El melodrama italiano que todos aman
y rinde homenaje a la “magia” del cine
La cinta de 1988, tan recordada por su argumento como por la banda sonora de Ennio Morricone, se podrá ver este lunes en el Cine América, dentro de un ciclo de clásicos. En una época en que la televisión y el VHS obligaban al cierre de salas en todo el mundo, el director Giuseppe Tornatore proponía una defensa del visionado de cine como práctica social y cultural, una costumbre de su niñez en los años 50.
Al igual que “La vida es bella” de Roberto Benigni y “Amarcord” de Federico Fellini, “Cinema Paradiso” propone la evocación de un tiempo y espacio determinados para generar empatía con el espectador. FOTO: Les Films Ariane, Cristaldifilm, TF1 Films Production, RAI 3, Forum Picture
“Cinema Paradiso” está henchida de metáforas, desde aquella del inicio donde un tejido se deshace hasta el proyeccionista que se queda ciego. Pero la más potente es la que muestra, sobre el final, al edificio del cine en ruinas, a punto de ser demolido. Esa misma sala que logró sobrevivir a un incendio, es incapaz de sobrevivir ante el (aparente) progreso de la televisión y las videocaseteras. Una forma de comprender el mundo descansará para siempre bajo sus escombros.
La sala de cine, un lugar de encuentro en un pequeño pueblo italiano. Foto: Les Films Ariane, Cristaldifilm, TF1 Films Production, RAI 3, Forum Picture
Tras dirigir “Il Camorrista” el director Giuseppe Tornatore, nacido en Bagheria en 1956, decidió contar el regreso de un director de cine a su pueblo luego de treinta años para asistir al velorio de su viejo amigo Alfredo, el proyeccionista de la sala donde, en su infancia, descubrió las películas. Bajo el título “Cinema Paradiso”, se estrenó en Italia en noviembre de 1988 y poco después alzó el Oscar a la Mejor Película Extranjera.
Entre el neorrealismo y la comedia
Para construir el entorno en el que se ubica su historia, Tornatore se nutre tanto de elementos del neorrealismo (movimiento gestado por un grupo de directores desde 1945 en adelante, con filmes como “Roma ciudad abierta” y “Ladrón de bicicletas”) y de la comedia italiana, género que se extendió entre los 50 y los 80, con exponentes como Alberto Sordi, Vittorio Gassmann, Marcello Mastroianni y Nino Manfredi. Expresiones que, en conjunto, caracterizan la columna vertebral del cine de ese país.
Alfredo y Totó, una amistad entrañable. Foto: Les Films Ariane, Cristaldifilm, TF1 Films Production, RAI 3, Forum Picture
La influencia neorrealista se observa en el entramado de esa localidad humilde, fuertemente impactada por la Segunda Guerra Mundial. Mientras que el ascendiente de la comedia está en los personajes, que le otorgan un colorido especial al film: el cura censor que elimina besos y abrazos de las cintas, el “dueño de la plaza”, la maestra severa que llega al castigo físico, la madre sufrida, el proyeccionista que está obligado a pasar todos los días “menos el Viernes Santo” en la sala.
Amor por el cine
“Cinema Paradiso” describe temáticas como el amor (que nace entre Salvatore y Elena), la amistad (la que se gesta entre Salvatore y Alfredo) y el paso del tiempo (que se muestra en el edificio derruido). Pero es, ante todo, una película sobre las películas. No al modo de “La noche americana” de Francois Truffautt, que ponía el foco en el interior de un rodaje, sino en el visionado de cine como práctica social.
Las secuencias más logradas por Tornatore son aquellas en las que muestra cómo los habitantes del pueblo van a ver películas (de Italia y de Hollywood) y comparten. En términos muy escuetos, podría decirse que es una historia de amor por el cine. En juego delicioso, el espectador ve cómo esos otros espectadores disfrutan, juntos, de ver en la pantalla a Charles Chaplin, Spencer Tracy, Totó, Rodolfo Valentino, Greta Garbo, Erroll Flynn y Silvana Mangano.
Afiche de la película. Foto: Les Films Ariane, Cristaldifilm, TF1 Films Production, RAI 3, Forum Picture
Dos en estado de gracia
Nostálgica sin llegar a lo empalagoso (el crítico Rulfo Pajares la denomina como “una cita con nuestras lágrimas más sinceras”) la película de Tornatore alcanzó su nivel de popularidad por diversos motivos. Pero uno, determinante, es que incluyó a dos artistas (un actor y un compositor) en una cima de creatividad: Ennio Morricone y Phillipe Noiret.
Morricone, que ya para finales de los ‘80 era una leyenda gracias a su bandas sonoras para toda la corriente de los spaghetti westerns de los 60 y 70, realizó uno de sus trabajos más acabados. La partitura de Morricone enmarca bellamente cada momento. Los sentimientos de Salvatore, su candidez infantil, sus pasiones juveniles y sus añoranzas de adulto encuentran expresión a través de los acordes.
Totó y sus amigos en el "Cinema Paradiso". FOTO: Les Films Ariane, Cristaldifilm, TF1 Films Production, RAI 3, Forum Picture
Noiret, un actor cuya característica principal tenía que ver con su adaptabilidad a los distintos géneros (intervino en biopics, comedias, policiales, películas bélicas y hasta en un thriller de Alfred Hitchcock) construye a Alfredo a través de una combinación de rusticidad, cariño, responsabilidad y sutileza. Que encuentra su síntesis en la frase que, finalmente, sella el destino del protagonista: “Este pueblo está maldito. ¡Vete!, vete y no vuelvas nunca. Y si algún día te da nostalgia y regresas, no me busques. No toques a mi puerta porque no te abriré. Busca algo que te guste, y hagas lo que hagas, ámalo; como amabas la cabina del Cinema Paradiso cuando eras niño”.
Nueva mirada
La versión de 2002, que incluye 39 minutos que a Tornatore le obligaron a cortar en 1988 modifica sustancialmente la historia a través del reencuentro de Salvatore con Elena, su amor de juventud. A partir de esta nueva dimensión deja, en parte, de ser una mirada sobre la nostalgia de un mundo perdido para convertirse en una reflexión sobre el carácter lábil de la memoria. Un hecho del presente (el reencuentro de los amantes) es capaz de modificar el pasado (ambos descubren que Alfredo intervino para impedir la última cita, antes de la partida de Salvatore) y reconducir el curso del futuro. Sin embargo, para los amantes del cine, la película siempre será la oda más lograda hacia un amor distinto al de los individuos: el de una generación entera por el séptimo arte.