Manos trabajadoras. Desde que tenía 16 años, este hombre construyó una familia y cosechó una vida digna con su herramienta más importante: sus manos.
En una de las quintas del barrio, un hombre estaba trabajando desde la salida del sol. Es boliviano, pero dice que Santa Fe es, justamente, su tierra.
Manos trabajadoras. Desde que tenía 16 años, este hombre construyó una familia y cosechó una vida digna con su herramienta más importante: sus manos.
Omar Marassa tenía tan sólo 16 años cuando llegó a la ciudad de Santa Fe proveniente de Tarija, en Bolivia. Nacido en el seno de una familia humilde aprendió desde chico la necesidad y la importancia del trabajo duro. Fue su primo quien lo convenció de venir a la ciudad de Santa Fe, para probar la posibilidad de conseguir empleo por temporada en una de las tantas quintas que existían por entonces en la zona.
“Cuando llegué me gustó mucho el lugar. Por supuesto que eran otros tiempos, no había tanta inseguridad ni matanzas. Antes era muy linda y tranquila esta zona. Y el trabajo me gustaba mucho. Así que me quedé. Traje a mi señora y decidimos armar una vida acá”, cuenta Omar.
“Desde que vine me dediqué a la quinta. Hoy ya casi tengo 52 años”, comenta. “Con los años armamos una familia. Mis hijos son nacidos en Santa Fe y ya hasta me hicieron abuelo”, agrega.
Vida rutinaria. Todos los días, desde el amanecer hasta la caída del sol, Omar y su señora trabajan la tierra en medio de risas cómplices y mucho esfuerzo.
Con las manos en la tierra
Todos los días, a las 7 de la mañana, Omar —junto a su señora y uno de sus hijos— comienza con el trabajo de la tierra. Las tareas se extienden hasta el mediodía; cortan un par de horas para almorzar y luego continúan desde las dos de la tarde hasta que la noche ya no permite hacer más.
A lo largo del predio pueden verse almácigos de cientos de verduras de hojas.
Omar explica que “a los almácigos se los arranca y se los vuelve a trasplantar en los surcos y de ahí comienza otra tarea carpiendo con el caballo. En cambio, hay otro tipo de verduras, como la acelga o la lechuga, que requieren un trabajo distinto. Se las siembra directamente, se las va carpiendo y limpiando hasta que ya crecen y tiene un tamaño adecuado para arrancarlas y venderlas en el mercado. Y así vamos atendiendo las verduras todos los días. Cuidándolas cuando llueve, controlando que las plantas tengan la humedad que necesitan o poniendo mediasombras cuando hace mucho calor”.
La tarea de quienes trabajan la tierra es en extremo sacrificada. Requiere muchas horas de trabajo, a veces bajo condiciones climáticas extremas y el salario no es para nada adecuado. Pero en cada palabra de Omar se nota su amor por este oficio.
Para Omar, la vida en el barrio cambió con los años tanto como la manera de plantar. “Antes se sembraba siempre en el invierno. Ahora que cambió el clima prácticamente sembramos todo el año. Nos lleva más esfuerzo pero por suerte también es más trabajo”, explica.
Sobre la realidad del barrio explica que “lamentablemente ya ningún barrio es tranquilo, pero dentro de todo en comparación con otros lugares estamos bastante bien”.
“¿Si volvería a Bolivia? No, ya no me queda familia allá. Toda mi vida y mis seres queridos están en Santa Fe. De hecho, me siento más santafesino que boliviano”, concluye.
Todo verde. Cientos de filitas de cebolla de verdeo, espinacas, acelgas y otras verduras tiñen de un hermoso verde a toda la zona y embriagan con su aroma a quienes pasan por allí.