Una “eterna” deuda financiera, varios déficit operativos consecutivos y las presiones regulatorias del gobierno nacional terminaron por doblegar a los dueños de La Serenísima, que pusieron en venta la empresa.
En Santa Fe y Córdoba, que comparten la cuenca productiva más importante del país en el rubro, la situación no reviste la gravedad de la empresa bonaerense, pero no deja de ser complicada.
Hay 9 mil familias rurales santafesinas y 8 mil empleados industriales que viven de la “cadena láctea”. Pero tanto los tamberos como la industria dicen hoy que no pueden sostener la actividad, ya que sus números no cierran.
Hay factores concurrentes para que eso así sea, y que no son ninguna novedad. La tonelada de leche en polvo en el mercado internacional llegó a estar en 4.700 dólares y hoy no pasa de los 2.050 dólares.
En el campo, los tamberos reciben un promedio de 75 centavos por litro y aseguran que trabajan a pérdida; la industria sostiene que no es rentable y ambos recelan de las regulaciones del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que no reúne a todos los actores a la misma mesa, pero que deja que las cadenas comerciales -y el gobierno vía impuestos- se quede con la mayor porción de los $ 2,50 a $ 3 que pagan los consumidores por un litro de leche fluida.
Menos tambos
Carlos Sartor, el secretario de la cadena agroalimentaria del Ministerio de la Producción de Santa Fe, señala que Santa Fe tuvo hace unos 10 años 7 mil tambos, y hoy no pasan de 4.400.
Los productores se quejan pero existe, más allá de la coyuntura, un proceso histórico de concentración del negocio y una tasa promedio del 6 % de desaparición de tambos por año, en los países productores de leche.
La clave es la “productividad” (litros producidos por hectárea y por año) que requiere mayor inversión en suplementos alimentarios. Los que producen hasta 5 mil litros hoy están comprometidos, pero no por producir el doble están salvados.
El fenómeno de la soja achicó los espacios y la sequía ha puesto en dilema a territorios como el departamento San Cristóbal, cuyos ciclos climáticos plantean la duda sobre la sustentabilidad del modelo productivo en regiones con largos períodos de sequía.
Pero mientras tanto la falta de lluvias ya no es argumento. “A pesar de la sequía y los tambos cerrados, los datos indican que la producción creció”, explicó Sartor sin ofrecer más detalles.
Entre funcionarios e industriales, el pudor y el respeto por la tradición de muchos tamberos impide mencionar que el fenómeno de “supervivencia del más apto” es histórico. Los que invierten en genética y tecnología logran espacio y escala, tienen futuro.