El llanto final de José Acasuso luego de perder acaso el partido más importante en la historia del tenis argentino, fue en realidad el de todo el estadio Islas Malvinas marplatense, que acusó una derrota que caló hondo y dejará huellas, la primera referida al final de ciclo de una generación brillante.
Eran exactamente las 16.09 de un domingo gris y sin sol en la ciudad balnearia por excelencia de la Argentina, cuando el ’zurdo’ Fernando Verdasco se vistió de verdugo y conectó una derecha profunda, imposible de responder, en el tercer match point que dispuso el equipo español y que desató el festejo de unos pocos y la tristeza profunda de muchos.
En ese instante, que pareció eterno aunque duró segundos, Acasuso rompió en llanto, Agustín Calleri también se quebró emocionalmente en el banco, David Nalbandian miraba sin mirar un punto fijo y Juan Martín Del Potro buscaba una explicación en el piso, mientras el ’Luli’ Mancini se preocupaba por consolar al misionero.
La gente, que había alentado a rabiar hasta el fatídico quinto set, contemplaba azorada un festejo ajeno, eran 10 mil almas vestidas de celeste y blanco heridas, dolidas y con la frustración propia de una derrota deportiva importante.
El clima festivo que se vivió durante tres horas y 56 minutos antes quedó lejano, y la tristeza invadió los corazones del público presente, de los tenistas y también alcanzó a la sala de prensa aledaña al estadio, donde apenas se oían los teclados de las computadoras.
La ilusión se hizo añicos y la fotografía final de la serie entre argentinos y españoles fue ver a Verdasco, Feliciano López, David Ferrer, Marcel Granollers y el capitán Emilio Sánchez Vicario festejando con su gente, unos 500 llegados desde el país europeo.
La derrota, dura por tratarse de una final de Copa Davis, la gran asignatura pendiente del tenis argentino, ante una España disminuida por la ausencia de Rafael Nadal, el número uno del tenis mundial, dejó una profunda herida y traerá secuelas.
Es que esta generación brillante del tenis argentino se quedó por segunda vez en la puerta del ansiado trofeo, como sucedió hace dos años en la fría Moscú ante Rusia, y ahora si, mas que nunca, saben que no tendrán revancha.
Quedó atrás el tiempo de Gastón Gaudio, brillante campeón de Roland Garros 2004, del ‘Mago‘ Guillermo Coria, ahora devenido en comentarista televisivo de una cadena de cable, del ‘Chucho‘ Acasuso (también perdió con Marat Safin el partido decisivo en Moscú), del ‘Gordo‘ Calleri, el ‘Flaco‘ Juan Ignacio Chela y también de Guillermo Cañas, el que siempre volvió del ocaso.
Por una simple cuestión de edad y de nivel, tan sólo David Nalbandian, el tenista más brillante nacido en la Argentina después de Guillermo Vilas, puede ser considerado como guía para las generaciones futuras, aunque al cordobés de Unquillo, próximo a cumplir 27 años, no le quedan mas de dos temporadas a pleno en el circuito.
Será entonces el tiempo de Juan Martín Del Potro, y de los que vengan atrás, como Juan Mónaco, Eduardo Schwank o algún otro, ellos serán los encargados de volver a encender la llama de la ilusión, por estas horas apagada.
Argentina acusó el golpe y habrá que ver si aparece una generación brillante que pueda volver a hacer creer que ganar la Davis es posible.
Hoy, todo es dolor, el clima de derrota no permite distinguir el horizonte, así lo sintió la gente que alentó sin parar durante los tres días que duró la serie de Copa Davis más importante que se jugó en el país.
Seguramente el paso del tiempo logrará cicatrizar esta herida profunda, una más en la Davis, como si se tratara de un maleficio o extraña conjura.
Télam




