La noche del crimen, Nicolás salió de su casa alrededor de las 22 y a las 22.12 quedó registrada una última llamada en su teléfono celular.
Su tía quería saber de él, pero ya no obtendría respuesta. La observación realizada por su madre esta mañana está dirigida a saber por qué demoró diez minutos Nicolás para recorrer 350 metros, y si fue así, ¿fue porque alguien lo retuvo ahí, a la vista de la gente? ¿Quién? No obstante, de ese mismo dicho surgen otros interrogantes: ¿por qué no se llevaron el teléfono de la víctima, como ocurre frecuentemente?, ¿por qué no tocaron su calzado, sus prendas de vestir o su billetera,,en la que guardaba una exigua cantidad de dinero? El chico no tenía antecedentes, no se le conocían enemigos, apenas se asomaba a la vida. No se trató de un robo sino de un crimen fríamente consumado. Un culatazo en la cabeza, un tiro al corazón. ¿Se equivocaron con él los asesinos? ¿Acaso mataron al pibe manso del barrio para demostrar “hombría”, o “marcar” territorio con la sangre de un inocente, o solamente tiraron del gatillo para divertirse un rato?





