Tina Parodi tenía 85 años y el lado izquierdo del corazón bloqueado. En abril del año pasado, la terapia intensiva del sanatorio 7 de Marzo de Santo Tomé parecía ser su última morada.
La silla de ruedas y la demencia senil eran dos ingredientes más del terrible cuadro que sufría la mujer. “Estábamos desesperados. Recuerdo que era un jueves, mi mamá llevaba cinco días sin comer ni tomar agua. Estaba muriéndose. A mí me habían comentado sobre el padre Tomás, y entonces decidí ir a verlo”, cuenta Alicia Martorelli.
“Él había estado bendiciendo, la noche anterior, hasta las tres de la mañana. Le conté lo que nos pasaba y le pedí que fuera a verla. Enseguida me dijo que sí”, relata.
El sacerdote se encerró a solas con la enferma. La confesó y le dio la Santa Unción. Afuera, la familia contaba los segundos.
Cuando el cura salió, tomó las manos de Alicia entre las suyas y sentenció: “O muere ahora en presencia de sus seres queridos, o va a vivir”.
A los minutos llegó el parte médico: Tina se había estabilizado e iba a ser trasladada a una sala común. “Increíblemente, empezó a pedir comida. Comenzamos con alimentos licuados, porque tenía la boca llena de hongos. A los días, le dieron el alta”, concluye Alicia su historia.
“Hay miles de testimonios de personas que fueron sanadas o aliviadas. Las misas del padre Tomás estaban siempre llenas de gente, y él bendecía hasta el último que se le acercara. No le importaban las jurisdicciones, ni el cansancio, ni los horarios. Es una injusticia que quieran llevárselo”, opina la mujer.
Hoy, Tina no sufre las agitaciones que convulsionaban habitualmente su respiración. Sigue comiendo, a ritmo lento pero sostenido. Y recuperó las ganas de vivir.




