Agostina Elzegbe, cantautora oriunda de Olavarría, radicada en Buenos Aires, tiene listo su tercer disco “Casa”. Allí se acerca al folklore argentino y latinoamericano pero desde una búsqueda propia. “Me gusta jugar con los ritmos, compases irregulares, impredecibles, cambiantes”, afirmó.
“En la cuarentena me separé, me mudé, y me puse el objetivo de hacer un disco. La música se convertía en mi lugar de refugio una vez más; mi salvación”, manifestó Elzegbe. Foto: Gentileza producción
Nacida en Olavarría pero radicada en Buenos Aires, Agostina Elzegbe es guitarrista, cantante y compositora con una fuerte dedicación a la docencia. En 2013 grabó su primer disco “La vida”, el cual colaboró con uno de sus referentes, el artista uruguayo Leo Masliah. En 2015 lanzó su segundo material discográfico “Las cosas que habitan mi corazón”, donde también interactuó con músicos reconocidos como Juan Quintero y Luna Monti. Ahora, tiene listo su tercer álbum solista, que lleva el título “Casa”.
En este flamante trabajo, a lo largo de nueve canciones Agostina propone un acercamiento a distintas formas rítmicas del folklore argentino y latinoamericano pero mantiene su particular búsqueda al respecto. Todas las piezas que componen la placa son de la propia cantautor, salvo “Coplas de un adiós”, cuya música creó en sintonía con Esteban Saccone y “A Violeta”, gestada en base a una letra de Alicia Sosa.
“Me gusta jugar con los ritmos, compases irregulares, impredecibles, cambiantes. Capaz arranca un ritmo de 6/8 que es propio del folclore argentino, pero con compases de amalgama en el medio, todo el tiempo. Mis influencias son muy abarcativas. Por mencionar algunas Leo Masliah, Eduardo Mateo, de Uruguay, Edgardo Cardozo y Juan Quintero en Argentina. Leo Brouwer en Cuba”, señaló la artista en una entrevista con este medio.
Cercanía
“Fue un proceso lento pero fluido. Sin apuro y sin trabas, pese a las adversidades de la pandemia. Tuve que sortear obstáculos como dónde grabar y cómo hacer para ensayar. Yo venía ensayando y grabando en Capital, y la pandemia y la cuarentena me llevaron a hacer todo más cerca, con lo que tenía a mano, y resultó ser mejor que lo que buscaba lejos. Lo que tenía cerca era un estudio perfecto y tremendos músicos que vivían a pocas cuadras de mi casa. Sebas Forero en bajo, Fede Ferraro en percusión y Pablo Fazio en flauta”, contó.
“Empecé a componer las canciones y a reversionar algunas que ya tenía. Luego convoqué a los músicos y empezaron los ensayos. La banda fluía, la música también. Yo componía las canciones en soledad y les pasaba el cifrado a los músicos, que en los ensayos probaban cosas y se definían, ellos hicieron sus propios arreglos, y entre todos, trabajo en equipo. Reservé el estudio para grabar tres temas y terminé grabando los nueve en tres días. Todos tocando al mismo tiempo, en vivo, como los anteriores. Hubo mucho compromiso y mucho corazón”, sintetizó.
Gentileza producción
Hogar de sonidos
El título “Casa” no es casualidad. “Por un lado, estaba la obligación de quedarse adentro, en la casa, por la pandemia. Por otro lado, me separé, me mudé, no estaba cómoda donde me había mudado, seguía buscando casa, al tiempo me volví a mudar. No hallaba mi lugar físico pero si me hallaba cada vez más en la música. Ahí me di cuenta de que, más allá de donde viva, si hago música, estoy en mi hogar. La música es mi casa, opera en mí como algo que me sostiene emocionalmente. La música es mi sostén, mi techo y mi compañía”.
Esto también encuentra relación con el papel que tuvo la música en la vida de Agostina. “Apareció desde que tengo uso de razón. A través de mi voz, desde niña componía pequeñas canciones que usaba para diferentes juegos. Luego apareció el teclado, a los 11 años. Me gustaba, pero algo de él me parecía inabarcable. Hasta que, a los 15, en la escuela secundaria, en Olavarría, un compañero llevó una guitarra a la clase de música. Se la pedí prestada, la di vuelta (descubriendo mi zurdera) y me hechizó. Quienes me rodeaban, me nombraban muy inestable e inquieta, no solía permanecer ni sostener nada, empezaba y dejaba, porque estaba probando, buscando mi camino. Cuando toqué la guitarra sentí que era ahí por donde mi alma podía al fin expresarse. Y no la dejé nunca más. La sentí abarcable, transportable, accesible. La sentí cercana. Cuerpo a cuerpo. Me cautivan siempre su sonido, su tacto, su vibración que se siente en el cuerpo”.
Tapa del disco "Casa". Gentileza producción
Experiencias
Dentro de su formación, Agostina integró espacios como la Camerata Argentina de Guitarras y el proyecto Espiral de Mujeres Guitarristas, que resultaron gravitantes para su evolución artística. “Tocar con otros es una experiencia maravillosa. Primero integré la Camerata: éramos 16 guitarras. En un momento yo era la única mujer y encima zurda. Era nutritivo tocar con tremendos guitarristas, director y el repertorio me resonaba. Pero luego necesitaba sentirme más en hermandad. Por eso, con Ana Larrubia, en una reunión, decidimos armar ‘Espiral’: un colectivo de mujeres guitarristas, para visibilizar a la mujer en este rol de música, de guitarrista, de compositora y arregladora. Otra experiencia muy nutritiva desde lo musical, y el vínculo humano”, apuntó.
Agostina con sus músicos. Gentileza producción
Proyectarse
En relación a los proyectos sobre los cuales trabaja para el mediano y largo plazo, la cantautora explicó que disfruta a través de la presentación de su álbum está. “Para eso ensayo sola, la guitarra, la voz y con la banda. Además soy docente, recibo en mi casa alumnos de todas las edades y gustos musicales que vienen a canto, guitarra, charango y ukelele. Ya estoy componiendo. Siempre hay alguna canción dando vueltas en mi mente con ganas de salir, de manifestarse. Y también adquirí recientemente una loopera. Tengo ganas de explorar nuevamente mi faceta solista, pero con loops, donde pueda hacer voces, jugar con la guitarra y, por qué no, el charango, que me encanta también”, finalizó.