Todo comenzó con un e-mail, después otro, un llamado a nuestro buzón de lectores, otro llamado y los correos electrónicos comenzaron a multiplicarse. Denunciaban que el Instituto Antirrábico había sacrificado varios perros sanos. Habían mordido y permanecido enjaulados durante 10 días para detectar si tenían rabia y, a pesar de que el resultado dio negativo, fueron sacrificados. ¿Por qué? Porque sus dueños lo autorizaron.
La Ley de Profilaxis de 1963 posibilita esta práctica, que es llevada adelante desde hace 46 años por el Estado provincial, a través del Instituto Antirrábico que pertenece al Ministerio de Salud. En lo que va del año ya se sacrificaron 8 perros; el año pasado, 13 y en 2007, 12. Las razas: Labrador, Dálmata, Coker, Dobermann y perros mestizos, entre otras.
La ley
“Éste es un reclamo histórico”, aseguró el veterinario a cargo del Antirrábico, Víctor Tramontín. “Nosotros hacemos lo que indica la Ley de Profilaxis. Todos los perros que fueron sacrificados contaban con la autorización de sus dueños para dicha práctica”, argumentó, mientras mostraba varios papeles firmados por los dueños de los animales que encontraron su muerte en el Antirrábico.
Por su parte, Javier Colombo, director del Programa de Zoonosis de la Provincia, reconoció que “lo que asusta de esta ley es que es eutanásica”. Compartió la idea de que la norma “tiene que ser más humanitaria” y de que “la eutanasia debería ser un mecanismo de ultraemergencia”.
¿Es la muerte la solución?
¿Cuáles son las circunstancias que hacen que un perro ataque? ¿Está defendiendo a su amo? ¿Se lo molestó mientras comía o dormía? ¿Se lo maltrató? ¿Se lo mantuvo encadenado o encerrado durante años? Tramontín reconoció que “siempre hay una circunstancia en la que el perro se vuelve agresivo”.
Ante la pregunta acerca de la posibilidad de cambiar al animal de contexto o de familia antes que matarlo, aseguró que “quien decide su fin es el dueño” y que, cuando median una denuncia policial y causas civiles y penales, “no quiere saber nada con el perro”.
Según la Ley de Profilaxis, el animal debe permanecer en observación 10 días en el Antirrábico -enjaulado- o en la casa de su propietario si no presenta síntomas de rabia. Cumplido el plazo y si está sano, el dueño cuenta con 48 horas para buscarlo. “Lamentablemente, si no lo retira, hay que practicar la eutanasia. Es lo que dice la ley”, indicó Tramontín.
Pero, ¿no se puede pensar en una alternativa para ese animal? ¿No lo puede adoptar otra persona? Sólo con autorización de un juez.
La denuncia
Las asociaciones protectoras de los animales cuestionan que no se exige una denuncia policial o un certificado médico que dé cuenta de la mordedura. Tramontín explicó que se piden los datos de la persona mordida y la denuncia policial, si la hay. Pero aclaró que, “si el dueño del perro presenta buena voluntad, no es necesario que haya denuncia policial”.
Esto hace levantar sospechas entre los defensores de los animales, quienes consideran que la ley permite que quienes ya no quieren a su mascota -porque está vieja, enferma o simplemente les molesta- pueden aducir que ha mordido para que sea sacrificada. El veterinario dijo que no han podido comprobar esta situación. En tanto, Colombo aseguró que, a pesar de lo que indica la ley, “la idea es no practicar eutanasia, a menos que sea estrictamente necesario”.
El problema es la ley
—Retomando el caso de un perro que tiene dueño, ha mordido, no está rabioso y su propietario decide sacrificarlo, ¿no hay otra alternativa antes que la muerte?
—La última palabra la tiene el dueño del perro. Siempre es el mismo tema: no quiere transferir el problema a otro ni quiere quedarse con cargo de conciencia porque ese perro pueda provocar daño. ¿Quién se hace responsable por eso? Lo primero que van a decir es que el perro estuvo en el Antirrábico, que tenía antecedentes de haber mordido.
—Es bastante condenable... el perro que muerde una vez...
—Yo no me puedo mover de lo que dice la ley.
—Pero esto se lo pregunto más allá de la ley, como profesional: ¿un perro que muerde una vez no tiene salvación, a pesar de que uno lo cambie de ambiente, de familia?
—Creo que siempre hay una circunstancia que estimula que el perro muerda. Puede ser que los chicos lo molesten y el perro después ve una criatura y queda traumatizado, o que se lo molestó cuando estaba comiendo o que se lo cargoseó mucho. Cuando lo traen, nunca dicen las circunstancias, cuál fue el momento que disparó el gatillo del perro. Lo que pasa es que hay perros que tienen una mordedura muy fuerte y es un peligro. Desde el punto de vista de salud pública, hay leyes provinciales y otras dictadas por la Organización Mundial de la Salud, de las que no me puedo apartar.
—Entonces el problema es la ley.
—El problema es la ley.
—¿De qué año es?
—Del ‘63.
—¿Y en 46 años nadie hizo nada por aggionarla?
—Yo no soy diputado.






