La película que consolidó la carrera de Patrick Swayze cumple 35 años desde su estreno. Gracias a su banda sonora, sus coreografías y la química entre Sawyze y la actriz Jennifer Grey, un film que podría haber sido trivial fue un éxito de taquilla y se transformó en un ícono de los ‘80.
El film se estrenó en 1987. Crédito: Vestron Pictures
A partir de trabajos como “Stranger Things”, hoy se observa a los ‘80, en relación al cine, con la misma intención de reconstrucción nostálgica que en los ‘80 se miraban los ‘50 (“Diner”, de Barry Levinson, es un gran ejemplo). Sin embargo, fue una década que dejó películas icónicas, que dejaron marca en la forma de ver el mundo por parte de una generación. “Dirty Dancing”, que hoy cumple 35 años desde su estreno en las salas de cine de Estados Unidos, forma parte de ese puñado de clásicos cuyas escenas todavía se evocan.
Dirigida por el coreógrafo Emile Ardolino (que también creó otros films de cierta popularidad en su momento, como “Cambio de hábito” y “Tres hombres y una pequeña dama”) la película describe la historia de amor entre un profesor de baile (Patrick Swayze en el papel que lo terminó de encumbrar) y una joven de 17 años (Jennifer Grey) que en un principio parece aburrida y algo ingenua. Ambos pertenecen a mundos muy diferentes entre sí, pero los une la pasión por el “dirty dancing” o, en castellano, “bailes sensuales”.
Swayze y Grey protagonizaron el icónico film. Crédito: Vestron Pictures
Otro lugar para la mujer
El guión de Eleanor Bergstein construye con arcilla que proviene de diversos tópicos, algunos más marcados que otros. El despertar sexual, el peso de los mandatos familiares, el amor prohibido a lo “Romeo y Julieta”, la atracción de los opuestos (el bravucón y la puritana) y las diferencias generacionales atraviesan la, en apariencia, simple trama.
Sin embargo, como establecieron algunas miradas reflexivas más actualizadas, “Dirty Dancing” propone una visión feminista, innovadora para su época. Así lo establecen autoras como Hadley Freeman, quien considera que se trata de un film sobre la sexualidad femenina y uno de los primeros en tratar al hombre como un objeto.
En lo simbólico, el baile es el territorio donde los cuerpos se encuentran sin ningún tipo de ataduras ni prejuicios. “Este es mi espacio y ese es el tuyo”, le dice Johnny a Baby. Los protagonistas bailan y desaparece toda noción del abismo social que los separa. Que parece romperse al final (en la famosa coreografía donde ella realiza el salto mortal) cuando todos se unen a la danza emprendida por la pareja.
Construir un éxito
“Dirty Dancing” costó 6 millones de dólares y recaudó diez veces más tan solo en Estados Unidos. En el resto del mundo, la cifra se elevó por encima de los 200 millones. Buena parte de este éxito de público encuentra anclaje en la química entre Grey y Swayze, que inunda la pantalla a pesar de que (dicen) en la vida real no se llevaron del todo bien.
Pero sobre todo se sostiene en las creativas y logradas coreografías, sustentadas en una banda sonora formada por hits como “(I've Had) The Time of My Life”, premiada con un Oscar. Su magia es irrepetible.