Luciano Andreychuk
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El 81 % de una muestra de alumnos del 1° año de tres carreras de la facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL no concurre a las clases de consulta. Uno de los motivos: el miedo al profesor de la cátedra. La inasistencia generalizada a estas instancias de aprendizaje lleva una caída en el rendimiento académico, todo lo cual podría desembocar, con el tiempo, en el abandono de los estudios superiores.
Esta es una de las conclusiones centrales a las que se arribó en un trabajo de investigación realizado por Lisandro Seluy, tutor y estudiante avanzado de Biotecnología. El joven investigador tomó un caso de análisis y realizó encuestas a grupos de alumnos de las carreras de Bioquímica, Licenciatura en Nutrición y Biotecnología de la mencionada facultad. Su intención fue evaluar los problemas de adaptación en el primer año de estudios.
La clase de consulta es una instancia de apoyo con que cuentan los estudiantes para despejar dudas o reforzar conocimientos teórico-prácticos. Pero cuando esta herramienta no es aprovechada y cae en saco roto su función formativa, con el tiempo las dudas sobre la disciplina elegida se imponen y sobrevienen las resistencias al estudio. De allí queda un sólo paso hasta el último peldaño del fracaso educativo, la deserción.
Como factor del abandono en el siempre crítico primer año, la inasistencia a las clases de consulta se suma a otras más conocidas: dudas vocacionales, deficiencias educativas de la secundaria que traen a cuestas los nuevos universitarios, escasa organización de los tiempos y poco manejo de técnicas de estudio. “Todos estos elementos combinados hacen que no se lleguen a alcanzar los logros académicos”, se destaca en las conclusiones del trabajo.
Miedo y barreras
“El trabajo estuvo orientado a analizar la problemática de la deserción en el primer año, y a proponer estrategias de retención (ver aparte). Y me encontré con esa barrera entre alumnos y profesores”, explicó el investigador en diálogo con El Litoral. Aunque hubo otras “justificaciones” de la inasistencia (los alumnos encuestados admitieron que consultan a otras personas para despejar dudas, no tienen tiempo o van a profesores particulares), “muchos de los estudiantes no se sienten atraídos a concurrir a las clases de consulta por miedo a los profesores”, refirió el autor del trabajo.
Ese vínculo pedagógico cada vez más disociado entre docente y estudiantes atenta contra la consulta como un espacio alternativo a las clases teóricas, que permite que cada alumno se evalúe a sí mismo y pondere las herramientas de aprendizaje que está utilizando.
“Para favorecer la retención estudiantil, sobre todo en el primer año que es el más crítico, los esfuerzos institucionales deberán prestar atención a estas cuestiones, es decir, de qué manera se relaciona pedagógicamente el alumno con su disciplina y con su profesor. Y aquí los tutores tenemos una gran responsabilidad para ayudar y acompañar”, resaltó.
Otros factores
La procedencia y adaptación de los estudiantes es otro elemento a evaluar como posible causa de deserción universitaria: “A los chicos que vienen del interior les resulta más difícil adaptarse e integrarse en grupos de estudio. Las estrategias de retención deben apuntan a un generar un trabajo más grupal, que permita que los estudiantes llegados de otras ciudades logren una integración más rápida en un ámbito más ameno”.
A su vez, el trabajo dejó en evidencia que los nuevos universitarios comienzan una carrera con serias falencias del secundario. “Estos déficits del nivel medio son traídos por el estudiante desde su entorno social y cultural, y es difícil que ya en la universidad se reviertan”, profundizó Seluy.
El estudio demostró también que, para los alumnos encuestados, el hábito de estudio y la organización de los tiempos no son cuestiones muy importantes. Es escasa la lectura de cualquier otra bibliografía que no sea específica de la facultad (no leen diarios ni libros). Hay deficiencias en la comprensión de textos académicos y de esquemas realizados por los docentes en clase.
“Es oportuno destacar que la realidad con la que llegan los nuevos ingresantes año a año es cada vez más compleja, por lo que las herramientas y formas de dictado de las asignaturas también deben complejizarse”, concluye el trabajo.
Estrategias de retención
“El programa de ingreso de la universidad tiene muchas ventajas. Pero, dada la disparidad y heterogeneidad de sus ingresantes, la situación es más compleja que años atrás, con lo cual se requieren medidas que estén a la altura de esa complejidad”, señaló Seluy. “Sería viable, por ejemplo, tener cursos de ingreso divididos en función de la cantidad de ingresantes, para que el apoyo sea más personalizado. Los resultados serían más eficientes”.
La UNL cuenta con un programa de becas de tutorías para apoyo y permanencia de los estudiantes del primer año. “Pero, por otro lado, hay algo que no está potenciado en la universidad, que son los gabinetes psicopedagógicos en cada facultad. Es un déficit, porque estos espacios de apoyo son muy importantes y deberían fortalecerse”, opinó.
Según el estudio, un 42 % de los alumnos manifestó su intención de participar de talleres de estrategias de aprendizaje. “Ellos (los alumnos) se dan cuenta de su dificultad y manifiestan su voluntad de querer participar de esos espacios -explicó Seluy-. Sin embargo, hay muy pocas facultades que están dictando este tipo de actividad de apoyo. Éste sería, en mi opinión, otro aspecto sobre el cual trabajar institucionalmente para retener a los alumnos”.







