Por Juliano Salierno
Leandro Zalazar tiene 22 años y es oriundo de Reconquista. Hace 9 meses llegó a Santa Fe para trabajar como policía; hasta la noche del 15 de septiembre, cuando lo atraparon después de cometido un robo en el barrio Sur. La Justicia lo dejó en libertad ayer, aunque continúa como imputado en una causa por “tentativa de robo, calificado por el uso de arma de fuego”.
“Me sentí re mal, porque me trataron como a un harry, me arruinaron la carrera”, dijo Zalazar, haciendo referencia a un término de la jerga policial cuyo significado se emparenta con la palabra “ladrón”. El joven se desempeñaba como agente subinspector en la Brigada de Orden Urbano de la Unidad Regional Uno, hasta que el 15 de septiembre cayó junto a otros dos amigos acusados de haber cometido un robo.
Fue un lunes, casi a las 23, cuando una patrulla del Comando Radioeléctrico interceptó al trío, que circulaba en una moto por San Lorenzo y Monseñor Zazpe. Minutos antes, un móvil de civil de la Agrupación de Unidades Especiales advirtió que en Uruguay y 1º de Mayo una moto se metió a contramano para asaltar a un joven de 18 años, al que le quitaron la mochila.
En disponibilidad
Zalazar asegura que los confundieron, que no eran ellos los autores del robo. “Mi error fue ir a comer un sandwich con los pibes al centro, porque en casa ni cocina tengo”, explicó. A pesar de haber recuperado la libertad el lunes, las autoridades policiales lo pasaron a disponibilidad, a la espera de lo que resuelva el juez de Instrucción Penal Quinta, Darío Sánchez.
Para defenderse, Zalazar asegura que todavía no conoce las calles de la ciudad y que no sabría llegar hasta el sitio donde se cometió el robo. A pesar de ello el novato se mueve en una moto Honda Storm de 150 cc. para la cual no tiene carné de conducir. De hecho, el mismo día que lo detuvieron reconoció haber pagado una multa de $ 160 para recuperar el vehículo retenido por los inspectores por ese motivo.
El muchacho proveniente del norte de la provincia evalúa lo que le pasó y cuenta que “antes tenía vergüenza de llorar, de mentir y de robar; ahora ¿qué soy, un sinvergüenza?”, se pregunta. Dice sentirse discriminado por sus propios compañeros, que hasta le retiraron el saludo.
Me dicen “poliladron”
Para justificar la compañía con la que iba esa noche dice: “Yo estoy con los pibes con los que me crié”, en clara alusión a su origen humilde, casi marginal. “Entro a todos los barrios, a Pompeya, Centenario, Barranquitas; me encanta jugar al fútbol y me gusta la cumbia y el folclore”. Los fines de semana le gusta ir a las bailantas; “voy a la Tropi, a Villa Dora y al B-Vip”, resume.
También se lamenta porque “iba a salir de padrino del hijo de mi hermana, pero ahora me parece que no, porque dicen que soy un poliladron”. Lejos quedó el título de Técnico en Seguridad que le dieron en la Policía y que asegura merecer; lo mismo que los $ 1.800 que cobraba como funcionario público.
Así las cosas, “lo primero que hice, cuando salí de la comisaría, fue tomarme dos vinos, ¡de la angustia, loco! Lo que viví esos días preso no se lo deseo a nadie”, remató con una verdad que no le extraña a nadie, aunque sorprendió diciendo: “Le mando saludos a los compañeros, a los detenidos, a todos, loco”.




