
Llegó a la pantalla el 20 de junio de 1975 y se convirtió en ícono del cine de terror. Steven Spielberg pasó a ser el cineasta más popular de su generación. Tuvo numerosas secuelas, ninguna igualó la energía y osadía de ese ejercicio inicial.

Juan Ignacio Novak
¿Quién podía prever que una película basada en una mediocre novela que versa sobre un tiburón que ataca a los bañistas de una población costera iba a convertirse, en el corto plazo, en un éxito y a la larga en ícono del cine de suspenso? Es posible pensar que Steven Spielberg al menos lo intuía. Es más: cumplió los pasos y forjó los eslabones de la cadena para que ambas cosas ocurran. Lo cierto es que “Tiburón”, estrenada en Estados Unidos hace 40 años, el 20 de junio de 1975, produjo un impacto casi sin precedentes en el público, que se dejó arrastrar en masa hasta colmar las salas de cine. El mérito central fue que, a pesar del origen barato de la historia, usó con inteligencia las posibilidades del lenguaje cinematográfico.
La sinopsis es conocida. En un pueblito de mar muy tranquilo, que vive prácticamente de la actividad turística, comienza a dar señales de vida un tiburón. Tras algunos hechos escalofriantes empieza a surgir el miedo entre los bañistas y los empresarios locales, que presienten que la situación hará mella en su fuente de ingresos. Mientras tanto, un policía local (que en adelante sufrirá pesadillas), un científico y un veterano arponero unen esfuerzos para dar caza del animal. Forzada aventura que los obligará a sortear dificultades hasta el enfrentamiento final.
Acordes y actuaciones
La banda sonora de la película alcanzó niveles planetarios de popularidad. Esa simple composición de John Williams (gran creador y colaborador habitual de Spielberg) combinada con un montaje ingenioso y ágil se convirtió en uno de los mejores ejemplos de suspenso cinematográfico. Todavía en la actualidad basta escuchar estos acordes para que el espectador se dé cuenta de que algo, probablemente muy malo, está por ocurrir. Aún cuando no sepa que existe una película llamada “Tiburón”, lo que constituye un logro notable.
Los actores (al igual que ocurrió veinte años después en otra de las exitosas películas dirigidas por Steven Spielberg, “Jurassic Park”) tienen bien claro que el protagonista es el animal. Sin embargo, cumplen su trabajo con eficiencia y oficio. Casi era una consecuencia lógica si se considera quiénes son: Roy Scheider, que interpreta a un policía que trata de convencer a la población del peligro que acecha bajo las aguas; Richard Dreyffus, en el papel de un científico que a pesar de sus reparos no puede evitar su entusiasmo ante el poder de la naturaleza y Robert Shaw, que despliega en esta película uno de sus personajes más logrados, como un huraño y experimentado arponero.
Sustos sin idioma
Sin embargo, la cualidad que hace de “Tiburón” un clásico (que desde entonces fue imitado hasta límites increíbles, casi exasperantes, pero jamás superado) es la sabiduría con la que Spielberg exprime, a partir de las pautas que ya había planteado Alfred Hitchcock en 1960 con “Psicosis”, todos los recursos cinematográficos que tiene a disposición para manipular las emociones del espectador, lograr que se arrellane en la butaca, que se estremezca, grite y hasta respire aliviado de acuerdo con los vaivenes del filme. Y cómo es capaz de sintetizar calidad con comercialidad. Pero el logro de la película es que se mantenga tan fresca en el recuerdo de todo aquel que vio esa mancha oscura que ensancha de a poco en la superficie de aguas azules. Hasta el punto de pensarlo dos veces antes de entrar a bañarse al mar. En la latitud que sea.
3 premios Oscar obtuvo “Tiburón” en 1975, en las categorías Montaje, Música y Sonido. También fue nominada a Mejor Película, estatuilla que finalmente fue para “Atrapado sin salida”, con Jack Nicholson.