El músico bonaerense terminó “Ombú”, su segundo disco. Contiene obras propias y es la continuación de su primer álbum, “Música Paisajista”. “Es una mixtura de culturas y regiones, un crisol donde se funden las influencias de lo escuchado y absorbido a lo largo de toda la vida”, contó.
El disco “Ombú” fue editado de manera independiente. Foto: Gentileza Nicolás Foong
Richard Limbo, nacido en Lanús en 1957, es músico multiinstrumentista: toca la batería, la guitarra, el bajo y el piano. También, en relación a la música, es cantante, arreglador y productor. Pero su relación con las artes no termina allí: también es maestro de dibujo, fotógrafo y realizador cinematográfico.
Su acercamiento a la música fue a los 9 años, cuando tomó clases de piano con una profesora de barrio. Pero a los 12 años tuvo una revelación que llegó con el disco “Abbey Road” de The Beatles. “Mi madre supuso que tendría alguna condición musical y me mandó a aprender piano con la profesora de barrio. Sólo recuerdo sus ruleros, a ella tomando mate con su mamá en la cocina mientras yo tocaba el Czerny. Y, efectivamente, “Abbey Road” fue una revelación, me gustaba tanto que lo escuchaba muchísimas veces y levantaba la púa (era una bandeja con un solo parlante mono) y repetía infinitamente el solo de batería de “The End” hasta descubrir que podía reproducirlo tocando en una mesa o en la pileta de la cocina, es decir aprendí “jugando”.
Foto: Gentileza Nicolás Foong
Varias décadas más tarde, Richard Limbo acredita una vida dedicada a la música y está presentando su nuevo disco “Ombú”. Se trata de su segundo trabajo autoral, que reúne nueve obras propias y es la continuación de “Música Paisajista”, que fue su primer álbum del artista. En este caso, pone énfasis en lo instrumental y especialmente en los arreglos de vientos.
-Te propusiste, con el nuevo disco, representar con armonías, melodías y ritmos parte de nuestro paisaje vernáculo sudamericano. ¿Cómo describirías el patrimonio musical de esta zona del mundo y por qué decidiste indagar allí?
-Lo describiría como cosmopolita, ya que históricamente se fusionan cultura europea con ritmos autóctonos de diferentes regiones, con esto quiero decir que lo que escuchamos en “Ombú” es una mixtura de varias culturas y regiones, una especie de crisol donde se funden todas las influencias de lo escuchado y absorbido a lo largo de toda la vida. Y, con respecto a tu otra pregunta de por qué decidí indagar ahí, realmente no lo decidí, trabajo de manera cuasi lúdica y las obras van saliendo (a veces no) y resolviendo cual rompecabezas de postales.
Foto: Gentileza Nicolás Foong
Infancia, sonoridad y ritmos
-En relación al nombre del disco, “Ombú”, señalaste que “Me gustan las plantas, en especial los ombúes porque llegan a vivir muchos años y son testigos de mucha historia”. Pero también se trata de una especie conocida por su particularidad de dar sombra y de actuar como marca para señalizar territorios en el paisaje pampeano. ¿Influyó también esta condición a la hora de seleccionar el título?
-Obedece más a recuerdos infantiles ( viajes ensimismado a la costa por la ruta 2 contemplando hilera de árboles en el horizonte bonaerense) barriales (hay una plaza en mi barrio de Bernal que la llamaban “plaza del Ombú” donde todas la infancias iban a jugar) infinitas fotos, almanaques de Molina Ocampo y a la sonoridad de la palabra en sí.
-En el disco interpretar diversos instrumentos, guitarra, bajo, batería y otros ¿En cuál de ellos te sentís más cómodo?
-Soy baterista principalmente, estudié percusión clásica muchos años, me siento más cómodo y seguro con la batería y desarrollo patrones rítmicos que luego traslado a los otros instrumentos. Por ejemplo, al principio del tema “Ombú”, el tapping de guitarra y contrapunto de vientos, es una frase rítmica de bombo leguero.
“Mucha data”
-Tus influencias musicales son muy amplias, incluyen un enorme abanico de géneros, compositores e intérpretes ¿Cómo convive toda esa heterogeneidad y cómo se traduce en tu trabajo?
-En casa solo escuchaban óperas por la radio y mi viejo solo silbaba una tarantela cuando estaba contento. En mi cabeza iba registrando todas las músicas de las series, era el boom del folklore y arreglos vocales, programas de televisión , propagandas y de adulto busque alguna de esas músicas y entre ellas encontré “Tero Tero” de Waldo y los Waldos, que se usaba de cortina para noticieros o documentales. A los 12 fuerte con The Beatles, también leía la revista “Pin up” y concurría a los festivales que esta revista organizaba, que nos hablaban de todas las bandas y discos que salían en esa época, a saber, “Rock de la mujer perdida” de Los Gatos, con maravilloso solo de Pappo Napolitano o Almendra. En esa época un amigo me hizo escuchar Led Zeppelin, Jimy Hendrix , la ópera Tommy, Yes, era la época de Woodstock, Santana (otra revelación), Crosby Stills Nash & Young y así transitando cual capas genealógicas absorbí rockabilly, rock clásico, heavy metal, jazz rock, rock sinfónico, descubro a Frank Zappa, leía el “Expreso Imaginario” una luz en la obscuridad de la dictadura. Hasta que en 1980 viajé a Río de Janeiro y traje discos de Gismonti, Hermeto Pascual y Baby Consuelo. Ahí cambió todo. Recibí otra revelación, así se van sumando Zitarrosa, Falú, Leda Valladares, MIA, MPA,y una larga lista. Sumado a 20 años de escuchar bandas de todos los estilos en mi propia sala de ensayo y estudio de grabación “El Limbo”. Todo esa historia musical convive como si fueran “barrios diferentes” y se respetan entre si formando un crisol muy rico de influencias indelebles, lo que se dice “mucha data”.