Cuini Amelio Ortíz (desde Berlín)


Cuini Amelio Ortíz (desde Berlín)
Sopla un viento helado en las calles que atraviesan la Postdamer Platz, el sitio donde transcurre todos los años el Festival Internacional de Cine de Berlín. No es de extrañarse, el invierno berlinés nos regala ráfagas de viento que vienen de Groenlandia. Lo que llama la atención es la atmósfera de este festival: no hay filas, ni gente esperando fuera de los cafés, ni colegas hablando por todos los rincones. El año pasado no hubo Berlinale presencial. Este año si, pero con medidas de seguridad estrictas: todos los días hay que hacerse un test, mostrarlo antes de entrar, además de estar vacunado o recuperado. Los tickets deben ser requeridos por internet. Los puestos están asignados, un asiento libre entre espectador y espectador y los controles son rigurosos.
Así comenzó la Berlinale. Inauguró la competencia el film "Peter von Kant" trabajo del director francés Francoise Ozón, una libre interpretación de "Las lagrimas amargas de Petra von Kant" del mítico Reiner Werner Fassbinder. El "Peter" del título es en realidad una especie de Fassbinder. Denis Menochet lo caracteriza físicamente, hasta en los mínimos detalles. Se trata de un "Kammerspiel" donde los personajes muestran debilidades, amores y traiciones con gran exceso de alcohol, cocaína, y maltratos. Conmovedora la aparición de Isabelle Adjani y Hanna Schygulla, verdaderos monumentos del cine europeo que brillan en la pantalla con luz y magia propias.
El segundo film de la competencia se llama "Rimini" y lo firma el austríaco Ulrich Seidl. Seidl nos ha acostumbrado a descender sin piedad hasta los abismos mas oscuros que esconde el alma humana. En "Rimini" sigue fiel a su esquema. Su protagonista Richie Bravo interpretado por un fantástico Michael Thomas nos acerca al universo decadente de un cantante de canciones románticas que aún se sube al escenario y consigue seducir al público femenino de cierta edad. De improviso la rutina del gigoló entrado en años es avasallada por una visita imprevista que traerá inesperadas consecuencias.
No hay ágapes, ni paneles, ni fiestas en esta edición de Berlinale. Pero hay películas, y en el cine. Eso es ya un motivo para festejar luego de dos años de pandemia.