Marina Verón Lanacion.com La casa de Estefanía Garay mantiene vivo el recuerdo de Axel Blumberg. Ese fue el último destino de la corta vida del joven secuestrado y asesinado hace más de dos años. Desde la ventana, aquel 17 de marzo de 2004, Estefanía, su novia, vio el auto de Axel estacionado, pero él no estaba. Y gritó. Una semana después sólo encontró un cuerpo con un tiro en la sien tirado en un descampado en Moreno. El jueves todo era expectativa en la familia Garay. Lanacion.com la acompañó en los momentos previos a que comience la quinta marcha convocada por Juan Carlos Blumberg para reclamar seguridad. "Me imagino todo lleno o todo vacío", fantaseaba Estefanía, de sólo 20 años, estudiante de veterinaria, que opina, segura, que el Gobierno buscó en estos días "dividir a la sociedad". Se planta sin titubeos frente a las críticas que recibe Juan Carlos Blumberg. "Hay que tomarlo como de quien viene", dice, en referencia al funcionario Luis D´Elía y al jefe de Gabinete, Alberto Fernández. "Sé que lo que dicen es totalmente irracional", protesta, sentada en la mesa principal del living de su casa de dos plantas en Martínez. Vestida de jeans y zapatillas, Estefanía lleva orgullosa una remera blanca anudada en la espalda con la cara de Axel impresa en el pecho, y un cintillo negro que pende de una manga. Es flaca y prolija, de pelo muy largo y lacio que divide en dos con una raya irregular. Eric Goetz la apuntala cuando habla. El fue compañero del colegio secundario de Axel. "Resulta que ahora hacer justicia es ser mano dura", interrumpe este joven de 26 años recién cumplidos. La organización. "Diego, llevate caramelos, estás pálido", le dice a otro de los chicos que fueron llegando a la casa de los Garay. Es el novio de Verónica, la hermana mayor de Estefanía, y también amigo de Axel. Ayer había pasado una mala noche, descompuesto, y el esfuerzo para él de ir a la marcha fue mayor. "¿Mane se engancha con Cristian?", pregunta Liliana, la mamá de Estefanía, que maneja con disciplina los llamados de los medios para su hija. Desde que aceptó hablar con la prensa después de dos años de silencio, casi no la dejan tranquila. "Yo sólo quiero ayudar a esta marcha, pero prefiero el perfil bajo", se ataja la joven. Mientras Alejandro, el padre, busca en el garage las pancartas con la cara sonriente de Axel que estuvieron presente en todas las marchas, llegó Inés, una prima de Liliana. "Menos mal que tenían lugar en el auto", le dice. Liliana aprovecha y muestra otro cartel que hizo su marido con dos fotos: una de su hija abrazada a Axel, y otra de su hermano asesinado a cuchilladas durante un intento de asalto en enero pasado. Enseguida llegó el padre Alberto Barros, un sacerdote amigo de la familia. Los cuatro estaban listos para salir. Eran las 16.45 y querían estar temprano para evitar problemas en el tránsito por la contramarcha y para dar una mano en la organización del acto. Los más jóvenes se quedaron a esperar al resto de los amigos. Estaba Martín, el hermano mayor de Estafanía y su novia, Ana. Martín compartió toda su educación con Axel, desde el jardín de infantes. Es el más reservado de los hermanos. Ayuda. "Nosotros ayudamos a Juan Carlos así, de manera casera, sin nadie detrás como dicen. Yo vi cuando le prometió a su hijo en la tumba que iba a hacer justicia. Esto no tiene nada que ver con la política", aclara Liliana. Estefanía sostiene que Blumberg no va a ser candidato. Eric agrega: "La opción la tenía desde un principio y no lo hizo". Ambos confesaron que en las últimas elecciones legislativas votaron a Ricardo López Murphy y que también les gusta Mauricio Macri. Ya eran las 17.20 cuando partieron en tres autos. Un Renault laguna verde y un 18 bordeaux, de la familia Garay. En otro auto iba una amiga rosarina y su novio. En un estacionamiento de Puerto Madero finalmente se sumaron Cristian Acatoli, Sebastián Weihl, Nicolás Azpiazu y Pablo Fontenla. Desde la esquina de Madero y Lavalle caminaron hasta la Plaza de Mayo. Parecían contentos. La preocupación pasaba por si iría o no mucha gente y por la tensión frente a la contramarcha organizada por D´Elía. Eran ya las 18.10. "No puedo creer que faltando tanto tiempo ya haya tanta gente", se alegraba Estefanía desde la calle Reconquista, mientras se asomaba a su vista el escenario montado frente a la Pirámide de Mayo. Sin protagonismos. Es simpática y desenvuelta. A pesar de que no mide más de un metro sesenta, no pasa inadvertida. Cuando la divisan los medios, la acosan. Ella les contesta, su mamá intercede. Parece que nunca duda. Cuando las luces se apagan confiesa: "No me resiste el corazón. Yo no quiero ser descortés, pero son tantos, me preguntan por cuestiones políticas que nada tienen que ver con esto y tengo miedo de equivocarme". Por allí vio a María Helena, la mamá de Axel. Le dio un beso y se fue. Estefanía prefiere quedarse abajo del escenario, sin buscar protagonismo. Va de un brazo al otro de sus amigos. Su papá la ve y la abraza a cada momento. En la mitad del discurso de media hora que pronunció Blumberg Estefanía se compró un paquete de garrapiñadas que convidó a cada uno de los que la rodeaban. "¿Dónde está la política acá, eh, dónde?", se pregunta con mezcla de bronca y tristeza y mira hacia atrás buscando alguna bandera partidaria. Fue justo en el momento en que Blumberg hacía referencia a la espontaneidad de la asistencia. Nunca se quiebra. Dice que sólo lo hace en la intimidad. El grito desesperado de "Axel te amo" con el que Blumberg se despidió de la multitud hizo apenas que sus gestos se endurecieran, como buscando con la fuerza de sus músculos faciales evitar las lágrimas. La vela que la acompañó en todo el acto se le consumía entre los dedos. Hoy la esperaba un parcial que la tuvo hasta poco tiempo antes de la marcha ocupada. Desde que murió su novio buscó eso: ocuparse para no pensar. Dice que mañana será de nuevo una muchacha anónima. Fuente: Lanacion.com.




