De la redacción de El Litoral
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El uso de mano de obra infantil en fábricas del sudeste asiático para confeccionar zapatillas o pelotas, llegó a conmocionar a mediados de los ‘90 a primeras marcas mundiales. Los escándalos corporativos comenzaron a delinear el concepto de Responsabilidad Social Empresaria (RSE).
Lejos de la idea de “filantropía”, la RSE plantea la necesidad de valores humanos y ambientales como necesidades básicas para dar sustentabilidad a las empresas, más allá de sus lógicos propósitos de rentabilidad.
Así como los cosechadores de frutillas de Coronda necesitan una asistencia estatal para la contención de los menores de sus familias, hay empresas privadas que debieron asumir obligaciones similares.
Una reconocida bodega de Mendoza, por imposición de su casa matriz en Francia, debió dar contención escolar y alimentaria a los menores que integran las familias de quienes trabajan en las vendimias. Los cosecheros se negaban a entrar a los viñedos si sus hijos no los asistían en el trabajo “a destajo”, que se retribuye por kilo.
Algo similar pasó con la exigencia de multinacionales de gaseosas que compran limones a plantaciones tucumanas.
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