Una de las cualidades principales del cine de animación propuesto por Hayao Miyazaki es la de ser lisa y llanamente un producto ante todo transformador. El veterano realizador ha conseguido estrechar un fuerte lazo afectivo con los espectadores, consiguiendo que los mismos se pierdan en sus fantásticos mundos, bajen las defensas y salgan tras el visionado completamente renovados. Miyazaki es dueño de un estilo único que consigue satisfacer tanto al niño que fuimos como al que somos en la actualidad. Allí radica una de las principales diferencias respecto al cine de la gigantesca Disney orientado inicialmente (algo que ha cambiado recientemente con la adquisición del estudio de animación Pixar) solo a historias infantiles y de princesas. Miyazaki consiguió que en una misma sala confluyan niños y adultos y que ambos disfruten la experiencia aún con interpretaciones totalmente distintas. En su mundo no hay límites para la imaginación, pero sí puentes estrechados con el por, momentos, agobiante mundo en el que vivimos.
Si bien su filmografía comenzó a mediados de los ochenta, su popularidad ha ido creciendo exponencialmente desde no hace mucho. Antes de ello sus films se reducían al circuito de circulación del VHS, principalmente “Mi vecino Totoro” (1988), consiguiendo la mayoría de ellos ser estrenados recién con la llegada del nuevo milenio. Sin ir más lejos, hasta hace apenas unos años y en pos de expresar la importancia de su figura, solía denominársele como el “Disney japonés”, una expresión americana para nada ocurrente que en anteriores oportunidades también se utilizó con Kenzo Masaoka y Osamu Tezuka (creador de Astroboy), artistas que sentaron las bases del estilo de animación japonesa (a ellos se les debe la idea de “los ojos grandes”).
Con “Ghibli”, su propio estudio fundado en 1985, ha brindado un sinfín de films, entre los que se destacan entre otros “Porco Rosso” (1992), “La princesa Mononoke” (1997) y “El viaje de Chihiro” (2001), esta última ganadora del Oscar a Mejor Película Animada y reconocida como el segundo film japonés más taquillero de la historia.
El pasado 11 de enero llego a los cines argentinos su nuevo trabajo. “El niño y la garza” es la historia de un chico que pierde a su madre en la guerra y que al mudarse al campo no deja de buscarla en distintas realidades. Un viaje introspectivo, onírico y marcadamente autobiográfico. Viene de ganar el globo de oro al mejor film de animación y es un firme candidato al Oscar en la misma categoría.
Con 83 años (cumplidos el cinco de enero) y frente a un estreno que huele a cierre de carrera, encontramos la ocasión perfecta para repasar los inicios de un autor que se constituyo no solo en uno de los principales referentes del cine de animación sino en un eterno defensor de la técnica tradicional.
Los orígenes y el estilo de Hayao Miyazaki
Miyazaki nació en la ciudad de Tokio en 1941. En muchas de las entrevistas concedidas a lo largo de los años siempre señalo como una de sus mayores influencias la obra de Osamu Tezuka. Si bien curso ciencias políticas y económicas, nunca dejó de lado su gusto por el manga, perfeccionándose como ilustrador y posteriormente como productor y realizador de animes.
Es un gran fanático de la aeronáutica, pasión que encuentra su origen en el trabajo de su padre quien dirigía un negocio que fabricaba elementos para aviones de guerra. Este interés atravesó toda su filmografía, eligiendo mostrar siempre con un tono pacifico numerosos artefactos voladores.
Si bien paso por algunas compañías importantes como TOEI a principios de los sesenta, su crecimiento sostenido comienza a vislumbrarse a partir de la década posterior. En esos años dirigió series animadas como “Lupin III” y “Conan, el niño del futuro” y films de una calidad excepcional como “El castillo de Cagliostro” (1979), un clásico de acción con una de las escenas de persecución de coches más aclamadas del anime.
El éxito de “Nausicaä del Valle del Viento” (1984), producida por el estudio Topcraft, le permitió fundar junto a su amigo y mentor Isao Takahata (fallecido en 2018) el Studio Ghibli, considerado una de las casas animadas más influyentes y creativas de los últimos cuarenta años.
Al año siguiente llego “El castillo en el cielo”, primera cinta del estudio, en 1988 “Mi vecino Totoro” también de Miyazaki –personaje que el estudio luego adoptaría como logo– y “La tumba de las luciérnagas”, dirigida por Takahata.
Sus fabulas consiguen escapar de la cursilería y el mensaje chato y moralista sin nunca perder la inocencia. Son historias que brindan paz y ternura, clima que consigue plenamente cuando es secundado por los arreglos musicales del compositor Joe Hisaishi. Juntos dieron forma a algunas de las bandas sonoras más emblemáticas de la animación, incluyendo “Mi vecino Totoro”, “La princesa Mononoke”, “El viento se levanta” y "El niño y la garza".
El realizador presta una especial atención a la naturaleza, la preservación ecológica y la defensa del medio ambiente, señalando en la mayoría de las veces al ser humano como una gran amenaza. La propia naturaleza cobra vida, es mutable y libre como su cine. La empatía de Miyazaki no solo se reduce a esta, sino que se extiende a los niños, quizás el mayor móvil que encuentra para expresar su sentido de altruismo y solidaridad. Los niños del autor son sinceros, no conocen mezquindades ni malas formas, son seres empáticos, justos y puros.
Su cine ha prestado una especial atención a la figura femenina en tiempos donde prácticamente el debate era inexistente. Toman las riendas del relato, son personajes firmes, fuera de lo norma de la época y completamente independientes. El camino comienza con Nausicaä y se extiende, por ejemplo, a jóvenes amantes de la mecánica, niñas empoderadas, en algunos casos huérfanas, en otros con madres enfermas; y brujas que deben abandonar su casa y emprender la vida adulta.
Algunas cintas importantes del director:
“MI VECINO TOTORO” (1988)
Estamos sin dudas ante la película más popular y amigable del estudio que expone como ninguna la potencia del mensaje y el abanico de interpretaciones que el público, dependiendo también de su edad, puede brindarle a los productos de Ghibli.
Es una fantasía sobre dos hermanas pequeñas que se mudan a una casa del campo intentando encontrar cierta paz y cursar la enfermedad que atraviesa su madre internada en un hospital. Un espíritu protector, el que da el nombre al título, las acompañara en este camino lleno de miedos y alegrías.
“LA PRINCESA MONONOKE” (1997)
Se trata de una aventura inspirada en una serie de leyendas niponas, ambientada en el Japón feudal y con un fuerte mensaje en defensa de la paz y el medio ambiente. Cuenta la historia de un joven guerrero llamado Ashitaka que intenta hallar la cura de una maldición y encontrar un cierto equilibrio entre los humanos y los dioses de la naturaleza. Goza de una animación maravillosa, aunque nunca tuvo el reconocimiento de otros trabajos del director.
“EL VIAJE DE CHIHIRO” (2001)
El gusto popular y la crítica coinciden en que “El viaje de Chihiro” es la mejor de las películas realizadas por Hayao Miyazaki junto al estudio Studio Ghibli. Una historia emocionante que recoge los esfuerzos de una niña por rescatar a sus padres convertidos en cerdos tras el engaño de una bruja. Chihiro recorrerá así un mundo mágico lleno de personajes y espíritus fascinantes, muchos de ellos propios de la cultura japonesa. Una trama simple que habla de crecimiento al tiempo que se permite instaurar un fuerte debate acerca del capitalismo.
Un filme cuanto menos extraño al que no suele prestársele la debida atención. Miyazaki presenta un relato mágico característico de la casa, pero ambientado en un periodo entreguerras. Una ficción histórica protagonizada por Marco Pagot, ahora conocido como Porco Rosso, un aviador italiano que participo en la Primera Guerra Mundial y que ahora se dedica a vender sus servicios como cazarrecompensas, rescatando en varias oportunidades a víctimas de los piratas aéreos. Claro que, tras un hechizo, emprende la tarea con la apariencia de un cerdo.
“EL VIENTO SE LEVANTA” (2013)
La película sale de lo común al punto de instaurarse como la obra más polémica en la filmografía de su director. Una película biográfica que cuenta la historia de Jiro Horikoshi, un joven ingeniero aeronáutico responsable de muchos de los aviones utilizados por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos no pudieron asimilar como un amante de la paz podía adaptar la vida de esta figura sin detenerse en que en realidad el relato pone el foco en la pasión, inventiva y determinación del ser humano.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.