Darío Franzó es padre de seis hijos. Hasta hace poco tiempo la mitad de ellos, fruto de una segunda pareja, llevaba el apellido de la mamá. En su casa de barrio Piquete Las Flores relató el paso que le permitió a su familia vivir en armonía.
Son míos. “Andrea, Gisela y Marcos eran Franzó como yo y Darío, David y Andrés eran Montes como su mamá. Pasa que ella no quiso ponerle mi apellido porque decía que eran sus hijos pero cuando llegó Lucas, mi primer nieto, Darío quiso que todos tengan el mismo apellido”.
Por Lucas. “Nunca me preocupó que lleven el apellido de la madre pero cuando el nene en la escuela empezó a hablar de la familia hizo cuestionamientos fuertes. Nos preguntaba por qué su papá era Franzó y algunos de sus tíos no y ahí nos resolvimos a cambiar las cosas, fuimos al Registro Civil y modificamos las partidas de nacimiento”.
Ensamblados. “Hubo momentos que estuvimos separados, pero cuando aparecieron los nietos, las prioridades cambiaron, nos empezamos a juntar. Hoy hay un buen trato y respeto. Antes, los hijos de mi primera pareja creían que sus hermanos le habían sacado al papá y eso generaba que no podamos tener ni una charla tranquilos”.
Familia Franzó. “Los padres a veces no nos damos cuenta de lo importante que es poder comunicarnos con los hijos. Yo me crié solo y aprendí eso de grande, recién ahí pude darme cuenta que en cierto modo al no ponerles a todos el mismo apellido los estaba perjudicando. Ahora estoy tranquilo porque todo se normalizó y aunque no tengamos mucho logramos crecer como familia, mantener una buena relación y quiero disfrutar de eso”.
Pan casero. “Yo hago pan que vendo en el barrio, ya estamos todos grandes y las diferencias que podíamos tener cuando los seis eran chicos ya no existen, nos llevamos bien. Para mí mis hijos son todos iguales, el apellido no tiene mucha importancia sino el vínculo. Yo soy una persona bastante cerrada y lo que me interesa es que la familia esté bien, no el apellido.”




