Benito Geist Binner o Cobos deberían dar un salto de cantidad si quieren el sillón de Rivadavia; Massa o Scioli tendrían que ganar la interna si aspiran a ser las figuras del peronismo que siempre está por venir y nunca tuvo la culpa de lo que pasó. Los legisladores de mayoría “K” estarán atentos a salirse de sus bloques y realinearse con quien les ofrezca algún futuro. Es cierto que las de ayer fueron elecciones “de medio término distintas a lo que hubiera sucedido si Cristina hubiera sido candidata”. Pero esa partitura oficialista omite evidencias (una constante kirchnerista) tales como que ella ya no será “la” candidata; más aún, ni siquiera se sabe si volverá a ejercer el poder o lo salteará a nombre de la preservación vital que le reclaman sus hijos, a despecho de los acólitos. Boudou es apenas un jefe de ceremonias de ocasión; no tiene identidad peronista y deberá sortear las acusaciones judiciales que lo acechan. Sabe de secretos que complicarían a otros y le darían el salvoconducto más allá de su paso en condición de invitado al poder. Es tiempo de garrochas. Los saltos en la escena política serán visibles y estentóreos; marcarán el tiempo de los reacomodamientos. Si se mira bien, el peronismo tiene intacto el mayor caudal potencial de votos, pero no es lo mismo mostrarse unidos que estar unidos, como bien puede atestiguar por estas horas Jorge Obeid. Vale repasar por ejemplo que Fleitas y Pignata sumaron más que Molina en la ciudad, que Del Sel y Obeid acumularon por encima de Binner, que Massa y Scioli “roban” si se juntan en Buenos Aires; que De la Sota y los kirchneristas mediterráneos tienen esa misma capacidad. Mauricio Macri circunvala -conservando su derecha- el mismo universo peronista en su conducción capitalina. Habrá que ver cómo salta la General Paz sin perder el éxito del que hoy goza en su distrito. Pero claro, el peronismo es un movimiento que no carece de fuerzas divergentes y al que le falta el líder aglutinante de sus tradicionales inconsistencias. Hoy no lo tiene. Tampoco tiene un líder la oposición, que puede ser leída como mayoría si se trata del “mensaje de la sociedad al gobierno”. Pero no es lo mismo oponerse al mismo tiempo que proponerse todos juntos. Elisa Carrió es un recurrente ejemplo. El caleidoscopio también funciona de este lado del mostrador, donde personajes como Cobos pasan de traidor a redentor sin mejor sustento epistemológico que la circunstancia electoral.




