Con las actuaciones de Graciela Martínez y Leontina Juges, el año pasado se presentó en Santa Fe una nueva versión de la obra teatral “Arritmia”, escrita por Leonel Giacometto en 2004. Esta versión, dirigida por Marisa Oroño, retornará a través de cinco funciones que se realizarán en la Sala Foyer del Centro Cultural Provincial. Puntualmente, serán los sábados 16, 23 y 30 de marzo a las 21 y los domingos 17 y 31 de marzo a las 20. La sinopsis señala que “Ana y Ana son dos mujeres de avanzada edad que montan una estrategia graciosa e ingenua para demostrar que están siendo víctimas de un intento de homicidio de las enfermeras del geriátrico donde viven”.
La directora de la puesta, repasó lo ocurrido con la obra durante las funciones realizadas en 2018 y evocó los motivos que llevaron al equipo a llevarla a escena. “La obra funcionó muy bien y hemos recibido hermosas devoluciones de la gente que asistió y de la crítica especializada. Lo lindo de la experiencia es que a todos los espectadores les ha llegado de una u otra forma la temática más profunda de la obra”, consideró. “Es una obra en la que el autor hace gala de un humor desopilante, con diálogos y situaciones muy ocurrentes. Sin embargo, lo que más nos atrajo es lo que subyace debajo de ese humor. La conmovedora profundidad que tienen estas dos mujeres y la forma en que poco a poco van dejando salir aquellas cosas que significaban una cuenta pendiente en sus vidas. El autor podría haberse quedado en esa ‘cascara’ cómica. Pero hurga en lo más profundo de sus criaturas logrando que el espectador sienta empatía con ellas. Lo más maravilloso es que no importa la edad del espectador, en mayor o menor medida todos se han sentido ‘tocados’ por estos personajes”.
Al ser consultada sobra la forma en la que desarrollaron una temática tan compleja como la de los ancianos recluidos en geriátricos, la directora admitió que no es fácil adentrarse en un mundo que “suele asustar como es la soledad en la vejez, el tener que vivir en un lugar ajeno y distante como puede ser un geriátrico”. Desde su óptica, muchas veces “se juzga a las personas que allí están como ‘viejos jodidos’ sin saber siquiera cuál es la carga interna que traen de antemano y lo que han tenido que lidiar con ella, más aún cuando ese bagaje no puede expresarse abiertamente. Como dije anteriormente, el humor que le impone el autor es fundamental para esto. Soy una convencida de que la gente reflexiona mucho mejor a través del humor y creo que este es el caso. Desdramatizar, llevar todo a un lugar más cotidiano, más simple. El público se ríe desde que entra hasta que sale, pero después ‘le cae la ficha’ y se siente movilizado”.
Amplia paleta de sentimientos
El trabajo realizado por Marisa junto a Graciela y Leontina se centró en que las actrices lograran interiorizar el mundo subterráneo de los personajes, esas cosas que no quieren mostrar o prefieren dejar dormidas en las profundidades de su ser. “Fue un trabajo muy arduo desde la dirección, pero que se aliviana mucho cuando se tiene en el elenco alguien con la experiencia de Graciela Martínez y con las ganas de seguir aprendiendo de Leontina Junges. Las dos se dejaron guiar hasta lograr ponerle a sus criaturas esa impronta tan especial que tienen que tener. Eso ha permitido que lograran matizar sus actuaciones con una amplia paleta de sentimientos”, consideró la conductora del proyecto.
Indicó a su vez que se decantaron por una puesta bastante despojada: una mesita de jardín y dos sillas desvensijadas asentadas en un colchón de papeles descartados. “Esto es así porque en nuestra puesta los personajes se encuentran en un patiecito sucio y abandonado al que ya nadie va y del que ellas hacen su lugar de reunión. Las luces y el sonido son dos personajes más que acompañan a las actrices generando diferentes climas y realzando muchos momentos. Tanto como directora cuanto como actriz me gustan muchísimo las puestas en las que los actores son el foco principal. Esa magia que tiene el teatro y que hace que el espectador vea cosas en donde no las hay, sólo porque el actor así se lo hace creer. De esta forma se logra una verdadera comunión entre los que están en escena y los que están fuera de ella”, fundamentó.
Finalmente, al ser consultada sobre el mensaje que espera que la obra deje en los espectadores, consideró que son múltiples ya que “a cada espectador le toca una fibra distinta”. “Me parece que es mejor que el público sea el que saque sus propias conclusiones en base a lo que sienta”, finalizó.
El multifacético Lionel Giacometto, el autor de “Arritmia”, contó que fue una de los primeras obras teatrales que escribió. “Fue en 2004 y la escribí, primaria y fundamentalmente, como un divertimento, como un contrapunto de réplicas y contraréplicas a partir de leer y coleccionar los prospectos de ciertos medicamentos, en especial ansiolíticos, que tomaba (y toma, creo) mi mamá y que, digámoslo, alguna vez tomé y tomo yo. Después aparecieron los personajes, estas dos mujeres en un geriátrico. Necesitaba algún tipo de, digamos, registro “real”. Y pensé en Ana, mi abuela materna -que no está ni estuvo en un geriátrico y que vivía solita y tranquila en su casa, y que falleció en 2016-. Hay algo que también quería hacer con ‘Arritmia’ a la hora de escribir y tiene que ver con cierto prejuicio que la vejez implica bondad, y que la convivencia entre pares (entre “viejos”) es lo más tranquila. La escribí y la guardé varios años”. Después de muchas idas y vueltas “Arritmia” se estrenó en Rosario, en el Centro de estudios teatrales (CET), en mayo de 2006, con actuaciones de Berta Kransniasky y Claudia Schujman, y dirección de Ignacio Mansilla.
Consultado respecto a la observación que se hace en la obra respecto a los sistemas de salud y asistencia social para la tercera edad, el autor reconoció que es “la peor de las miradas. Estoy en contra de los geriátricos, que los veo como ghettos, espacio de reclusión más forzados que deseados de personas, de gente mayor de cierta edad que ya no puede, por el motivo que fuera, valerse por sí misma. Esto siendo benévolo”.
“Arritmia” tiene una característica: luego de su estreno, hace casi 13 años, se hicieron numerosas versiones. “Es una obra cuyas puestas y resignificaciones no dejan de sorprenderme. A mí, como dramaturgo, no me interesa montar los textos que escribo. Cuando dirijo, no escribo los textos previamente, sino que trabajo con actores en lo que se llama ‘dramaturgia de actor’. Pero, cuando escribo, mi interés está en que otros la monten, indefinidas veces, tanto como sea posible. Esa es la gracia, creo, de los textos teatrales: cómo otras cabezas y otros cuerpos le dan vida, siempre dándole importas muy disímiles, más allá de que si el resultado (la puesta) me guste o no. A la hora de la representación de un texto mío de parte de otros, siempre me seduce la idea de pensar qué mecanismo se pone en juego en la cabeza de los otros para montarla, y qué y cómo se resignificó a partir del papel escrito”.