los manejó José “Cacho” Steinberg, quien hizo que los ingresos brutos del sanjavierino pasaran, aproximadamente, de no mucho más de 250.000 dólares a casi 1.000.000 de la misma moneda. Además, aquel arreglo no difundido (firmado para una segunda pelea de Monzón con Benvenuti a espaldas del púgil de Santa Fe), dio pie a Brusa para creer que Carlos jamás había accedido a las cifras reales de las negociaciones entabladas entre Lectoure y Sabbatini para cada una de sus defensas.
El razonamiento era lógico: al campeón le pagaban una bolsa fija, pre acordada de antemano, pero no le liquidaban otros dividendos, como ser lo recaudado en concepto de derechos por transmisiones de radio y televisión. Esto último fue otro de los disparadores, porque llevó el planteo a otro plano, el de la participación de la empresa Madison Square Garden en las peleas de Monzón, habida cuenta de que la mayoría de los rivales de Carlos contaban con la promoción de dicha firma norteamericana. Para este caso, siempre se dijo que el arreglo se daba en términos igualitarios, es decir el 33,33 por ciento para cada una de las partes involucradas: Rodolfo Sabbatini, Tito Lectoure y Teddy Brenner, concertador de peleas de la Madison.
Por mucho tiempo se supuso que quien había puesto al tanto de estas cosas a Brusa había sido el manager italiano Rocco Agostino, que fue el empresario que recibiría en Italia a Rufino Cabrera, Juan Antonio Merlo y Ceferino Morales, para que pudieran pelear y hacer campaña allá, ya que en Argentina no podían hacerlo. Otras versiones sindican a Umberto Branchini como gestor de esta iniciativa (otro manager italiano, en algún momento ligado a Sabbatini), que sirvió a don Amílcar y a Monzón para entender que los habían estado “tragando” feo con la plata.
El 22 de agosto de 2011, a los 74 años, falleció la persona a quien consideramos el verdadero hermano de don Amílcar Brusa, Agustín Carlos Uleriche, alias “Chiquito”. Compartimos varios de los reencuentros de estos grandes amigos a la vuelta de algunos de los viajes del veterano entrenador y podemos asegurar que el respeto y cariño que se tenían iba más allá de una simple amistad. Estos hombres fueron realmente como hermanos. Sus historias, muy conectadas a las vicisitudes de las circunstancias experimentadas junto al propio Carlos Monzón, estuvieron siempre cercanas y entrelazadas. Para aquellos que quieran saber más cómo se conocieron y se fueron haciendo amigos estos dos “hermanos del corazón” recomendamos leer “En el ring de la vida”, libro escrito por el joven periodista santafesino Javier Valli, realizado con la inestimable colaboración de Julio Manuel Cantero y publicado en el año 2010.




