El clima económico resultó un estímulo conductista irresistible para el voto: Cristina Fernández no ofreció plataforma electoral ni discurso; las 4x4, los electrodomésticos y los celulares en cuotas fijas fueron suficientes para saciar las urnas. Sin embargo, esos argumentos de nada sirven para los desafíos que vienen.
Néstor Kirchner sacó al país parcialmente del default, achicó la desocupación, reactivó el proceso industrial y aprovechó la incomparable cotización internacional de la soja. Pero en pocos días más el Foro Económico Mundial dirá que la Argentina está muy relegada en términos competitivos.
Aislado del escenario internacional, el país no tiene inversiones suficientes para mejorar la oferta de bienes y servicios que atemperen el proceso inflacionario. Las inversiones en construcción son altas, pero son un refugio conservador antes que un factor reproductivo.
El promocionado acuerdo social le dará a la presidenta electa un escenario para contener las demandas sindicales; no lo dirá, pero el gobierno no quiere aumentos salariales que se trasladen a los precios. Además, Cristina deberá mostrar una predisposición al diálogo que su esposo estuvo lejos de practicar.
Un aumento selectivo de las retenciones será casi ineludible. Pero con más campos destinados a la soja en detrimento de la carne, la leche y otros cultivos, el problema del mercado interno sigue vigente. Sobre todo porque también el trigo y el precio internacional de la leche en polvo plantean tensiones que el gobierno no resuelve.
El crecimiento de las importaciones es más rápido que el de las exportaciones y las inversiones por más energía eléctrica y petróleo son aún insuficientes y tardan en madurar.
Las tarifas están retrasadas y se acumulan demandas en el CIADI; el tipo de cambio competitivo sirvió para reactivar capacidad ociosa pero no alienta la expansión fabril y genera problemas monetarios. Los subsidios al transporte y a otros sectores de la economía son cada vez más complejos, injustos y caros. La provincia de Buenos Aires tiene un déficit que acecha la salud financiera nacional.
El año próximo hay que empezar a pagar deuda y falta arreglar con el club de París y con los acreedores que no entraron al default. La Argentina necesita financiamiento y -de no ser Chávez- no tiene quién le preste.
Los problemas no se solucionan manipulando el Indec. Cristina debe salir de la economía de crisis para dar credibilidad institucional y sustentabilidad al crecimiento. Tiene el crédito popular abierto, pero no dijo cómo resolverá los problemas.




