“Un día me levanté y me encontré con la pared escrita. ¡Me agarró una bronca terrible! Ese mismo día pinté el frente de la casa y al día siguiente me volvieron a escribir lo mismo. Así que pensé: no pienso gastar otros mil pesos para que con un aerosol de cinco me vuelvan a arruinar la pared. Y así quedó. Hace como 10 años que está pintado y ya es una referencia de la cuadra”. Así contó Dardo, un vecino de barrio Candioti, lo que se siente cuando a uno le escriben el frente de su casa.
En este caso, lo que empeoró la situación es que el mensaje era una agresión directa hacia su persona. En su momento se enfureció y “quería agarrar a trompadas al que lo había escrito”, pero después de ir a la policía y ver que era en vano intentar hacer algo, se resignó. “Taché las palabras ‘viejo’ y la mala palabra porque eran las que me molestaban”, comentó entre risas.
Revancha adolescente
El caso de Nélida es similar. Ella vive en la misma casa hace 58 años. Hace casi dos décadas, cuando su marido todavía vivía, había un grupo de adolescentes que solía jugar a la pelota en la calle. “En una de ésas, nos rompieron el foquito de la luz de un pelotazo y mi marido salió indignado a retarlos. Al otro día nos apareció el frente -en la parte blanca para que se vea bien- con cosas escritas: ‘Pelado, no te metas con nosotros, dejá de retarnos’ y no sé qué otras cosas más porque fue hace tanto tiempo”, relató la señora.
Inmediatamente, su marido buscó pintura y tapó -como pudo- las frases. Sin embargo, nunca volvieron a pintar la pared por completo y todavía se notan los rastros de la revancha de los adolescentes. “Recién ahora, que pasaron como 20 años, mi hija piensa lavar la pared y pintarla, pero no sé si no la van a volver a escribir. La vecina de enfrente tuvo que pintar la pared de negro, de la cantidad de barbaridades que le habían escrito”, comentó.
Medio de expresión
Pero no todos los graffitis son escritos como represalia contra un vecino. Muchas veces se tratan de expresiones de sentimientos (“Yael te amo, Jona”), pasiones deportivas (“Unión papá eterno”, “Colón capo”), ideas políticas (“Lole volvé”) o una simple firma para dejar sentado que allí estuvo tal persona. En estos casos, las paredes de escuelas, terrenos baldíos, depósitos, cocheras, casas deshabitadas, plazas y edificios públicos son las elegidas para expresar toda clase de mensajes. Pero de todas las paredes de la ciudad, sin lugar a dudas las de las esquinas son las preferidas para los mensajes -con pintura o aerosol- porque son las más visibles.
No hay una concepción unívoca acerca de si los graffitis son arte, una forma de propaganda o sólo una broma de adolescentes. Y si bien nadie está en contra de la libertad de expresión, hay formas y lugares para hacerlo. Mientras algunos consideran gracioso pintar frases -algunas ingeniosas y otras de lo más triviales- o dejar grabados sus nombres, y otros se sienten Benedetti contando sus amores y desamores de manera pública, más de un vecino sufre un dolor de cabeza al encontrar el frente de su casa convertido en un mural.
Breve historia de paredes tatuadas
Algunos historiadores del arte consideran que las cavernas de Altamira -en las que el hombre plasmó hace más de 15 mil años figuras de bisontes y otros animales- constituyen uno de los antecedentes del graffiti.
Ya más cerca en la historia, a fines de la década del ’60, el movimiento estudiantil recordado como “el mayo del ’68” o Mayo Francés salió a la calle a pintar paredes como medio de expresión y de protesta. Muchos de los mensajes que cubrieron París trascendieron su tiempo y espacio y se convirtieron en lemas inolvidables como “prohibido prohibir” o “la imaginación al poder”.
En los ’70, en plena disputa entre pandillas de Nueva York, las diferentes bandas marcaban su territorio dejando firmas o “tags” en las paredes de la ciudad. Por aquellos años, los graffitis eran considerados actos ilegales, ya que quienes los pintaban se adueñaban de edificios -públicos o privados- sin autorización.
En nuestro país, el graffiti se difunde a partir de 1983, con la vuelta a la democracia, como una manera de expresar ideas de manera anónima y adueñarse del espacio público. Con el correr de los años, las pintadas comenzaron a ser vistas como un arte callejero y hasta como una moda -utilizadas para decorar negocios o boliches-, aunque no todos compartan esta idea.
Si bien en algunos casos el graffiti está ligado a la política -sobre todo en épocas de campaña electoral o cuando una crisis sacude al país, como en el 2001-, en la actualidad está más vinculado con la “firma personal” -puede incluir el nombre de quien lo realiza o el de líderes o bandas de rock-, las pasiones deportivas y los mensajes de amor.






