El dengue es una enfermedad viral que se produce por la picadura del mosquito Aedes aegypti, que trasmite el virus al hombre cuando lo pica. El dengue no se trasmite de persona a persona, ni a través de objetos o de la leche materna.
El mosquito transmisor es un insecto blanquinegro que mide unos 5 milímetros de largo, tiene una apariencia de cuerpo a rayas en el dorso y en las patas, que son difíciles de observar a simple vista.
La peligrosidad de la rápida diseminación de la enfermedad radica en que las personas se desplazan de un lado al otro y -en consecuencia- cualquiera puede infectarse adonde vaya, porque el mosquito por sí solo, vuela escasamente cien metros.
El período de incubación de la enfermedad va de 3 a 15 días y los síntomas son escalofríos, dolor de cabeza, dolor retroorbitario al mover los ojos, dolor de músculos y articulaciones, postración severa, fiebre y malestar general.
Durante las primeras horas de la enfermedad hay dolor extremo de las articulaciones y la temperatura puede llegar a 40 grados, presentándose náuseas y también vómitos. Los sangrados son pocos comunes.
Estos síntomas duran dos o tres días, luego hay sensación de bienestar de un día, y aumenta la temperatura nuevamente. Puede haber una erupción tipo sarampión en toda la superficie corporal, con excepción del rostro.
La evolución depende del estado inmunológico del paciente, por lo que si tiene buenas defensas, es probable que el pronóstico sea revertido rápidamente, existiendo la posibilidad de casos que no presentan el segundo período febril. En el dengue típico, la mortalidad es nula. A menudo, la convalecencia dura varias semanas, acompañada de astenia falta de apetito.
Como es una enfermedad viral, no hay tratamiento que lo combata, sólo se controla con antifebriles como paracetamol o ibuprofeno, motivo por el cual se debe evitar tomar aspirinas por poseer un efecto antiplaquetario. Se recomienda reposo y tomar abundante cantidad de líquido para combatir la deshidratación que provoca la elevada fiebre.




