Con el éxito todavía a flor de piel de “Sexto sentido”, en agosto de 2001 se estrenó “Los otros”, del español Alejandro Amenábar. Clasificable dentro de la tradición de películas de terror sobre “casas encantadas”, este film que se proyectará esta noche en el cine América resultó un éxito de taquilla y abrió nuevas posibilidades para el género fuera de Hollywood.
A pesar de que la película se nutre, sobre todo, de la capacidad del director Amenábar para generar atmósferas malsanas, la actriz Nicole Kidman puso mucha energía en la composición de su personaje. Foto: Miramax
No es tan terrorífica como “The Changeling” (1980), en la cual una pelota baja por la escalera y el espectador tiembla mientras reconstruye en su mente lo que hay más allá, fuera de campo o como “El conjuro” donde elementos anodinos como un armario pueden volverse una puerta al infierno. Sin embargo “Los otros” (2001) la película de Alejandro Amenábar que se podrá ver en pantalla grande esta noche a las 23.30 en el Cine América (25 de Mayo 3075), dentro del ciclo de películas de terror impulsado por la céntrica sala, gana puntos por la atmósfera opresiva y sobre todo por su impactante “plot-twist” (giro de la trama) del final que obliga, como en “El pájaro de las plumas de cristal” (1970) de Darío Argento, a repensar todo lo visto hasta allí.
El español Alejandro Amenábar, que había alcanzado una amplia repercusión internacional a partir de “Tesis” (1996) y “Abre los ojos” (1997), concibió esta película de intriga y terror que se inscribe en la tradición de las “casas embrujadas”. Y gracias a que se trata de un género atractivo para las mayorías y por contar en el protagónico con un estrella de la categoría de Nicole Kidman, consiguió un éxito de taquilla que abrió las puertas para otros filmes, también españoles, como “El orfanato” (2007), que tuvieron buena repercusión.
La historia está ambientada en 1945 en la Isla de Jersey. Mientras espera el regreso de su marido, que ha partido tiempo atrás al frente en la Segunda Guerra Mundial, una mujer de mediana edad vive aislada en una antigua mansión. Sus hijos (en una hábil vuelta de tuerca que introduce el director y le permite jugar con la iluminación sin afectar en modo alguno el verosímil de la trama) padecen una enfermedad que hace que no puedan recibir directamente la luz del día. El frágil sistema de protección entra en crisis cuando se integran tres nuevos sirvientes, que guardan oscuros secretos.
Foto: Miramax
La luz y la oscuridad
“Los otros”, título muy sugestivo desde lo simbólico, es una obra lograda desde lo visual. Amenábar introduce al público en esa casa siempre en penumbras, en la cual se impone una sensación persistente de claustrofobia. El suspenso sobrevuela todo el tiempo: además de la posible presencia de espectros en la casa, se añade la angustia (transmitida con nitidez por Kidman en su nerviosa interpretación) cada vez que los pequeños quedan potencialmente expuestos a la luz. El juego que propone el director, en este sentido, es notable: a diferencia del cauce habitual del terror, la oscuridad es la zona de seguridad mientras la luz del sol entraña un peligro.
A la vez el trabajo de Amenábar está plagado, en su dimensión narrativa, de referencias literarias y cinematográficas. Podemos encontrar brochazos de Edgar Allan Poe y su opresiva casa Usher y también del Henry James de la fantasmal “Otra vuelta de tuerca”, que tuvo sus versiones cinematográficas. Pero también se manifiestan en esa vieja casa en penumbras que habita Kidman con sus hijos los ambientes de “Rebeca” (1940) de Alfred Hitchcok y “The Haunting” (1963), de Robert Wise, ambas ambientadas en antiguas mansiones donde la gravitación de los muertos parece acechar en cada rincón.
Foto: Miramax
Solvencia para los climas
Algunos críticos, como Roger Ebert, señalaron que en este film Amenábar tiene “demasiada seguridad en que el estilo puede sustituir a la sustancia”. Hay algo de eso, ya que por momentos la película tiende a tornarse repetitiva y, para los estándares habituales del género, algo morosa. Sin embargo, el director compensa esto con su eficacia para generar climas de constante angustia y agobio, que encuentran en el personaje de Kidman su catalizador central.
La casa y los espacios naturales que la circundan son paisajes que parecen mucho al material con el que están construidas las pesadillas, con sus tinieblas, brumas y confusiones. Esta resolución visual hace que el espectador siempre se plantee un interrogante: ¿Qué es real y qué forma parte de la imaginación de los personajes? Las respuestas llevan a terrenos inquietantes y ahí radica el auténtico corazón de las tinieblas de esta película que vale la pena revisar.