La situación de inseguridad imperante en nuestra ciudad -la de los 98 asesinatos en lo que va del año- hizo foco en un suceso que sintetiza un estado de sociedad: una familia violenta que resuelve los problemas a tiros, una madre expulsada del sistema de contención social urbano, que mendiga y promueve la delincuencia en sus hijos para obtener recursos económicos, y que cuando pierde la tenencia de ellos intenta recuperarlos con la única metodología que conoce y le da resultado.
Esta mujer reclama la tenencia de sus hijos de 9, 12 y 14 años. Tiene otro dos hijos de 15 y 17 años detenidos por homicidio y otros tres de 3, 4 y 6 años en una institución privada bajo tutela de la Dirección del Menor. Sólo uno de 17 años está libre, no tiene vinculación con su madre y no contaría con antecedentes policiales.
En el entorno del problema, del foco en cuestión, estamos asistentes sociales, periodistas, funcionarios, la opinión pública y, a su vez, la sociedad misma, que en mayor o menor grado parece mirar hacia otro lado, o busca soluciones que no aciertan, al tiempo que refuerza la seguridad individual o de su familia; lo que puede ser visto como el primer paso para comenzar a hablar de “nosotros” y “ellos”.
¿Cómo razona un chico con las características de alguno de los tres -de 9, 12 y 14 años- que hoy son noticia por la violencia que encarnan? ¿Cómo es su mundo interior, sus valores, códigos y costumbres? Pensar algunas de estas cuestiones, entender algo este mundo paralelo, es un imperativo en estos tiempos. Para todos. Para cambiar nuestra realidad. Para que por fin dejemos de ubicarlos del otro lado de la vereda y tomemos conciencia de que somos uno.
No basta con exigirle a las autoridades en las que se delega el poder que solucionen un problema que llevamos todos en la palma de la mano como una bomba a punto de estallar.
* Nombre de una novela de Roberto Arlt.




